Editorial

Los giros que suavizan la presión sobre los independentistas

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Cuando un paciente entra en un hospital en estado crítico, el cuerpo facultativo de urgencias da prioridad a las patologías más graves para después pasar a las más leves. Algo así debería suceder en la política nacional, aunque una semana después de la repetición electoral, no parece que los partidos políticos que representan a la mayoría de los ciudadanos del Estado español se estén marcando estas prioridades. Cabe recordar que entre PSOE y PP recibieron apoyo del 45% de los electores.

El asunto más grave que existe actualmente es el conflicto territorial que han generado los independentistas catalanes tratando de dinamitar nuestra norma básica, la Constitución de 1978, tensionando tanto la cuerda de la legislación que, en ocasiones, como se ha visto ya en los tribunales, la han roto. Por eso mismo, lo que necesita actualmente el país es fortalecer las posiciones constitucionales, y desde luego, eso no se logra pactando con quienes pretenden hacer volar el orden constitucional, por muchos giros que permita la política. Pero tampoco quienes pueden ser parte de la solución se deben excluir de antemano.

De momento estamos siendo testigos de algunos giros. Pedro Sánchez ha comenzado a girar su discurso en lo que se refiere a Cataluña después de su acuerdo inicial con Unidas Podemos, porque si bien sostiene la premisa de que todo el diálogo que pueda surgir en los próximos días y meses se van a llevar a cabo dentro de los límites constituciones, ya parece haber desechado la promesa electoral de hace escasos quince días de recuperar el delito de convocatoria de referéndums ilegales. Levanta la presión frente la amenaza de quienes quieren destruir la unidad de España. Mientras, los independentistas sostienen la amenaza continua como marca su hoja de ruta. No en vano, el propio presidente de la Generalitat, Quim Torra, aseguraba este domingo que al juicio que hoy tiene por un delito de desobediencia por el asunto de los lazos amarillos no irá a defenderse de nada, sino que acusará al Estado de haber vulnerado los derechos de los catalanes.

Mientras continúa esta diatriba, el Gobierno, por muy en funciones que siga, no parece esforzarse en explicar la mentira que supone la independencia que proponen los catalanes excluyentes, y que muchos ciudadanos de Cataluña ansían simplemente desde la nostalgia o desde una injustificada y anacrónica superioridad moral inadmisible.

Siguiendo con la analogía médica del principio, es posible que el cuadro médico que sirva para el primer envite del paciente no vaya a ser el mismo que haga falta para siguientes tratamientos. Y aquí estará la generosidad de los partidos y verdadera demostración de que están al servicio del ciudadano, anteponiendo el interés general frente al partidismo particular.