Ciñera aún es minera

Ical
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Sergio Canga y Raquel Moledo firman un gran mural que refuerza las señas de identidad de la localidad leonesa

Ciñera refuerza su esencia con un gran mural. - Foto: Peio García (Ical)

El recuerdo a las seis víctimas mortales del siniestro que en octubre de 2013 escribió la última página de las peores tragedias de la Sociedad Anónima Hullera Vasco Leonesa o el quiosco con forma de lámpara ubicado en la plaza de la iglesia son algunos de los elementos que mantienen vivo el espíritu minero en Ciñera de Gordón. Ahora, un gran mural en el lateral de un céntrico edificio aporta un nuevo y vistoso elemento que contribuye a remarcar las señas de identidad de un pueblo que nunca perderá esa esencia. 

El Faedo, el coqueto bosque de hayas de Ciñera, descubre a sus visitantes, gracias a la imaginación de Josefina Díaz plasmada en el cuento 'Haeda', el origen del carbón y no lejos el castillete del Pozo Ibarra y su entorno, declarados Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de conjunto etnológico en el año 2011, sucumben al paso del tiempo y del olvido institucional.

Ciñera y sus gentes son todavía mineras, aunque las decisiones políticas rubricasen el finiquito del sector, y el arte es la herramienta que viene a recordar un pasado reciente próspero y sin la dependencia energética que ahora amenaza los bolsillos de buena parte de la población. 

Después del trabajo realizado también en un lugar destacado de la vecina Santa Lucía de Gordón, el artista urbano Esecé, Sergio Canga, vuelve a compartir espacio con Raquel Moledo Montiel para plasmar en una pared de unos 90 metros cuadrados de superficie un nuevo homenaje a la mina y as sus protagonistas. Para ella, de 23 años, natural de León y nieta de un minero que dejó su vida en la zona de Cistierna por un escape de grisú, es su segunda experiencia sobre esta temática. Sergio, de 37, natural de Ciñera, ha hecho algún trabajo para particulares en la zona y tiene alguno más pendiente. 

Una lámpara, un casco y un minero protagonizan la nueva obra, acompañada de una frase propuesta por un vecino, Juan Carlos Lorenzana, a quien su memoria y experiencia le han llevado a concluir que "Allá abajo, en el corazón de la tierra, la luz que más brilla es el minero".