José Antonio de Santiago-Juárez

Frente al diván

José Antonio de Santiago-Juárez


La indignación acecha al poder

06/05/2022

En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, vivida como un referéndum entre la antipatía (Macron) y el miedo (Le Pen), hemos asistido al enfrentamiento entre el extremo centro y la extrema derecha, ganando el primero. Los dos grandes partidos tradicionales quedaron reducidos a la nada en la primera vuelta. La decadencia de los partidos clásicos, definitivamente, ha cristalizado.
Hace apenas cinco años, el presidente de la República era el socialista Hollande y en estas su partido apenas ha alcanzado el 2% de los votos, el peor resultado tras la resaca de mayo del 68, donde se pretendió que la imaginación alcanzase el poder sin conseguirlo, pero poniéndole nervioso. El resultado de la derecha moderada ha sido un descalabro, alcanzando siquiera el 5%, siendo esta la formación política que más años ha gobernado durante los 64 años de la V República. Ahora ha sido la indignación la que ha acechado al poder. Otras frustraciones sociales, muy diferentes a las de finales de los 60, hacen que la sociedad francesa no se sienta representada por los partidos clásicos.
La crisis económica de 2008 y el desprestigio de la política de los últimos años son, entre otras, las causas del descontento, el hartazgo, la desesperanza, el desencanto, las expectativas frustradas, las marcadas desigualdades, las dificultades del fin de mes, el miedo al descenso de categoría social, la pérdida de poder adquisitivo y los que se ven y se sienten perdedores. Todo esto ha hecho posible el auge de un populismo extremista que surge del interior de la vieja izquierda y la vieja derecha.  Estos movimientos fueron los mismos que dieron la victoria a Trump, aprobaron el Brexit en Reino Unido y han provocado que un 42% de los franceses voten a Le Pen, acercándonos a un 'Frexit' de consecuencias impredecibles para la Unión Europea. En España, estas corrientes sociales han tenido su momento clave en el 15-M para los movimientos de extrema izquierda y en el procés catalán para los de extrema derecha.
Castilla y León no ha quedado al margen de estas corrientes y, recientemente, hemos asistido a un pacto de gobierno entre el centro derecha y la extrema derecha, fruto de las elecciones del 13 de febrero. El adelanto electoral de Mañueco, además de estatutario, es razonable. La potestad del presidente de disolver las Cortes y adelantar elecciones cuando considera que no existe estabilidad parlamentaria ni política dentro del ejecutivo, es comprensible y no una excepción. En España, desde la instauración de la democracia, nueve de las catorce legislaturas nacionales han acabado con adelanto electoral.
Sin entrar en deslealtades o posibles mociones de censura que desconozco, lo que era evidente es que la situación del gobierno pasaba por momentos turbulentos. La sección de Ciudadanos estaba cuestionando la atención primaria de salud en el medio rural y tensionando gratuitamente el diálogo social, dos señas de identidad de nuestra Comunidad Autónoma. Estos motivos, por si solos, justificarían un adelanto electoral, cuyo resultado es bien conocido.
Mucho se ha dicho sobre el pacto con Vox. Quizás, debería de refrescar algunas lecciones la diputada socialista, ex ministra y profesora de Derecho Constitucional, Carmen Calvo, quien ha llegado a dudar sobre la constitucionalidad del acuerdo. También se ha repetido hasta la saciedad que Vox es un partido antidemocrático. Conviene recordar que Vox es un partido extremadamente conservador, que cumple la Ley de Partidos y que ha entrado en las instituciones por la voluntad libre y democrática de los ciudadanos. Y prueba de ello son los 212.000 votos de castellanos y leoneses que les han dado su confianza y a los que muestro mi más profundo respeto. El desacuerdo con algunas de sus ideas, o incluso con todas, no puede hacernos olvidar que, al menos hasta ahora, respetan las reglas del juego democrático y la Constitución. 
No me gustan nada sus ideas sobre la inmigración, el rechazo al modelo autonómico, su tibieza con la violencia de género y algunos derechos civiles, su euroescepticismo, su apropiación de la bandera envolviéndose en ella, su concepto de la paridad, sus dudas sobre el diálogo social y su cordón sanitario a ciertos medios de comunicación. No me gustan ni suavizando su discurso y su imagen como ha hecho Le Pen, llegando para ello a 'matar al padre' en terminología freudiana. El blanqueamiento de las ideas siempre debe ir acompañado de la convicción.  
Estamos al principio de una nueva legislatura. El tiempo nos dirá cómo es la convivencia entre los socios. El camino no será fácil y encontrarán precipicios. Lo primero que nos dará una idea de este pacto será la elaboración de los nuevos presupuestos y las elecciones municipales de mayo de 2023. Superar este último escollo será la prueba de fuego. Vox tiene el escaparate y tendrá prisa por lucirlo antes de las elecciones andaluzas del 19-J; a la Junta se la someterá a un Gran Hermano y Mañueco, la Presidencia. Los ciudadanos valorarán los resultados.