Marcelina Poncela, valiente y decidida

Jesús Anta
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Jesús Anta nos acerca la vida de esta vallisoletana que nació en el año 1864 en la calle Vega, en el seno de una familia humilde cuyo padre era un artesano oriundo de Bercero, municipio vallisoletano

Marcelina Poncela. - Foto: Del libro Retrato de Marcelina Poncela

Marcelina Poncela  nació en 1864 en la calle Vega,  de Valladolid, en el seno de una familia humilde cuyo padre era un artesano oriundo de Bercero, municipio vallisoletano.

Si hubiera que resumir en brevísimo espacio su trayectoria profesional y vital, podríamos hacerlo diciendo que fue profesora de maestras y artista reconocida que abordó todos los temas y todas las técnicas. 

Huérfana de madre a los tres años,  fue criada por su abuela paterna, pero su padre estuvo muy atento a su educación pues pronto apreció en ella especiales cualidades intelectuales y artísticas (incluso le compró un piano),  de tal forma que compaginó su formación como Maestra Superior (título que obtuvo en 1881), con las clases en la Escuela de Bellas Artes de Valladolid: fue alumna de José Martí y Monsó y a lo largo de sus estudios obtuvo varios premios.

Destacó de entre el alumnado y eso le facilitó obtener becas de la Diputación y del Ayuntamiento para continuar y perfeccionar su formación.

En 1882, a raíz del fallecimiento de su padre, y como aún  era menor (18 años), quedó bajo la tutela del esposo de su tía Ysidra. El matrimonio vivía en Madrid, por lo que Marcelina  se trasladó allí a vivir, donde siguió compaginando sus estudios de magisterio con los artísticos. Necesitó de una dispensa de la Casa Real para poder ingresar en 1884 en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, donde tuvo de profesor al excepcional paisajista Carlos de Haes.

Contrajo matrimonio con Enrique Jardiel en 1894 en Zaragoza, donde la prensa la presentó como «bella señorita y laureada artista vallisoletana». Fue madre del que llegara a ser famoso dramaturgo Enrique Jardiel Poncela. El matrimonio inculcó a su prole el gusto por el arte y la cultura, por eso  fue educada en la Institución Libre de Enseñanza, y sus hijas estudiaron Magisterio y Comercio, en una época en que las mujeres apenas se las enseñaban las cuatro reglas y a leer.

Compaginó su profesión de profesora en la Escuela Normal de Maestras, de Zaragoza, con su carrera artística, impartiendo clases particulares de dibujo y pintura.

Marcelina tuvo la gran valía y suerte de ver en vida como se reconocía su obra. Participó con sus óleos y dibujos en los certámenes más importantes de España, como eran los del  Círculo de Bellas Artes de Madrid, y los  de la Exposición Nacional de Bellas Artes (en la que obtuvo varios galardones), y fue invitada a la Exposición de Pintura Española celebrada en San Petersburgo en 1900. Fue fundadora de la Asociación Española de Pintores y Escultores.

Su vida también estuvo ligada al pueblo de Quinto de Ebro, donde pasó muchas temporadas. Allí falleció en 1917 y está enterrada en su cementerio.

En el libro ‘Retrato de Marcelina Poncela’, de la doctora en Historia del Arte María Dolores Cid Pérez, publicado en 2009 y fruto de su tesis doctoral, se puede leer lo siguiente: «fue una mujer valiente y decidida que siempre tuvo muy claro que lo que quería hacer en la vida era pintar, y no dudó en atreverse a irrumpir en el mundo artístico decimonónico, que era masculino, y tratar de hacerse un hueco en él».

Profeta en su tierra

A pesar de no residir en Valladolid durante buena parte de su vida, no perdió el contacto con su ciudad natal, gracias a la correspondencia con una amiga que la tenía al tanto de las noticias vallisoletanas. Además,  participó con sus cuadros en las exposiciones que se llevaban a cabo durante las Ferias y Fiestas de Septiembre. Exposiciones en las que se codeaba con destacados artistas como Anselmo Miguel Prieto o Aurelio Carretero. Podemos decir que sí fue reconocida en vida por sus paisanos, y de esto valga contar la anécdota de que en el año 1902, la Comisión de Gobierno del Ayuntamiento proponía rechazar la compra de dos de sus cuadros alegando falta de presupuesto, pero aun así, el pleno municipal votó a favor de que se adquirieran los cuadros. Por suerte, algunos de sus cuadros, sean copias de los del Museo del Prado de su época de estudiante, o de creación propia, se conservan en Valladolid en el Ayuntamiento y en la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción.