La cuchara tiene parada en La Victoria

Manuel Belver
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Restaurante La Strada

La cuchara tiene parada en La Victoria - Foto: Jonathan Tajes

Cuando La Strada abrió sus puertas por primera vez, el Camino del Cabildo no estaba ni asfaltado. Era junio de 1972 y uno de los ocho hermanos García Centeno, Jaime, regresaba de Libia con ‘dinero’ fresco. Junto a dos de sus hermanos Jose y Javier (el pequeño) y su madre, Florencia, se decidieron a abrir un bar de tapas-restaurante en un local vacío en La Victoria, su barrio, en el que su padre era lechero y trabajaba con el ganado. Florencia se puso a los mandos de la cocina y ya empezó a ofrecer platos de cuchara, callos, ensaladilla, pimientos rellenos, oreja, morro, fabada... «Pensamos que era una zona que podía crecer, con las fábricas de La Casera, Coca Cola...», recuerda Javier, hoy ya jubilado y que se quedó con el negocio a finales de los 80.

A pesar de su nombre italiano, La Strada no es un restaurante de comida transalpina. Ofrece, como en sus inicios, platos de toda la vida, de cuchara, de casa, de recuerdos... Hoy con Carmen Jiménez al frente, pero con el mismo cariño que en sus comienzos: «Aquí viene casi más gente de fuera del barrio que del barrio, pero para nosotros todos los clientes son amigos».

Por este restaurante con dos plantas han pasado y siguen pasando muchos de los obreros de la zona. Lo hicieron en su día los que levantaron la Michelin y hoy lo hacen los que están construyendo en la antigua Uña. Lo vienen haciendo desde hace décadas trabajadores de la Renfe (hoy jubilados), del Clínico o de prensa, como de Castilla y León Televisión. Y, por supuesto, del mundo del ciclismo. La familia García Centeno lleva el deporte de las dos ruedas en vena, ya que varios hermanos corrieron y el propio Javier limpió y engrasó en su día las monturas de algunas de las estrellas de los años 60 y 70.

En 1989, Carmen Jiménez, por entonces peluquera, se incorporó al establecimiento, primero atendiendo mesas y luego en cocina. «Mi madre, María Paz, guisaba muy bien y me fijaba en lo que hacía ella. Y luego, cuando entré aquí, pues lo mismo con las cocineras. Cuando se jubiló una de ellas, entré en cocina y hemos mantenido todo lo que se venía haciendo», reconoce Carmen.

Así, la barra de La Strada ya invita a pensar lo que nos vamos a encontrar, con sus pimientos rellenos, los callos, las anchos, las sardinas, la oreja, el morro... y una ensaladilla de las mejor trabajadas de la ciudad: «La elaboramos igual que hace años, escurriéndola un día antes para que no esté aguada».

Pero por lo que de verdad destaca La Strada es por un menú del día económico y de calidad, con la cuchara por bandera y con platos como los judiones con boletus o el bacalao ajoarriero como destacados. Por un precio de entre 12 y 15 euros (en función de la bebida), el cliente se puede llevar (sobre todo ahora que no se puede consumir en su interior), un primero, un segundo, postre y bebida de la casa. Abierto ahora solo para las comidas (de lunes a sábado), el cocido es el rey de la casa. Todos los miércoles es la principal oferta, aunque también lo hacen por encargo otros días. Desde las ocho de la mañana, Carmen se afana en prepararlo «con cariño, buena calidad de la carne» y desgrasado, «para que la gente no se vaya con pesadez y pueda luego cenar». Y, como curiosidad, desde hace unos años, como postre ese mismo miércoles prepara torrijas, remojadas desde la noche anterior en leche y con su miel por encima.

Con una capacidad para unos 35 comensales en su zona del comedor en la planta de arriba –ahora cerrada y solo funcionando para llevar con muchos clientes fijos–, La Strada es un referente para el polígono de la zona, para La Victoria y para muchos de los trabajadores que han pasado por allí, como los de Michelin y muchos otros. ‘Avanti tutti’ (todos adelante) a La Strada.