"Decidimos irnos la noche en que las bombas cayeron cerca"

R.G.R
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Las hermanas Oksana y Natalia, con sus tres hijas, abandonaron Járkov cuando el ejército ruso bombardeó dependencias militares ucranianas junto a su búnker antiaéreo. Ahora, ven una oportunidad de futuro en Serrada

Las hermanas Oksana y Natalia, con sus tres hijas, en el albergue de Serrada. - Foto: J. Tajes

Pasar de una vida completamente normal a tener que salir de su casa a la carrera ante la cercanía de las bombas. Una horrible experiencia que han vivido las hermanas Oksana y Natalia desde que el pasado 24 de febrero la guerra llegara a la ciudad ucraniana de Járkov, donde residían. Pasaron semanas durmiendo en un refugio antiaéreo, pasando frío, necesidades y saliendo a la calle para comprar lo necesario para el día a día. No se planteaban dejar Ucrania a pesar de la situación. Bajaron muebles y utensilios al refugio para mantenerse calientes y estar lo más cómodas posible. 

Todo se acabó de una noche en la que las bombas cayeron en un complejo militar cercano al refugio. Entonces, tomaron la decisión de irse con sus tres hijas menores de edad. Había que marcharse. La huida del país no fue fácil. Natalia dejaba atrás a un hijo mayor que está inmersos en las filas del ejército ucraniano. Salieron con una única maleta para las dos hermanas y sus tres hijas. Lo imprescindible y algo de dinero que tenían en efectivo. La idea inicial era viajar hacia Polonia en tren, pero su destino final fue la localidad vallisoletana de Serrada. Pasaron por varias etapas en a periplo hasta España. El primero, una espera interminable en la estación de tren sin poder subirse a ninguno debido a la gran cantidad de compatriotas que estaba intentando abandonar el cerco de la guerra. 

Finalemente, consiguieron llegar hasta Lviv, al oeste del país, donde Cruz Roja trabaja sin descanso en la organización de viajes para refugiados. Pretendían ir a Polonia pero, gracias a una moja de Barcelona, pudieron subirse a un autobús con destino a la Ciudad Condal. No era ni mucho menos su intención, pero vieron una oportunidad de dejar atrás el horror y no lo dudaron. 

No tenían nada. Una vez en España, desde Barcelona viajeron a Serrada, donde se instalaron en el albergue, hasta que un vecino les ha cedido su casa. Ahora, ven un futuro un poco menos negro. Artur Gubanov, de origen ucraniano, llegó al pueblo con su madre hace 18 años y les ha servido de ángel de la guardia desde su llegada. Les ayuda a comunicarse y a conocer a los vecinos. 

Tienen un gran problema. No tienen dinero. Sacaron efectivo de Ucracia en la moneda del país, el Grivna, y en España no vale. Ninguna entidad financiera, ni siquiera el Banco de España, lo cambia a euros. «Lo primero por lo que me preguntaron fue por la posibilidad de trabajar», relata Artur. 

Un vecino se ha ofrecido en un primer momento a dar al menos un puesto a alguna de las dos hermanas para las labores del campo a partir de mayo. Ellas lo saben. Miran al futuro ?con un cierto optimismo y, de vez en cuando, se miran y sonríen. Piensan en volver a su país, pero saben que en Serrada tienen su pequeño espacio para vivir.