Pilar Cernuda

CRÓNICA PERSONAL

Pilar Cernuda

Periodista y escritora. Analista política


El lenguaje que importa

19/01/2021

ETA se ha pasado cuarenta años llamando lucha armada a lo que era simple y llanamente terrorismo. También decía violencia en lugar de terrorismo, y utilizaba terminología bélica en lugar de la que utilizan los terroristas.

Solo engañaban a los querían ser engañados, posibles colaboradores a los que les pretendía atraer con mensajes perfectamente diseñados para presentar a los etarras como héroes dispuestos a sacrificarse por la patria, en ningún caso asesinos de la peor calaña. Justificaban sus atentados cuando las víctimas eran miembros de las “fuerzas de ocupación españolas”, militares y cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Si no lo eran “algo habrán hecho”, decían sus incondicionales.

El lenguaje importa. Mucho. Tanto, que gracias al lenguaje se han intentado esconder actuaciones que demuestran la bajeza moral de algunos personajes públicos. Puigdemont, por ejemplo, es un político que dejó tirados a sus principales colaboradores, a los que ocultó que se marcharía de España de forma clandestina, cobardemente, para escapar a la acción de la Justicia después de haber promovido el 27 de octubre de 2017 la declaración unilateral de independencia de Cataluña. Declaración que se anuló exactamente 10 segundos después de aprobarla. El día 28 Puigdemont cruzó la frontera francesa escondido en un coche. Varios de sus principales colaboradores están en prisión.

Sus seguidores llaman exilio a lo que fue una huida con todas las letras, pero lo que no se había visto hasta ahora es que nada menos que un vicepresidente de gobierno también considere a Puigdemont un exiliado. Llama exilio a una fuga cobarde nada menos que un profesor de Políticas… Vaya formación la que reciben sus alumnos universitarios. Vaya engaño, vaya inmoralidad. Vaya falta de respeto a los millones de ciudadanos del mundo, entre ellos infinidad de españoles, que han conocido la amargura del exilio por razones políticas. Aunque Iglesias ya había dado muestras de su sectarismo y su mala fe cuando se refirió a D. Juan Carlos como “fugado” y “huido”, cuando sabía, o estaba obligado a saber, que se fue de España contra su voluntad y siguiendo las instrucciones del gobierno del que forma parte Pablo Iglesias. En un cargo no irrelevante, nada menos que vicepresidente segundo.

El lenguaje importa. Siempre y en todo lugar. ETA lo utilizó inteligentemente, tanto que Pablo Iglesias copia la metodología que era habitual en la banda terrorista de la que surge Bildu, y tergiversa el significado de las palabras. Lo tergiversa a conciencia, a sabiendas de que repetir hasta la saciedad determinado concepto puede provocar que la gente menos informada acabe dando por buena la acepción intencionadamente adulterada.

Si a esto se une un plan educativo en el que se promueve que se pase superficialmente por el aprendizaje de la lengua común y se arrase con el castellano, está servido que cualquier personaje público pueda engañar al personal con calificativos venenosos que no se ciñen a la realidad. Es lo que busca Iglesias.