Comida casera en la avenida de los concesionarios

M.B
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El restaurante Caycabone se ha especializado en un menú del día bueno, bonito y barato, y en una tortilla de patatas de premio

Eva, en la cocina del restaurante Caycabone. - Foto: Jonathan Tajes

¿Quién dice que no se puede comer bien, barato y como en casa en una zona industrial, dedicada a la automoción y con pocas viviendas? Eso mismo debió pensar Adolfo Lorenzo cuando hace quince años decidió abrir un negocio dedicado a la hostelería en la avenida de Burgos, arteria plagada de concesionarios, en un local donde se situaba por entonces un muelle de carga. «No había nada, solo dos cafeterías y una de ellas en una gasolinera», recuerda.

Así, tras una larga y dura obra, sacando cinco camiones de escombros, teniendo que rebajar la altura del local dos metros... el 13 de diciembre de 2007 abrió sus puertas el restaurante Caycabone, hoy de sobra conocido por su menú del día y por su tortilla de patatas, finalista en 2016 del Concurso a la Mejor Tortilla de Patatas de Valladolid y provincia. 

Adolfo, conocido hostelero de toda la vida, con establecimientos, sobre todo de ocio nocturno (Mambo, Gabella en el Pasaje Gutiérrez, un bar en Torrevieja o el chiringuito de Simancas), quería dar un cambio a su vida y pasarse al día y a la restauración. Y así llegó su Caycabone, cuyo nombre viene aparejado al concesionario de Porche que se ubica en el local contiguo al suyo: «Por entonces era de mi suegro y jugamos con los nombres de los cuatro modelos que se vendían, Cayenne, Cayman, Boxster y el 911 (nine eleven), cogiendo las primeras sílabas de cada uno de ellos. E hicimos un guiño a los concesionarios con el logo, una taza de café con una servilleta que tiene los cuadrados como una bandera de F1. Estamos en un entorno con concesionarios. Lo quisimos orientar a ello. La decoración de dentro son todo fotos de coches».

Apostaron, desde sus inicios, por un menú del día barato y de calidad. Primero con la madre de Adolfo, Nieves, a los mandos de la cocina: «Estuvo hasta 2016, cuando entró Sara, que es la que está ahora, junto a Elena, en los fogones». Su idea era acercar la comida casera, «la que me preparaba mi propia madre cuando era niño», a la clientela. El padre de Adolfo, Eusebio, se encargaba de ser 'el bróker' del negocio.

Su ubicación es la que manda: «Solo abrimos días laborables. Ahora hay más viviendas, pero hace 15 años solo talleres, comercios... y los festivos no hay nada. Luego, a la gente le gusta tener un menú, casero, sano y relativamente rápido. La gente tiene poco tiempo». Por eso, desde sus comienzos y hasta la actualidad, descartaron ampliar con una carta o abrir por las noches. De hecho, su horario es de 7.45 a 21.30 horas, de forma ininterrumpida, de lunes a viernes; y sábados, de 9.00 a 14.30 horas. «No damos cenas», matiza.

Con cinco primeros y cinco segundos a elegir, más bebida y postre o café, por 13 euros -«lo hemos tenido que subir hace unos meses de 12 a 13 euros por el aumento de precios de los productos, pero creemos que aún está muy ajustado por la calidad que damos»-, siempre ofertan de primero una ensalada, verdura, pasta o algo de cuchara.; y de segundo, ternera, pollo, cerdo y pescado: «Además, hay opciones para celiacos. Creemos que es un menú variado y si quieres comer sano, puedes».

Con capacidad para 56 comensales en el comedor interior y otros 24 en su terraza, lentejas, patatas a la importancia, garbanzos con callos, cocido, costillas con patatas... los guisos son parte de sus destacados, aunque la tortilla de patatas les ha dado un nombre en toda Valladolid: «Tenemos clientela de los barrios de La Victoria, Puente Jardín y La Overuela, pero nos viene mucha gente de otros por la tortilla. Además nuestro núcleo son trabajadores de la zona y comerciales». Esa tortilla se caracteriza por estar poco cuajada y por su cebolla muy pochada: «Somos pro cebolla, no hay tortilla sin cebolla». Preparan entre 15 y 25 al día. Y acompañan al pincho, como guiño a la clientela, con unos torreznos: «Pero hay que venir pronto, porque aunque hacemos 5 kilos, se acaban muy rápidamente». Junto a ella, no faltan los montaditos y la ensaladilla rusa. Con David y Eva como almas máter detrás de la barra.

«Probablemente es uno de los negocios (he tenido 11) al que más cariño le tengo», asegura Adolfo.