Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Un suicidio

03/06/2019

Tan entretenidos estábamos contando concejales y haciendo sumas para ir poniendo nombres   a   las   alcaldías,   cuando,   de   pronto,   una   de   esas   noticias   que   te   dejan impactado para un buen rato, se abrió paso como si fuera una flecha llena de maldad. Resulta que una mujer, todavía muy joven, casada y madre de dos niñas, se había suicidado de forma repentina. Ni siquiera digo que decidió suicidarse, porque intuyo que, en muchas ocasiones, el suicidio no es el resultado de una decisión, en el sentido más   estricto   de   acto   voluntario,   sino   de   un   impulso   con   un   nivel   elevado   de irracionalidad.       
Todo   parece   indicar   que   se   trataba   de   una   reacción   impulsiva   frente   a   un acontecimiento verdaderamente sangrante: había entrado en la red una grabación íntima, de contenido sexual, realizada a la mujer años atrás y el video circulaba por los conocidos canales, incluidos grupos de whatsapp de compañeros de trabajo. Cuando la mujer lo supo, y percibió el ambiente creado en torno a ella, no pudo resistirlo y se suicidó. A falta aún de una investigación que aclare las circunstancias, se especula sobre si la grabación pudo hacerla ella misma o si se hizo con su consentimiento, si la difusión pudo deberse a un error propio, si estaba relacionada con algún tipo de chantaje, si se hizo a modo de broma, o para hacer una gracia, o lo que fuera.
Como si todo eso importara mucho. Porque lo importante, tras detestar la desgracia ocurrida, es comprobar otra vez la capacidad de hacer daño que puede esconderse en técnicas  de   comunicación  masiva  que   generalmente  consideramos  como  avances espectaculares. Detrás puede haber inconsciencia o maldad, ambas en grado sumo; y hasta cabe pensar que el eventual difusor, o quienes fueron ampliando el círculo de receptores del video, jamás pudieron suponer que el desenlace fue el que fue. Tanto da. Decidieron amplificar una intromisión en la intimidad ajena, a lo que no obsta que la grabación fuera consentida en su momento. Y esto es lo alarmante, lo fácil que es jugar con la sensibilidad de otros, poniendo en riesgo su dignidad. A veces, su vida, como fatalmente ocurrió en este caso, tan lamentable y tan trágico.