La cuarta ola irrumpe al menor ritmo de toda la pandemia

A. G. Mozo
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La tasa de incidencia acumulada crece más despacio que en las tres anteriores olas, pero ya está otra vez en el nivel 3, el que indica riesgo 'alto' de contagio El repunte de casos tras la Semana Santa lleva a más pacientes a los hospitales

Una técnica de rayos X del Hospital Pío del Rio Hortega de Valladolid, realiza una placa a una mujer con síntomas de COVID-19 - Foto: EFE/Nacho Gallego

La eclosión de la cuarta ola parece solo una cuestión de tiempo. Nadie tiene dudas de que la pandemia camina inexorablemente hacia una nueva fase de expansión del coronavirus, pero la experiencia del último año ha demostrado que en esto las formas sí son importantes. Porque del cómo se produzca esa eclosión dependerá en gran medida la capacidad de control que pueda ejercer el sistema para tratar de mantener a raya los contagios y que sea una detonación lo más tenue posible. Otra vez, el termómetro estará en unos hospitales que ya empiezan a notar el incremento de la presión sobre las áreas de ingreso, aunque no todavía en las unidades de críticos, el eslabón de la cadena del que depende todo lo demás y que llevan un mes contenidas pero todavía por encima de su capacidad estructural.

El primer esbozo epidemiológico que va dejando la cuarta ola (o su prólogo, según se mire) apunta a un cierto optimismo, una vez que parece asumido que la mejoría que se logró tras las restricciones post navideñas es historia. Valladolid, que llegó a anotar hasta 609 positivos diarios de media en lo más crudo de la tercera ola (la semana del 18 de enero), consiguió que la cosa bajara hasta 33 en lo mejor del descenso (en la segunda semana de marzo), pero únicamente pudo hacer caer la incidencia acumulada (IA) a 14 días hasta 85,85 casos por 100.000 habitantes, a fecha 18 de marzo. Era la mejor tasa registrada desde el 14 de agosto, pero lejos de los 50 que se marcaban como objetivo mínimo para dar por controlada la situación y mucho más de los 25 puntos que abrirían la puerta de nuevo a la fase de ‘nueva normalidad’.

Y todo eso es historia, porque el ascenso hacia la cuarta montaña de esta pandemia ya ha empezado. Lo hizo muy sutilmente en la tercera semana de marzo y aunque parece que la Semana Santa no ha tenido el devastador efecto de la Navidad, el ritmo de irrupción de positivos se va incrementando, pasando de los 34 nuevos casos diarios (de media) que se registraron la del 18 de marzo, a los 42 de la semana del 25, los 54 de la de Semana Santa y los 70 de ésta última.

La situación va empeorando en Valladolid, pero aún con registros menos pesimistas que en provincias como Segovia, Burgos y Soria, en donde la IA se sitúa nuevamente por encima del nivel 4, el umbral del riesgo ‘extremo’, al superar otra vez la tasa de 250 casos por 100.000. En Valladolid, se volvía este jueves al nivel 3 (riesgo ‘alto’) después de 41 jornadas por debajo de esa barrera de los 150 puntos; la tasa está ahora en 160.

LAS TRES PRIMERAS OLAS

Pero pese al retroceso, lo cierto es que la incidencia acumulada vallisoletana crece por ahora al menor ritmo de toda la pandemia. Si se analiza lo ocurrido durante las últimas dos semanas, se encuentra una eclosión muy tímida que ha llevado a la IA a aumentar en un 63%, desde los 98 casos por 100.000 que se notificaban el 26 de marzo a los 160 comunicados este viernes (con datos del día 8).

Nada que ver con lo ocurrido hace justo un año, cuando entre el 26 de marzo y el 8 de abril de 2020 los contagios se duplicaron, tras pasar de una IA de 114 a una de 228 y asumiendo que en aquellos primeros días de pelea contra el desconocido covid-19 únicamente se hacían pruebas de diagnóstico a los casos más graves.

Tampoco tiene parangón con lo que pasó durante el arranque de la segunda ola, cuando la incidencia volvió a duplicarse (aumentó en un 120%), desde los 85 de IA que se notificaban a 12 de agosto a los 187 del día 25, para instalarse después durante más de tres meses en cifras por encima de ese umbral máximo del ‘semáforo’ del Ministerio: 250. 

Y, por supuesto, nada que ver con lo que sucedió en la tercera ola, cuando la eclosión pandémica fue de proporciones mayúsculas, ya que se pasó de los 121 casos por 100.000 que se comunicaban el 1 de enero a los 779 del día 14, es decir sextuplicándose la IA (543%).

LOS HOSPITALES

Por ahora, el crecimiento es contenido también en el ámbito hospitalario. Sí, crecen los ingresos y ya hay más de cien covid en las plantas de Clínico, Río Hortega y Comarcal de Medina (el edificio Rondilla sigue abierto, con una decena de pacientes covid de toda la región), pero la situación en las UCI todavía resiste.

La experiencia que va dejando la pandemia es que una vez que llega la ola de contagios, donde primero tiene efectos es sobre los bloques de hospitalización y luego ya en las unidades de críticos, por lo que, en todo caso, aún es pronto para que la cuarta ola afecte a las UCI, que llevan veinte días moviéndose en la franja de los 40-46 contagiados; la semanaba acababa ayer con 45, más otros 53 no-covid: 98. Son cifras de relativa estabilidad, pero que aún mantienen a estas áreas de Clínico y Río Hortega trabajando por encima de su capacidad estructural, fijada en 90 puestos UCI (57 y 33 en cada hospital, respectivamente), y, por ende, sin poder retomar con plenitud la actividad quirúrgica. 

En planta, la situación ha sufrido varios altibajos desde que arrancara el descenso de la tercera ola y tras llegar a atender simultáneamente a 435 covid el 25 de enero. La bajada fue sostenida hasta los 69 pacientes que había el 5 de marzo, tras lo que se produciría un primer repunte que alcanzó los 102 el 16 de marzo; luego, una nueva caída hasta los 68 del día 22, otra leve subida hasta 75 y otra bajada (67 ingresados el día 28), para empezar un ascenso en la Semana Santa que ha llevado a anotar estos días el máximo desde finales de febrero, los 110 ingresados del pasado martes que el viernes habían bajado a 106.