Todo un clásico renovado a lo largo del tiempo, la Semana Internacional de Cine de Valladolid, en su edición 67. Y sí, literalmente una semana de cine de autor que ha visto como la ciudad entera se transformaba y en la que los estudiantes cambiaban las aulas y los profesionales las oficinas y lugares de trabajo por las salas de cine y tertulia. Eran, sin duda, otros tiempos.
Seminci mantiene sus secciones habituales como Sección oficial, Punto de encuentro, Tiempo de historia o DOC España a las que en los últimos años ha ido añadiendo temáticas, ciclos y premios reflejo de la propia evolución de la sociedad, como la Espiga Verde, la Espiga Arcoiris, o el Premio FUNDOS a la Innovación social, que cumple su segunda edición y del que tengo el honor de ser de nuevo jurado este año.
Un premio que la Fundación ha creado con el firme propósito de sumar la maravillosa capacidad inspiradora y transformadora del cine al impulso de la innovación e impacto social tan necesarios hoy en día. Por eso, poder identificar y premiar las mejores películas o documentales que tengan esa capacidad es todo un acierto, una tarea nada fácil y por ello apasionante.
Precisamente unos días antes de comenzar esta semana, en una sesión previa 'Cine y cambio social', tras conocer las experiencias del director de cine y premio Goya, Pablo de la Chica, debatíamos, Jorge Praga, escritor y crítico de cine, Inés Enciso, gestora cultural, José María Viejo comunicador y director general de Fundos y yo, el significado de este premio y el papel del cine en ello. Conversamos sobre cómo es habitual no diferenciar cine social, de cine con innovaciones sociales, y sobre la función del cine en sí, como puro arte, como catalizador o como herramienta de comunicación. 
Nuestras principales conclusiones fueron quees innegable que el cine como creación en sí mismo, es arte, como también lo es que cumple una función social imprescindible como cultura y educación, y que el cine social ha existido siempre. 
Es habitual la utilización, me refiero a la buena utilización del cine, para la denuncia social, la sensibilización ante circunstancias o problemas sociales, también para dar visibilidad a causas desconocidas que de otro modo no la tendrían, o para inspirar a través de historias de personas o vidas y proyectos de emprendedores sociales. Todos ellos muestran ejemplos y realidades donde el formato documental es el más común, y esto cumple una función esencial que está presente en todos los festivales del mundo. Incluso existe un festival en Italia 'Social World Film Festival' exclusivamente dedicado al cine social en todas sus interpretaciones y como un lugar para la crítica, pensamiento y reflexión alrededor de las necesidades actuales de la sociedad.
Ahora bien, aunar cine como arte e innovación social no es nada habitual, y es mucho más, ya que implica crear nuevas historias y narrativas audiovisuales, basadas en la realidad o que sean pura ficción, como si fueran 'portales mágicos' que te transportan y conectan pasado, presente y futuro, capaces de replantear los códigos de pensamiento y de contar las historias de otra manera, que resulten detonantes de un camino nuevo o que propongan una solución en la que antes nadie había pensado; real o imaginada, viable o inviable, o incluso aunque parezca una locura, pero que tengan el poder de incidir, de no dejar indiferente y abran la posibilidad de iniciar un nuevo camino o de crear un cambio de mentalidad en los espectadores que pueda llevar finalmente a provocar impacto y transformación social.
Valiente Fundos al crear este premio y difícil tarea la que estamos teniendo el jurado para combinar los criterios artísticos junto a los de innovación social. Diecisiete películas y documentales optan al premio este año. El año pasado premiamos ex aequo a 'Hive' y a 'Writing with fire'. El premiado de este año recogerá su galardón el sábado. Si al verla inspira a alguien a romper moldes o a crear una nueva solución a un problema social que aún no lo tiene, habremos acertado de lleno.