Muchos matices en Villa del Prado

M.B
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Juan Carlos Jiménez nos descubre un gastrobar de barrio, el Verde Oliva, con sabores poco habituales, con técnicas sencillas pero innovadoras

Juan Carlos Jiménez, en la cocina del Verde Oliva. - Foto: Jonathan Tajes

Ya solo el nombre da alguna pista: Verde Oliva. Juega con lo mediterráneo, con los sabores... y los matices. No es el único local de un grupo de restauración que cuenta con más en la ciudad y que en breve tendrá otro. Abierto el 28 de agosto de 2019, acaba de cumplir tres años en la plaza Juan Pablo II del incipiente barrio de Villa del Prado. Desde allí invitan a jugar con sabores poco habituales en restaurantes de barrio, con técnicas sencillas pero innovadoras. 

Juan Carlos Jiménez es su jefe de cocina. Se incorporó al proyecto hace un año y medio. Tras estudiar en la Escuela de Cocina Fernando Pérez, pasó por varios restaurantes de la ciudad, como el Villa Paramesa... antes de probar suerte fuera de Valladolid, en Canarias o en el Azurmendi en el País Vasco. Volvió a casa y entró como jefe de cocina en el restaurante del Museo de la Ciencia, para seguir con el Gastrolava, tres años en la Botica de Matapozuelos y luego en Alquimia. «En marzo de 2021 necesitaba un cambio tras todo lo vivido en la pandemia. Dejé un poco de estar tanto en la cocina para entrar en el Grupo Matices y gestionar sus cartas, sus platos...», señala.

Así entró en Marengo, Verde Oliva, Amarillo Limón y Miel Mostaza, los cuatro locales del grupo, que en breve serán cinco con el Azul Mediterráneo en Arco Ladrillo: «La idea de todos es que sean como bares de barrio con una importante oferta gastronómica».

Así, el Verde Oliva, que gestiona el grupo con Juan García, comenzó siendo más de hamburguesas, wraps y raciones... para cambiar con la entrada de Juan Carlos: «Lo hicimos hace un año e intentamos acercar a la clientela sabores poco habituales en barrios, sin hacer técnicamente nada raro. Buscamos innovación con sabor y presentaciones cuidadas».

Así, en su cocina se puede preparar un cocido –los viernes de invierno– con un Antojito de Somo, una tostada de anchoa, que surgió de la pareja de uno de los socios: «El nombre viene por Virginia, que le gustaba mucho un plato de la zona del cantábrico muy similar».

A lo largo del verano han dejado de ofertar un menú que volverá tras los días de calor. En él, cuentan con un plato de la carta más postre o café por un precio un poco más asequible. 

Con cinco personas en cocina, Juan Carlos se encarga de esa carta: «La cambiamos bastante, en función de la temporada. Y también cuando probamos algo que nos gusta, buscamos reinterpretarlo y lo introducimos en esa carta». En ella destaca el concepto 360 grados, con desayunos con mucho éxito (con más de una docena de opciones), comidas y cenas.

Abierto todos los días del año, cuenta con una capacidad para unos 40 comensales en su interior y con 30 mesas en su exterior, con una terraza cubierta y otra al aire.

Entre sus destacados está el menú cachopo, con croquetas y tigres, ensalada de ventresca, cachopo (de cecina con queso de cabra) más bebida por 39 euros para dos personas; el cocido de invierno, el antojito de somo, la pluma ibérica (con patatas revolconas y brócoli frito con chimichurri)... pero, además, tienen pokes, mantienen las hamburguesas, «con pan de Astorga y jugando mucho con las salsas» y los wraps...

Su clientela, por la ubicación, es más de Villa del Prado: «Sobre todo gente joven». Y, a pesar de llevar tres años, ya tienen dos premios en los Concursos Provincial de Pinchos: este 2022, al mejor pincho elaborado con alimentos de Valladolid, al 'Triticum'; y en 2021, el de Bronce por 'Perenne'. «Queremos que pruebes nuestra carta, te sientas 'mediterráneo', y encuentres en Verde Oliva un lugar donde perderte, o donde encontrarte...». Pues eso.