Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


Los 2.000 euros de Pablo

12/02/2022

Hace unos días, en el transcurso de uno de esos mítines de campaña en sillitas que tan de moda ha puesto la pandemia, el líder en la sombra de Podemos aprovechaba un acto electoral en León para hablar sobre el mundillo del periodismo de esta Comunidad. Pablo Iglesias dejaba entrever que aquí todos escribimos al dictado porque la Junta da no sé cuántos millones a los periódicos locales, como si el Gobierno central –el actual, todos los anteriores y los que vendrán– no pusiesen sobre la mesa también unos cuantos millones de euros en publicidad institucional, sin que eso signifique la burda compra de voluntades a la que el exvicepresidente quería referirse faltando al respeto a decenas de profesionales del periodismo. Como si los partidos políticos (todos, sin excepción) no pagasen también por publicidad.
Iglesias utilizaba ese tonito pontificador del que cree saber de todo y mucho más que nadie. El comentario que más le retrata es el del sueldo, cuando dice con desdén aquello de que «muchos no cobran ni 2.000 euros al mes», en referencia a los profesionales de esos medios de comunicación castellanos de los que él habla con absoluto desprecio.
Estimado exvicepresidente del Gobierno, fracasado candidato madrileño anti-Ayuso, líder mayestático del partido que iba a acabar con la casta y que ha terminado inventando ministerios por doquier..., la inmensa mayoría de periodistas de España firmaría con sangre poder cobrar un poquito menos de esos 2.000 euros a los que usted se refiere con desaire.
La pena es que no haya aprovechado usted su etapa en el Gobierno para intentar cambiar las cosas y que no haya muchos periodistas ganando esos 2.000, que, por otra parte, sería lo más justo. La pena es que usted se haya convertido en esa casta a la que tanto criticó y en la que se convirtió en cuanto tocó poder... 
Esto de los salarios de los periodistas pone en evidencia lo alejados que están nuestros políticos de la realidad de la calle. Está claro que no supera aquello del precio de un café de Rodríguez Zapatero durante un programa televisivo, pero no está tan lejos. Es muy fácil adaptarse a la vida de palacio y poner sueldos a tus esbirros con el dinero público, pero al menos ten la prudencia de enterarte en qué franjas se mueven los sueldos de un plumilla porque, Pablo, si lo supieras, te caías hasta del púlpito desde el que intentas pontificar.