Los cirujanos del arte sacro

R.G.R
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Cinco restauradores de La Fundación Edades del Hombre trabajan desde el taller del Monasterio de Valbuena de Duero en la rehabilitación de esculturas, pinturas y distintas piezas de ermitas e iglesias de Castilla y León

Los cirujanos del arte sacro

Un antes y un después. Una imagen completamente diferente al entrar y otra al salir. Las piezas de arte sacro que traspasan las dependencias del taller de restauración de Las Edades del Hombre en el Monasterio de Valbuena de Duero cambian por completo. Cinco profesionales de las bellas artes hacen que las piezas revivan y tengan una segunda oportunidad. Silvia Lorenzo, Beatriz Martín, Pilar Bombín, Sonia López y Francisco Boldo son los cinco 'médicos' del arte sacro que trabajan día a día con distintas piezas y técnicas de rehabilitación para que el patrimonio religioso de Castilla y León recobre el esplendor de su originalidad. 

Es un trabajo meticuloso, minucioso y, sobre todo, paciente. La inmensa riqueza patrimonial de la Comunidad Autónoma hace que la labor sea inabarcable. Eso sí, muy gratificante. El hecho de recuperar y documentar una escultura del siglo XVI, un lienzo del XVIII o, por qué no, una silla del XII, y ver cómo recobran vida, cómo rejuvenecer, hace que se les llenen los ojos de  satisfacción al ver a los vecinos de un municipio recuperar sus tesoros patrimoniales. 

Un proceso que, en algunas ocasiones, se puede prolongar por espacio de un año. Todo comienza con la petición por parte del propietario de la pieza. Entonces, teniendo en cuenta los fondos con los que se cuente cada año, se pone en marcha el proceso de rehabilitación. Comienza en el mismo espacio donde se encuentre la obra. Hasta allí se desplaza alguno de los restauradores de Las Edades. «Todos hacemos de todo y podemos ir cualquiera», relata Silvia Lorenzo, la directora. 

En un primer momento se realiza un análisis del estado de la pieza para conocer su conservación o las posibles manipulaciones que haya podido sufrir con el paso del tiempo. No siempre es exacto, sino que en numerosas ocasiones hay sorpresas inesperadas. Se documenta textual y fotográficamente cada uno de los pasos que se van dando. Los expertos del taller viajan también en el momento del traslado de la pieza hasta el Monasterio de Valbuena de Duero. Se suelen llevar en cajas especialmente forradas para evitar cualquier tipo de percance. 

«Nos hemos encontrado con muchas cosas raras», señala Lorenzo, «incluso con amputaciones o algunas roturas por caídas». Parece meridianamente claro que la manipulación humana de las piezas es la causante del mayor número de deficiencias y deterioros en las obras. «Aquellas que se han mantenido fuera del alcance de los humanos porque están colgadas a varios metros de altura se mantienen mejor».

Cuando cualquiera de los cinco restauradores comienza a trabajar en la obra lleva a cabo una análisis pormemorizado de las piezas para estudiar sus diferentes patologías. En algunos casos, especialmente en las piezas escultóricas, es necesaria incluso la contratación externa de alguna pieza a un carpintero para consolidar el trabajo. Luego comienza la labor de restauración propiamente dicha. Algunas veces se hace para que las piezas participen en algunas de las exposiciones de Las Edades, mientras que en otras la rehabilitación se hace simplemente por el estado de la pieza. 

Pilar Bombín está trabajando durante estos días en un Cristo perteneciente a la parroquia de la localidad extremeña de Coria. «Estoy haciendo una limpieza para recuperar la policromía original», relata. Poco a poco, con una paciencia infinita, no suelta su pincel y dos pequeñas cantidades de agua para reintegrar la policromía de esta pieza. Sonia López está realizando sus prácticas en el taller y esta semana rehabilita unos relicarios de la localidad burgalesa de Lerma. «Me está permitiendo trabajar con distintas piezas de madera policromada y estoy aprendiendo muchísimo. Es un lujo poder trabajar con tantas obras diferentes, que en otros lugares no puedes ver», comenta.  

Pinceles, garrafas, brocados, espátulas, ordenadores, tornillos, cepillos, alicates, martillos, serruchos, escuadras… Son cientos los utensilios que se pueden observar en alguna de las mesas y los 'cirujanos' encargados de las piezas no dejan en ningún momento de centrar sus ojos y sus herramientas. «Con algunas podemos estar un mes y con otras incluso el trabajo se puede prolongar durante uno año», comenta la directora. La carga de trabajo depende también del convenio con la Diputación de Valladolid y del tiempo que reste para la inauguración de una nueva exposición. «Algunas veces pensamos que no llegamos a tiempo, pero al final sacamos el trabajo adelante». 

Francisco Boldo trabaja en la planta baja del edificio. Es el encargado de las piezas de gran tamaño. Aquellas que impresionan con solo mirarlas. Grandes obras pictóricas, piezas de retablos o esculturas enormes. El trabajo es el mismo, pero se podría decir que requiere algo más de paciencia. «Hago lo mismo que mis compañeros, pero en otro formato», matiza. La posiciones de los restauradores durante sus horas de trabajo siempre es simular. Cabeza agachada, pincel o bisturí en mano y mirada clavada en la pieza. 

El trabajo de documentación también es sumamente importante. Los informes que se preparan son muy extensos para que todas las actuaciones, visibles o no, estén reflejadas. Las técnicas de recuperación actuales se encaminan hacia la diferenciación entre la pieza original y lo que se ha restaurado. De esta forma, en el taller marcan de forma imperceptible para los ojos inexpertos cada una de las piezas. «Cuando se observa la pieza no se ven las técnicas, pero cuando se mira de forma detenida y de cerca se puede ver la diferencia para que quede constancia de la restauración». 

Las deficiencias que presentan las piezas suelen ser comunes y van relacionadas con el tramo humano, con la humedad existente en los iglesias y los insectos en el caso de la madera. Por ello, cuando los trabajos están restaurados se utiliza una cámara de hidrógeno para acabar con «toda vida» que habite en cualquiera de las piezas. «Mata toda vida que pueda haber. Suelen estar en la cámara que construimos nosotros con plásticos durante unos quince días». Las técnicas a utilizar para la reparación también son muy variadas, pero en todas hay una tónica común. La rehabilitación en busca del origen de la pieza en la clave. Eliminación de policromías, reparación de roturas, sustitución de marcos, mejora de las estructuras... y así un sinfín de acciones en busca del primer esplendor de la obra. 

Es impredecible saber cuántas piezas llegan al taller cada año. Los encargos van surgiendo con el paso de los meses y los municipios no tienen otra forma de afrontar mejoras en su patrimonio artístico que el convenio existente entre la Diputación de Valladolid y Las Edades. «Es una gran satisfacción cuando vemos las caras de la gente con las piezas».

Una vez que la pieza está completamente terminada se realiza el viaje a la inversa. Alguno de los trabajadores del taller acompaña la pieza para su entrega o para su colocación en las templos. Los traslados son un momento delicado y es necesario extremar las precauciones. La obra comienza así una nueva vida en su templo. Una vida proporcionada a base de paciencia y buen trabajo.