Todas las alarmas se han disparado en Génova 13 de Madrid, sede del Partido Popular, hasta el extremo de que el jefe ha decidido mudarse de local al ver las grietas de su proyecto. Ni siquiera los suyos creen que la mudanza sirva para exorcizar la amenaza de derribo, pero indudablemente a Casado le ha servido como ardid para desviar la atención sobre el auténtico problema, su propio liderazgo para articular una derecha ganadora en comicios venideros.

Las alarmas saltaron tras conocerse los resultados electorales de Cataluña. Lo de menos es haber perdido un parlamentario en la asamblea catalana. Lo que resulta especialmente dramático y preocupante para el PP es su incapacidad para absorber el voto perdido por Ciudadanos, formación a priori más afín ideológicamente. El votante naranja que no ha recalado en el PSOE catalán ha sobrevolado las siglas azules en una peligrosa pirueta para insuflar vida a los verdes de Vox. Quienes de esto dicen saber ven a Ciudadanos como un partido en descomposición y auguran su fin como algo inevitable también en el resto de España.

La gran incógnita es quién heredará el voto más escorado a la derecha tras la inhumación de la formación naranja. Resultaría trágico para España que el partido de la ultraderecha se convirtiera en la alternativa a Pedro Sánchez. La alternancia es un hecho consustancial a la democracia. Antes o después, así será. Y quienes tratan de minimizar el riesgo de un gobierno fascista olvidan deliberadamente que Hitler alcanzó el poder a través de las urnas. Vox ha dejado de ser una anécdota, un accidente político, y su presencia in crescendo alienta el surgir de grupúsculos radicales de sus toperas. Días atrás la televisión ofrecía imágenes de una concentración de nostálgicos con camisas azules y verbo violento. Lo más sorprendente para muchos tal vez fuera la presencia de una chica, en atril de portavoz, haciendo apología del nazismo y del asesinato por razones de raza y religión. ¿Qué desvarío anida en un cerebro tan joven para tal grado de perfidia? Sólo el PP puede ser el dique de contención de una deriva tan funesta.