Julio Valdeón

A QUEMARROPA

Julio Valdeón

Periodista


Caminos turbulentos

20/06/2020

Coincide que apenas hemos sumado dos casos de coronavirus en Castilla y León con la publicación del nuevo disco de Bob Dylan. Dos acontecimientos desligados. Dos bengalas huérfanas. Hasta que aplicas el microscopio. Rough and rowdy ways, que hace el número 40 en la carrera dylanita, sigue la senda de otros clásicos suyos. Nacidos justo en mitad del polvorín de la historia. No necesitas remontarte a 1962, a una canción como A hard rain’s a-gonna fall, cóctel sombrío nacido bajo la paranoia de los misiles en Cuba y el más que fundado temor a que el planeta acabara reducido a cachitos de hierro y sangre. Basta remontarse hasta 2001, hasta un 11 de septiembre, fecha de publicación de un disco mayúsculo, Love and theft, y del atentado contra las Torres Gemelas. Aquella obra contenía una canción High Water (for Charley Patton) que homenajea al bluesman legendario y su vieja tonada, en dos partes, sobre las grandes inundaciones del río Mississippi de 1927. Una canción que era, es, pura distopía natural. Puro arrebato cósmico. Puro anticipo, prólogo, nudo, desenlace y epitafio del fin del mundo. Rough and rowdy ways llega también trufado de paseos crepusculares. Algunos directamente apocalípticos. Y como parece costumbre en los últimos coletazos del poeta, sobrevuela agarrado a la enésima crisis global. En este caso a la covid-19 debida, zoonosis letal, y a las sulfurosas, enfermas deyecciones de unos murciélagos perdidos por alguna cueva del sudeste asiático. Si quieren munición agorera hablemos de que en los surcos encontrarán también referencias al asesinato de JFK cruzadas con pronósticos de nuevos magnicidios, y que no faltan las plagas, los caballos de la muerte, los jinetes pálidos y mortales. Pero lo cierto es que no hay otra relación que la pura y bendita casualidad. Que en estos días de matizada alegría, con lo peor de la pesadilla poco a poco detrás nuestro, mejor que celebrar la pura dicha de seguir respirando que con un ardiente lingotazo de ese licor adictivo llamado Bob Dylan.