Plaza de la Rinconada: Un enclave muy vallisoletano

Jesús Anta
-

Plaza de la Rinconada: Un enclave muy vallisoletano - Foto: Jonatan Tajes

Siempre fue muy concurrida la Rinconada, y de este lugar se tiene noticias desde el siglo XIII. Documentos en la que se la cita  con el nombre de ‘la Rua’.

Parece que lo de Rinconada viene de cuando en esta plaza había algunas construcciones de irregular trazado que formaban grandes rincones. Y lo de concurrido, de que fue sitio de posadas y mesones para las personas que venían al mercado, y de que aquí estaban los puestos que vendían el pescado, por lo que también se la conoció como de ‘la Red’ (por aquello de las redes con que se pescaba en el Pisuerga), pues no hemos de olvidar que hasta que se fue popularizando el pescado de mar, lo que mayormente se consumía era de agua dulce, y qué mejor lugar para su captura que el mismo Pisuerga.

Aquel mercado de la Red fue ampliando su oferta y terminaron por instalarse carniceros  y puestos de venta de tocino, aves y otros productos: por eso terminó por hacerse en las inmediaciones del lugar el actual mercado del Val, uno de los tres promovidos por el alcalde Miguel Íscar.

Y por si con aquellas actividades hosteleras y comerciales no hubiere suficiente trasiego, en la reconstrucción que de todo el entorno se hizo tras el incendio de 1561, en este punto se construyó una alhóndiga, es decir un almacén de cereal. Este almacén, principalmente de trigo, proveía de grano a los panaderos en tiempos de malas cosechas y de simiente para la siembra a los labradores que no hubieran tenido buenos resultados en la recolección de la temporada anterior.

De la existencia de la alhóndiga dan fe los arcos de piedra  y las columnas cuadradas que se ven frente de la Casa Consistorial,  al lado de donde hasta 2008 estuvo la afamada farmacia del doctor Bellogín, cuya actividad  venía desde 1839. E incluso antes, pues los Bellogín ya ejercían de boticarios  en el  siglo XVIII  en el desparecido Hospital de la Resurrección.

El número uno de la plaza lo ostenta el Ayuntamiento que también ha conocido los cambios de los tiempos, pues antes, en sus bajos estaba el servicio de bomberos y el cuartelillo de la Policía Municipal. Entre este edificio y el de Correos está la calle de Jesús. Una calle que tuvo que ensancharse para mejorar la comunicación entre la plaza Mayor y el mercado del Val, para ello se optó por retranquear la fachada de la iglesia de Nuestro Padre Jesús Nazareno, por eso luce desde 1885 una fachada levantada en ladrillo, que primero fue de piedra.

Mas, antes de continuar prestando atención a otros lugares de la plaza hay que dejar constancia de la fuente escultórica de Pedro Monje titulada ‘Los colosos’, que representa un alegórico homenaje a las personas que  contribuyeron a la construcción de Valladolid. Y sirve también para dejar constancia de que en esta plaza de siempre hubo una fuente, alimentada por las arcas reales,  de gran servicio para el vecindario y los comerciantes.

El edificio de correos es una construcción de traza palaciega de la década de 1920 que en los sesenta sufrió una desafortunada  modificación que eliminó la artística balaustrada de coronación y la torre que le daba un bello aire monumental.

Y frente a Correos se abre la perspectiva de la iglesia y convento de San Benito. En las paredes del antiguo convento, luego cuartel y ahora dependencias municipales, se marcan las humedades que trepan por la piedra de la fachada, procedentes del ramal de la Esgueva que pasa por debajo del edificio. El convento comenzó a formarse en el siglo XV sobre los restos del viejo alcázar de los reyes de Castilla que Juan II donó a los benedictinos. De aquel alcázar real dan testimonio unas piedras que se han instalado sobre el pavimento junto a San Benito mirando hacia la plaza del Poniente.

Finalmente, el moderno edificio de las oficinas de VIVA, que hace esquina con la calle de San Benito, tuvo que vérselas y deseárselas para integrarse con una construcción contemporánea sin desentonar en este espacio, junto a casas del siglo XIX.  

Se puede afirmar que la plaza de la Rinconada es un lugar agradable y de sabor muy vallisoletano.