Círculo de Recreo de Valladolid

D.V.
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Círculo de Recreo de Valladolid.

Los Círculos de Recreo, o casinos como popularmente se les conoce, son instituciones que se fueron creando a finales del siglo XVIII. El monarca Carlos III fue un entusiasta animador de estos nuevos lugares de reunión de caballeros. Según relató el periodista vallisoletano Francisco de Cossío en 1944, estos Círculos servían para que «varones graves y letrados encontraran el gran pretexto para salir de sus casas libres de todo disgusto conyugal (…) En estos centros de cultura se acostumbraron los hombres a hablar entre sí de cosas banales y divertidas, a murmurar animadamente (…) libres de la tutela de la Economía, de las Ciencias y de las Artes. Y claro está, a los sabios y letrados se les unieron prontamente los frívolos y ociosos, y se creó una palabra maravillosa que corresponde exactamente a la época romántica, la palabra socio».

Pronto proliferaron los círculos y casinos de todo tipo. Si bien en Valladolid ciudad lo tenemos muy asociado al Círculo de Recreo de la calle Duque de la Victoria, que ciertamente se formó por los hombres influyentes de la ciudad, lo cierto es que si nos fijamos en los municipios de la provincia veremos círculos de labradores, de obreros, de artesanos, de católicos, etc. En 1924 había en la provincia 84 círculos y casinos, de los que 15 tenían su sede social en la capital.

Además de los círculos de recreo, los gustos de la nueva burguesía que fue consolidándose en Valladolid, se crearon otras instituciones tales como Liceo Artística y Literario de Valladolid (1842), el Teatro Calderón de la Barca (1864), el Museo de Bellas Artes (1842), embrión del futuro Museo de Escultura.

Imágenes del Círculo de Recreo de Valladolid. Imágenes del Círculo de Recreo de Valladolid. Corría el año de 1844 cuando se fundó el Círculo de Recreo de Valladolid, con 72 socios y cinco trabajadores de plantilla. Desde entonces han trascurrido 178 años, y si es cierto que la inmensa mayoría de los socios eran miembros de la burguesía más selecta de la ciudad, en la actualidad se puede hablar, sin que haya perdido ese aire elitista, de una entidad más plural tanto ideológica como socialmente.

Aquella alta sociedad decimonónica era muy variada, pues entre los socios adscritos que se dedicaban a la política, había moderados, progresistas, unionistas, republicanos, liberales,  conservadores…

Es cierto, como comentan algunos de los más veteranos socios y otros de reciente incorporación, que un pasado muy vinculado al franquismo durante la Guerra Civil hace perdurar la imagen de un lugar excluyente y conservador. Pero, según testimonios bien fundados, en los últimos sesenta años poquísimas veces se ha rechazado a alguien, y no ha sido por razones ideológicas, sino por haber venido precedido de un dudoso comportamiento social. Se habla de que uno de esos vetos fue, incluso, para un militar de alta graduación. Eso sí, se sigue llevaba, y lleva, como timbre de honor el que nunca se hayan conocido disputas entre socios por motivos políticos, y así es voluntad que siga sucediendo. Un intento de neutralidad que lleva a que entre la variadísima decoración de sus paredes y estanterías no figure imagen o signo de ninguna confesión religiosa.

Una institución tan veterana está cuajada de anécdotas, de entre las que sobresale la de que en 1874 se le negó la posibilidad de dar un concierto a un joven pianista por no venir acompañado de una persona que garantizase sus conocimientos. Aquel joven era, ni más menos, que Isaac Albéniz.