Maite Rodríguez Iglesias

PLAZA MAYOR

Maite Rodríguez Iglesias

Periodista


La culpa es del feminismo

06/03/2021

En un momento social de tanta crispación, donde se imponen la confrontación y las posiciones extremas, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer se ha convertido nuevamente en el centro de la polémica. El problema es que el debate, si se puede llamar así al cruce de acusaciones y descalificaciones que se han sucedido, se sigue quedando en lo puntual: en la idoneidad o no de las concentraciones. Algo en lo que no deberíamos perder ni un minuto porque la situación sanitaria no lo aconseja, aunque paradójicamente al día siguiente se levanten parte de las restricciones. Pero ni en este caso, ni en otros.  Y un año más este ruido vuelve a tapar una realidad, la de la desigualdad, que tampoco se debería seguir cuestionando. Algo que evidencia que queda mucho camino por recorrer para lograr el objetivo de la igualdad plena. De hecho la pandemia ha provocado retroceso y, por ejemplo, el trabajo de cuidados por las mujeres, el no remunerado, ha aumentado de manera significativa para atender las necesidades de los menores y de los mayores dependientes, como certifican desde la ONU. Aunque no hace falta recurrir a este organismo para justificar la reclamación de un derecho que conlleva equidad y la eliminación de muchas prácticas nocivas, que por desgracia una parte de la ciudadanía -incluidas mujeres- sigue sin identificar como tales, y que inse descalifican criminalizando el feminismo. El 8M debería servir para poner el foco en por qué una aspiración legítima no logra concitar la unanimidad social. Obviamente la tensión política actual tiene mucho que ver y sirve de excusa para dejar atrás la línea de confluencia de los últimos años. Pero bastaría solo con aplicar individualmente el punto de vista que deriva de las diferencias entre sexos para evidenciar la necesidad de buscar el equilibrio que determinados estereotipos y prejuicios sociales no permiten. Desde esta posición  individual quizás se pueda entender mejor la necesidad de aplicar la perspectiva de género a la salud, a la educación, al mercado laboral, pero también a áreas como el urbanismo, entre otras. Y los argumentos empíricos y científicos son un buen aval: los riesgos en salud son diferentes, la brecha salarial se mantiene  y el acceso a puestos de responsabilidad es mínimo y las mujeres sentimos miedo en espacios urbanos en los que un hombre ni se lo plantea. Las diferencias existen, pero no justifican la falta de equidad.