'Karine' y 'Norberto' dan un respiro a los alérgicos

A. G. Mozo
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Los 17 litros de agua y las rachas de 74 km/h que han dejado las dos últimas borrascas disipan el primer pico alérgico de la temporada, protagonizado por la prematura irrupción del polen de ciprés a causa del cálido febrero. La tregua durará poco

Cipreses en Valladolid. - Foto: J.T.

Entre ‘Karine’ y ‘Norberto’, las dos borrascas de la última semana, le han regalado un respiro pre-primaveral al primer grupo de alérgicos que ya estaba empezando a sufrir las consecuencias de la prematura irrupción del polen de ciprés, que estaba dejando niveles de récord en Valladolid y enviando a los que los padecen a las consultas médicas, disparándose las visitas a la Unidad de Alergología del Hospital Río Hortega. Esta semana la situación se ha contenido, pero la previsión es que la tregua dure poco, ya que a partir del lunes los cielos vuelven a despejarse y los termómetros se volverán a disparar hasta la franja de los veinte grados y, con ello, los niveles de polen de ciprés serán moderados y, en cambio, los de chopo y álamo, altos.

La doctora Alicia Armentia, jefa de esta unidad, explica por qué se había dado la ‘tormenta perfecta’ para ese tempranero pico de polen de ciprés en Valladolid. «Se debió a tres razones. Por un lado, es por el aumento de la temperatura que ocasionó esas intrusiones de aire sahariano y un bloqueo en omega, que es un término meteorológico que indica un atrapamiento del aire caliente en una zona determinada. Por otro lado, las lluvias de finales de enero habían permitido una mayor actividad biológica de las cupresáceas –que es la familia de los cipreses, así como otros árboles ornamentales–. Y también se debe al aumento de la contaminación que es un cofactor de la respuesta alérgica».

FINAL DE ENERO

La ‘tormenta perfecta’ arrancó a finales de enero, con precipitaciones que dejaron más de quince litros en cuatro días y dieron paso a un febrero que fue especialmente cálido y seco, tanto que los pluviómetros vallisoletanos se quedaron a cero; no se registró una sola gota de agua entre los días 1 y 29 de febrero. En cambio, sí que había caído algo el 31 de enero y, sobre todo, el 1 de marzo, cuando se registraron hasta once litros de la mano de una borrasca llamada ‘Karine’ que terminó dejando otros quince litros por metro cuadrado en los tres primeros días de marzo, con unas fuertes rachas de viento, que alcanzaron los 74 kilómetros por hora (en la madrugada del lunes) y que llegaron a los 60 km/h (ya este jueves), cuando le llegó el turno a la borrasca ‘Norberto’, dejando muy poca agua, pero rebajando otra vez los termómetros hacia unos valores algo más acordes a las fechas de este final de invierno. En cualquier caso, lo llovido en el arranque de marzo (17 litros, al cierre de esta edición) supone ya tres cuartas partes de todo lo que suele corresponderle al tercer mes del año (22).

Los termómetros se suavizaron después de un febrero que dejó un inusual pico de 21,3 grados a fecha 23 y en el que el mercurio superó los 15 grados en 14 de sus 29 días de este bisiesto 2020; la media del mes en lo que a las temperaturas máximas se refiere fue de 15,4, es decir, cuatro grados por encima de lo normal en Valladolid y hasta unas décimas más de lo anotado en el inicio de marzo.

PREVISIONES

La inestabilidad, las lluvias, el viento, el descenso de las temperaturas... que tanto bien ha hecho a los alérgicos ambientales no se prolongará mucho más en el tiempo. En principio, la previsión es que a partir del lunes vuelvan a despejarse los cielos y a llevar el mercurio a la franja de los veinte grados, lo que volverá a provocar nuevos picos de polen, en puertas ya de una primavera sobre la que los alergólogos aún no manejan una previsión definida.

En el corto plazo, la situación que se maneja para los próximos días desde la Red Aerobiológica de Castilla y León (RACyL) solo habla de niveles altos para la familia del populos (chopo, álamo, etcétera) y moderados para las cupresáceas (ciprés, enebro, sabina...), mientras que el resto estarán bajos.

Otra cosa será lo que ocurra con la llegada de la primavera. Alicia Armentia recuerda el aumento constante del número de alérgicos que pasan por las consultas de la Unidad, a un ritmo de unos nueve mil anuales, y que tras ello están el binomio contaminación y cambio climático que se aprecia bien en febreros como el pasado. «Si se cumplen los pronósticos, en 2050 la mitad de la población mundial sufrirá alguna alergia», apunta la doctora, que argumenta que «los dedos acusadores señalan tanto a la contaminación como al cambio climático». Esta experta explica que «es evidente que la contaminación daña el suelo, afecta a las semillas que germinan, a las raíces de las plantas, y a sus frutos comestibles, y que también atenta contra los herbívoros que las comen, y que después nos comemos nosotros», recordando el vínculos entre alergia ambiental y alimentaria.

«Un reciente estudio realizado en 18 países europeos indica que el 33% de los casos nuevos de asma infantil en Europa son causados por la contaminación atmosférica  y señala que las recomendaciones de la OMS no protegen los suficientemente a los niños».