La residencia Santiago echa el cierre por motivos económicos

Óscar Fraile
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El descenso de la demanda por parte de los estudiantes y el incremento de gastos como la luz y el gas han precipitado esta decisión en el edificio de la calle Muro

Acceso principal a la residencia Santiago, situada en la calle Muro. - Foto: Jonathan Tajes

A pesar de ser uno de los edificios con más historia de la ciudad, la residencia Santiago, situada en la calle Muro, es una gran desconocida para buena parte de la población. Se trata de un antiguo colegio de huérfanos de familias del Ejército que desde 1998 funciona como residencia universitaria en virtud de un acuerdo de cesión de uso al que llegaron el Patronato de Huérfanos del Ejército, propietario del inmueble, y la Dirección de Asistencia al Personal del Ejército de Tierra (Diaper), encargada de su explotación como residencia de acción social desde entonces. 

Este edificio no volverá a abrir sus puertas el próximo curso para dar servicio a los más de cien jóvenes que allí se alojaban, muchos de ellos hijos de familias militares, aunque también había estudiantes de familias civiles gracias a un acuerdo con la Universidad de Valladolid (UVa) en 2017.

Hace una década que esta residencia lidia con importantes problemas económicos, dado que es una institución inspirada en la acción social del Ejército de Tierra que tiene precios que están por debajo del mercado. De hecho, hace cuatro años los sindicatos se movilizaron para evitar un cierre que creían inminente y que finalmente no se produjo.

Instalaciones deportivas de la residencia Santiago.Instalaciones deportivas de la residencia Santiago. - Foto: Jonathan TajesPero ahora la decisión ya está tomada. La coyuntura a la que se ha tenido que enfrentar la residencia en los últimos años ha sido la puntilla. Por un lado, un descenso de la demanda por parte de los estudiantes a raíz de la pandemia. Y, por otro, el incremento de los costes de mantenimiento de un edificio mastodóntico en pleno centro de Valladolid. «Cada vez es más difícil llevar a cabo este tipo de tareas por los enormes gastos que supone mantener este maravilloso edificio», reconoce el coronel José Antonio Corbacho, quien se hizo cargo de la dirección en septiembre de 2020, en plena pandemia.

La subida de las facturas de la luz y el gas, entre otras, en un edificio de unos 9.500 metros cuadrados, han sido más que considerables. Pero no es el único motivo. La necesidad de mantener las instalaciones para cumplir con la legislación vigente también supone un importante desembolso, además de la adaptación para cumplir con los servicios que requieren actualmente los estudiantes. Por ejemplo, internet y habitaciones individuales. «Los servicios de la residencia son extraordinarios, pero los residentes del año 2022 demandan una serie de capacidades que no son las de 1998, cuando empezamos», añade Corbacho. Y todo ello con unos precios enmarcados en una labor de acción social, es decir, «accesibles para los beneficiarios».

La ocupación de esta residencia, que cuenta con 122 habitaciones distribuidas en siete plantas, empezó a descender hace diez años, aunque el acuerdo con la UVa en 2017 para que pudieran entrar hijos de familias civiles supuso un pequeño repunte. Pero todo se vino abajo con la crisis sanitaria, pese a que la incidencia de la covid ha sido mínima en estas instalaciones.

Salón de actos de la residencia Santiago.Salón de actos de la residencia Santiago. - Foto: Jonathan TajesEl edificio consta de siete plantas en altura más una planta sótano, que es donde se ubican los servicios. En el vestíbulo están el comedor, el salón de actos y otras estancias dedicadas al ocio. En la primera planta se ubica la Dirección y a partir de la segunda, las 122 habitaciones, todas individuales.

Corbacho incide en que en esta residencia siempre se han transmitido valores muy concretos. «El principal ha sido el respeto como piedra angular de lo que debe ser esta familia, tanto a los compañeros, como a los trabajadores y a las normas de la institución», explica. Esa ha sido la base de la convivencia durante casi un cuarto de siglo. «Si a partir de esos valores hemos llegado a otros, como el fomento de la amistad, mejor que mejor», dice el director de la residencia, coloquialmente conocida como 'La Santiago'.

El propietario del inmueble es el Patronato de Huérfanos del Ejército, una organización adscrita al Ejército de Tierra, pero que no pertenece al mismo, ya que es una entidad benéfica privada que se creó hace 150 años para acoger a los hijos de militares fallecidos en los conflictos bélicos en los que participaba España. Hasta el momento no está definido el uso que se va a dar a estas instalaciones.El Mando de Personal seguirá allí hasta el 31 de diciembre.

Una familia forjada a lo largo de 130 años de historia

En abril de 1891, el general inspector del Arma de Caballería, Luis Prendergast, remitió una carta a los jefes de esta institución para trasladarles su inquietud por la situación en la que estaban quedando los hijos y viudas de los militares españoles que por entonces perdían la vida en los diferentes conflictos bélicos en los que estaba inmersa España. En la misiva les instaba a crear una sociedad «que proporcionara a los hijos varones una esmerada educación y una carrera honrosa», y para proteger a las niñas, «contra la indigencia y los males que trae consigo el abandono en los primeros años de vida». Los responsables dieron el visto bueno y en noviembre de ese año se firmó la Real Orden para crear una asociación para un colegio de huérfanos del Arma de Caballería.

Un coronel del Ejército de Tierra despide en 1928 a los nuevos alféreces en presencia de los niños huérfanos. Un coronel del Ejército de Tierra despide en 1928 a los nuevos alféreces en presencia de los niños huérfanos. - Foto: Residencia SantiagoValladolid fue el lugar elegido para su ubicación, tal y como explica Ignacio Sarmiento, experto en la historia de este centro y exdirector de la residencia Santiago. «La idea era instalarlo en los antiguos edificios de la Academia de Caballería, en un ala del llamado octógono vallisoletano, pero los locales se necesitaban para otros menesteres», señala. Finalmente las niñas se instalaron en el convento de Las Francesas y los niños en unas casas adquiridas ad hoc en la zona de Chancillería. Así, el colegio se inauguró el 25 de junio de 1892, con cinco niños y tres niñas.

Como cada vez era necesario más espacio, se fueron adquiriendo más casas para los chicos, aunque ese espacio nunca fue el ideal, hasta el punto de que el colegio estuvo a punto de trasladarse a Zaragoza por este motivo. Finalmente lo evitó el Ayuntamiento de Valladolid con una donación de 200.000 pesetas para remodelar este espacio. El tiempo demostró que fue un parche, porque más tarde el propio Ayuntamiento cedió unos terrenos en la actual calle Muro para trasladar allí el colegio. Era lo que por entonces se conocía como el Callejón de los Toros, donde estaba ubicada la fábrica de tejidos La Vallisoletana. La decisión se tomó en 1905 y en nuevo colegio se inauguró tres años después, con capacidad para 150 huérfanos.

Ha pasado más de un siglo desde entonces y el colegio ha vivido situaciones muy variadas. Por ejemplo, los problemas económicos de los años 30, antes de que estallara la Guerra Civil. Este conflicto obligó a improvisar en estas instalaciones un hospital para atender a los heridos. 

El deterioro del viejo edificio obligó a construir uno nuevo en el mismo solar, inaugurado en 1976. Ante el descenso de huérfanos, pasó a convertirse en una residencia universitaria que el año que viene cerrará sus puertas. «Desaparece el último resquicio de los Colegios de Huérfanos del Ejército, que durante tantos años hicieron la desinteresada labor de servicio a los más indefensos», finaliza Sarmiento.