Navidad: lo que fuimos y lo que somos

Óscar Fraile
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La celebración de estas fiestas ha evolucionado al mismo ritmo que lo ha hecho la sociedad, con la adopción de nuevas costumbres, como el alquiler de casas rurales, el encargo de la comida y la convivencia de los Reyes Magos y Papa Noel

Navidad: lo que fuimos y lo que somos

No por ser menos habitual, la estampa deja de ser familiar. El árbol de Navidad luce al fondo mientras abuelos, padres, nietos y sobrinos comparten confidencias y risas en torno a la gran mesa que preside el salón. Los más pequeños corren y arman bulla en una casa grande, generalmente la de los abuelos. No hay móviles, los familiares hablan entre sí y se conforman con la escasa oferta televisiva. Quizá el especial de Martes y 13. Todo un acontecimiento.

Esta escena podría resumir lo que sucedía en cualquier casa española a mediados de los 80 en Nochebuena y Nochevieja. Desde entonces, mucho han cambiado las cosas. Las reuniones ya no son tan multitudinarias, y no porque se haya perdido la tradición familiar, sino porque, simplemente, las familias ahora son mucho más pequeñas. Como lo son las casas.

Por lo pronto, reunirse en una casa familiar ya ha dejado de ser un ritual casi sagrado. Cada vez es más frecuente alquilar un alojamiento rural para que nadie tenga que cargar con el trabajo de preparar y recogerlo todo. Y para tener más espacio. El presidente de la Asociación de Empresarios de Turismo Rural de Valladolid, Luis Chico, asegura que «actualmente es imposible encontrar una casa de 16 plazas para Nochevieja o Nochebuena». Precisamente las más grandes son las más demandadas. Las primeras reservas suelen comenzar después del verano para encontrar un buen precio, porque, a medida que escasean, es habitual que algunas se encarezcan, ya que hay mucha demanda. Tanta, que incluso las casas rurales ilegales, es decir, las que no están registradas como tal, lo aprovechan, tal y como denuncia Chico.

Por otro lado, si hace algunas décadas era impensable celebrar estas fiestas fuera del ‘refugio’ familiar, todavía lo era más utilizar estos días para hacer un viaje. A no ser que fuera al pueblo en el que todos se reunían. Pero de un tiempo a esta parte Navidad se ha convertido en una época tan propicia para hacer turismo como el verano. Turismo navideño. De hecho, muchos touropeadores están especializados en ofrecer paquetes específicos con esta temática. Desde viajar a Laponia para ‘conocer’ a Papa Noel hasta hacerlo al desierto de Merzouga, en Marruecos, para replicar los pasos que siguieron los Reyes Magos. «Este año saldrán 20 aviones desde toda España para hacer el viaje de Laponia», asegura el presidente de la Asociación de Agencias de Viajes de Valladolid, Pablo Parrilla. Hay otro perfil de personas que aprovechan para hacer turismo religioso en Jerusalén, con el objetivo de ver la Basílica de la Natividad en Belén. Otros, menos espirituales, buscan el buen tiempo. «Para este tipo de cliente Canarias o el Caribe son las dos grandes opciones para garantizarlo», dice.

También hay otro grupo de personas al que le gusta experimentar cómo se vive la Navidad o el Año Nuevo en otros países. Roma y París suelen ser dos de los destinos más habituales, además de los mercados navideños de diversos países europeos. Otra opción es vivir la Nochevieja en Time Square de New York.

Otra de las tendencias de los últimos años es evitar las maratonianas jornadas en la cocina para dar de comer a todo el mundo. Muchas empresas han visto una oportunidad de negocio y ofrecen menús navideños para que las familias lo tengan todo solucionado de antemano, aunque salga un poco más caro. El Corte Inglés se ha unido a esta moda y permite reservarlo con antelación. Ofrece entrantes que van desde una crema de cigalas hasta un hojaldre relleno de bogavante, con principales como la pierna de cordero lechal, el confit de pato y la caldereta de rape con carabineros.

Hay otras empresas que ofrecen menús navideños muy ajustados de precio. Por ejemplo, Comencasa, ubicada en Parquesol, propone un pastel de cabracho o crema de nécoras de entrante, una brocheta de lomo madurado con verduras y salsa de hongos, o medallón de merluza en salsa verde con almejas, como principal, y un flan de turrón o una tarta de queso y culis de frambuesas de postre. Todo por 18,50 euros dentro de un menú con mucha más variedad.

Incluso existe la opción de contratar a un cocinero para que vaya a casa de cualquiera a preparar la cena. Esta idea se le ocurrió hace un año y medio al chef Alberto Simón Picazo. En realidad lo que buscaba era traer a Valladolid lo que ya existía desde hace años en «ciudades más cosmopolitas», como las del Levante español. «La acogida ha sido muy buena», reconoce, aunque al principio tuviera que invertir bastante en publicidad para darse a conocer. 

La mecánica es sencilla. Si los clientes le piden una cena concreta, él se encarga de darles un presupuesto en base a esos productos. Si los comensales prefieren fijar un presupuesto por persona y dejarse asesorar, él también elabora una propuesta de menú. «He llegado a cocinar de todo, desde unos huevos fritos y unas sopas de ajo a cosas más sofisticadas, como carabineros rellenos de foie», recuerda.

Simón ofrece este servicio todo el año para fechas especiales como eventos de empresas, regalo del día de los enamorados, cumpleaños, bodas de plata, etcétera. Evidentemente, también en estas fechas. Aunque este año no trabajará en Navidad ni Nochevieja porque fue padre hace poco, sí que elaborará los días previos menús en varias casas para que las familias lo congelen o lo conserven envasado. Su trabajo le obliga a adaptarse a cada cocina, aunque siempre lleva algunas herramientas que no son frecuentes en los hogares, como el roner para cocinar a baja temperatura. El presupuesto más habitual que maneja, entre 30 y 35 euros por persona.

Hay otros muchos aspectos en los que la Navidad se ha renovado. Las tarjetas de felicitación que antes colgaban del árbol se han transformado en mensajes de Whatsapp cada vez más estandarizados. Los villancicos han quedado acorralados por las nuevas canciones navideñas, más modernas, y por ritmos latinos. Y los intocables Reyes Magos se han visto obligados a compartir protagonismo con Papa Noel. Quizá por eso también se han multiplicado los regalos que reciben los niños. De la bicicleta o el Scalextric que acaparaba la atención de un niño durante meses se ha pasado a lo que los psicólogos definen como el ‘síndrome del niño hiperregalado’, que hace que los más pequeños no valoren en su justa medida lo que supone un presente y se dediquen a abrirlos de forma casi mecánica. La evolución en la forma de regalar también se ha notado con la implantación del ‘Amigo invisible’, un juego mediante el cual se sortea quién regala a quién dentro de un grupo cerrado para que nadie se quede con las manos vacías y todos hagan solo un regalo. La televisión también ha evolucionado del clásico navideño de Martes y 13 a una guerra de cadenas en la que los rostros más populares dan la bienvenida al Año Nuevo. 

Es, en definitiva, una nueva forma de vivir la Navidad que, en cierta medida, es un fiel reflejo de lo que España ha evolucionado en estas décadas.