Julio Valdeón

A QUEMARROPA

Julio Valdeón

Periodista


No en mi nombre

23/07/2021

Una mujer me afea en Twitter mis críticas de la ley de Memoria. Sostiene que no debo hablar de «revanchismo», sino de «justicia». No concibe que pueda escribir sobre los hombros de un abuelo paterno, maestro y militante del PSOE, fusilado por las tropas franquistas, ni sobre el compost de otros tres familiares asesinados y desaparecidos a manos de falangistas. Desconozco lo que entienden o dejan de entender otros. Intuyo que para algunos resulta impensable que alguien, con damnificados por los golpistas, defienda el pacto de reconciliación y se emocione con la ley de amnistía, piedras de toque del régimen del 1978. Yo, por contra, sostengo, como el PCE de junio 1956, que «fuera de la reconciliación nacional no hay más camino que el de la violencia» y que «Crece en España una nueva generación que no vivió la guerra civil, que no comparte los odios y las pasiones de quienes en ella participamos. Y no podemos, sin incurrir en tremenda responsabilidad ante España y ante el futuro, hacer pesar sobre esta generación las consecuencias de hechos en los que no tomó parte». Porque ya entonces «una política de azuzamiento de rencores puede hacerla Franco, y en ello está interesado, pero no las fuerzas democráticas españolas» y porque «existe en todas las capas sociales de nuestro país el deseo de terminar con la artificiosa división de los españoles en ‘rojos’ y ‘nacionales’, para sentirse ciudadanos de España, respetados en sus derechos, garantizados en su vida y libertad, aportando al acervo nacional su esfuerzo y sus conocimientos» (‘Declaración del Partido Comunista de España: Por la reconciliación nacional, por una solución democrática y pacífica del problema español’). Que en 2021 el gobierno de la nación agite los fantasmas de la guerra fratricida sólo puede explicarse por sus brutales querencias narcisistas. Azuza el rencor. Los eructos de sangre. La división entre buenos y malos. Da igual sacrificar nuestro derecho al futuro en el altar de una memoria inflamada. Usan el pasado como abrevadero de odios y manantial de agravios. No en mi nombre.