Uno de los clásicos de la ruta del centro

M.B
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La Taberna El Pozo lleva 34 años abierto en la calle Campanas, con sus tablas, sus embutidos, sus canapés y ahora su extenso menú diario

Miguel, en la plancha de la Taberna El Pozo. - Foto: J.T.

Aunque Valladolid no tenga una calle Laurel como la de Logroño o un barrio el Húmedo como el de León, sí cuenta con un selecto grupo de restaurantes y bares que en los años 90 y posteriores relanzaron la ruta de tapas y pinchos por el centro de la capital. Uno de ellos es la Taberna El Pozo, ubicado en la calle Campanas, número 2. El pasado 2 de junio hizo 34 años que levantó la persiana por primera vez de la mano de Juanjo. Y hoy, aunque se encuentra en venta, lo sigue haciendo su mujer, Mayte Gómez, y parte de su familia. «Somos casi todos familia y los que no, se consideran también», reconoce Mayte. 

Juanjo trabajaba en la plancha de La Criolla cuando quiso dar un paso más. A pesar de superar los 20 años por unos pocos, se decidió a buscar un local donde poder ofrecer tablas, embutidos y canapés. Y dio con el que aún les acoge. Con dos plantas, una pequeña arriba y otra abajo, a modo de comedor, el nombre viene por el pozo que se encuentra en la segunda (aún hoy se puede ver aunque lo tienen tapado).

Junto a Juanjo, a los pocos meses se unió su hermano, José Manuel; y un par de años más tarde comenzó Mayte, primero los fines de semana.

La Taberna El Pozo ha mantenido su apuesta por esas tablas –en aquella época muy demandadas–, por los embutidos y los canapés, aunque ha ido ampliando su oferta, a guisos y menús del día. Hace veinte años crecieron, cogiendo otro local aledaño, con comedor a pie de calle. Y con la crisis de 2008 introdujeron los primeros menús, cantados por los camareros. 

En 2014, ya con Juanjo solo, comenzaron con un menú mucho más amplio, llegando al actual, con el que funcionan tanto al mediodía como a la noche, con 22 primeros, 13 segundos y un precio de 15.50 euros al mediodía y de 17,50 por las noches (los fines de semana sube a 18 y 20): «Es un menú siempre igual, aunque pueda haber alguna variación en función del mercado y también de precio, con algún incremento dependiendo del producto».

Para llevarlo a la mesa cuenta con tres personas en cocina, con Isabel como la veterana; y con Miguel (hermano de Mayte), en la plancha. Plancha en la que estuvo muchos años Juanjo, hasta que un problema de salud le obligó a dar un paso a un lado.

La Taberna El Pozo no solo fue uno de los clásicos en esa ruta del tapeo; también fue parada y posta con sus tablas (de carne o de marisco o mixta) y hoy triunfa con ese extenso menú. Ahora tienen cerrada la barra y el comedor inferior, aunque mantienen el ritmo de trabajo con la terraza, con una decena de mesas; y el comedor aledaño, para algo más de 20 comensales, donde sobresalen las pinturas de Jesús Ruiz Loinaz, de agricultura o relacionadas con los vinos; y de Esperanza del Amo, más paisajísticas. «La pandemia nos afectó a todos. Por ejemplo, a nosotros con el tema de la barra; pero al tener una terraza en la que no te mojas, atrajimos a otros clientes que no nos conocían», apunta Mayte. Abren en verano todos los días menos martes por la tarde y miércoles, mientras que en invierno cierran todas las tardes, menos jueves, viernes y sábado.

Se consideran un restaurante de cocina tradicional castellana y entre sus clásicos destacan el revuelto de boletus, el rabo al vino tino, las carnes maduradas, las chuletillas, los callos o los caracoles, además del arroz negro con calamares o los chipirones a la plancha. Pese a no tener barra, ofertan tapas y pinchos por las tardes (y ahí no fallan algunos como el morcón). Su ubicación, en esa ruta del tapeo del centro, hace que tengan clientes de casa y muchos de fuera. Y aunque está a la venta, aseguran que trabajarán igual «hasta el último día».