«Después del problema sanitario seremos bastante más pobres»

Óscar Fraile
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El catedrático de Economía Aplicada de la UVa José Luis Rojo vaticina que España tardará entre cuatro y cinco años en recuperar el nivel económico de 2019

El catedrático de Economía Aplicada José Luis Rojo. - Foto: Jonathan Tajes

Hace unos 45 años que José Luis Rojo comenzó a dar clase en la Universidad de Valladolid. Este catedrático de Economía Aplicada, que coordina el grupo Hispalink de predicción económica, vaticina que esta crisis dejará una herida importante en la economía mundial que tardará varios años en cicatrizar.

Muchos políticos y expertos económicos avisan del desastre que se avecina después de esta crisis sanitaria. ¿Hasta qué punto va a ser importante?

A mitad de marzo ya dije que en Castilla yLeón la caída iba a estar entre el cuatro y el ocho por ciento del PIB, y más o menos parece que es lo que todo el mundo está planteando ahora. Hace poco leí un informe del Centro de Predicción Económica que hablaba de una caída de la economía regional de entre el cinco y el siete por ciento para este año. Y nadie espera que en 2021 las cosas estén resueltas. Se crecerá respecto a 2020, pero eso es muy poco decir después del descenso que se espera para este año. Estamos atravesando un bache que va a tardar años en recuperarse.

¿Cuántos?

Es muy difícil decirlo porque depende de muchos factores. De momento, lo que hay que saber es el tamaño de la caída de este año y qué lesiones deja en el sistema económico. Es posible que sean importantes, que se produzca un descenso de expectativas, un retraimiento del consumo y que las cadenas de valor de las empresas industriales tarden tiempo en recuperarse. Es probable que pasen cuatro o cinco años hasta que recuperemos los niveles en los que estábamos en 2019. Por ejemplo, ya se sabe que durante el primer trimestre en España no solo ha bajado el consumo, sino que ha habido una caída muy importante de la inversión.

¿Qué consecuencias sociales puede tener esta recesión?

La más importante es el empleo, que podría caer entre un cuatro y un seis por ciento a lo largo del año en Castilla y León. En España, algo más, por el peso que tienen actividades como la construcción y turismo. Y a medio plazo, es decir, a dos años vista, habrá un problema de deterioro de las cuentas públicas que habrá que recuperar con impuestos y disminución del gasto. Es decir, cuando se resuelva el problema sanitario y se pueda pensar en otras cosas, veremos que somos bastante más pobres que en 2019. Y eso recaerá sobre toda la población.

¿Será una depresión global o con un impacto variable en función de los sectores?

A corto plazo está claro dónde se están localizando los problemas. La confección y la industria textil ha perdido toda una campaña; la hostelería, que ha sufrido una caída muy importante; y algunas industrias, como la de la madera y la fabricación de vehículos, por ejemplo. Eso, a corto plazo, pero a uno o dos años vista las consecuencias van a ser muy importantes porque se está dañando lo que se conoce como las cadenas de valor, es decir, la concatenación de productos intermedios entre unas empresas y otras para terminar haciendo otro. Eso es más complicado de poner en marcha porque se está produciendo una quiebra de la confianza entre empresas de unos países y otros.

¿Cree que ha sido acertada la decisión de paralizar la economía durante estas semanas y el tempo marcado para la desescalada?

Yo creo que sí. Básicamente porque el motivo no es tanto económico como sanitario. No hay forma de sostener un aparato productivo donde los trabajadores van cayendo enfermos unos tras otros. Creo que no había otra solución, la paralización era necesaria, aunque no ha sido de toda la economía. Calculo que la actividad ha bajado entre un 30 y un 35 por ciento. ¿Ha sido grave? Por supuesto que lo ha sido. Hablamos de que se ha perdido uno de cada tres euros durante una quincena, y más o menos lo mismo en abril, tal vez un poco menos. Es una riqueza nacional que no se genera.

La decisión de esta paralización vino acompañada después de medidas sociales que van a tener un importante impacto en el gasto público. ¿Considera que han sido adecuadas?

Se ha aprendido de lo que pasó en 2008, aunque esta crisis es completamente distinta. Uno no puede pretender que el país no se endeude y se genere una bolsa de pobreza tremenda que tendría consecuencias sociales y económicas muy importantes. Estaba claro que había que responder con un sostenimiento de rentas, especialmente en las empresas que tienen dificultades de financiación, como los autónomos y las microempresas.

¿Cuáles son las diferencias más importantes entre la crisis de 2008 y la actual?

La más clara es que la anterior fue una crisis del sistema financiero. Se rompió toda la transmisión del dinero. La banca no tenía calidad para trabajar y se hundió a la primera, en cuanto no se pudo sostener la burbuja financiera que había. Hoy en día el sistema financiero está mucho más saneado, pese a problemas relevantes, como la desaparición de las cajas de ahorros. La crisis actual no es financiera, es una crisis vital que paraliza el sistema porque hace que la relación entre personas, que está en la base de la economía, no se pueda producir.

Una reciente encuesta de Funcas revela que el 49 por ciento de los españoles se decanta por ahorrar ante la incertidumbre. ¿Cree que el consumo de las familias se resentirá a medio plazo?

Por supuesto. El problema es que no se sabe cómo y cuánto, es uno de los grandes dilemas. Desde luego que hay un problema gravísimo de expectativas, y eso hace que los agentes económicos y los asalariados guarden dinero por lo que pueda ocurrir. Además, esta situación ha sorprendido a mucha gente con la caja vacía, viviendo puramente del sueldo. La duda es cómo se mantendrá esto cuando la economía se abra otra vez.

¿Cuáles son las claves para afrontar el futuro con una mínima garantía desde el punto de vista de las decisiones políticas?

Lo que no puede ser es que a estas alturas no se sepa si va a haber presupuesto para 2020 y quien opina sobre ello diga que lo más previsible es que no se haga y haya que pensar en el de 2021. Eso es un problema muy grave. La dificultad que tenemos desde el punto de vista económico para pensar como país cuando hay problemas graves es un conflicto que hace que los consumidores no tengan unas expectativas razonables. La duda sobre la aprobación de los presupuestos se produce en una situación en la que ya había riesgos sobre la economía mundial. Ya casi se nos ha olvidado, pero estamos todavía cerrando el Brexit y ha habido problemas con el comercio mundial, entre Estados Unidos, China y la Unión Europea.

Valladolid en particular y Castilla y León en general son muy dependientes de la automoción. ¿Esto hace a la Comunidad y la provincia más fuertes o más débiles en esta crisis?

Depende. Cuando hay crisis, Castilla y León suele sostenerse mejor que otras comunidades que son más dinámicas porque depende más del sector público y menos de la demanda de inversión privada. Después, cuando las regiones más dinámicas están creciendo al cuatro o cinco por ciento, Castilla yLeón no tiene esa capacidad. Crece tradicionalmente menos. En definitiva, la Comunidad es más resistente, pero dentro de esa resistencia está una de sus debilidades. Y será así mientras no sea capaz de convertirse en una región dinámica, innovadora y a la altura del siglo XXI. En lo que se refiere a Valladolid, tiene una gran dependencia del sector del automóvil. Es una ventaja, pero esas dependencias son delicadas. La cuestión es si el sector del automóvil está generando un núcleo de investigación y desarrollo y si se encuentra aquí. ¿Castilla y León tiene las oficinas de innovación o se dedica a la producción? La especialización tiene que mirar hacia el siglo XXI, no hacia el siglo XX, que hace bastante que ha acabado. Aunque aquí hay otros sectores muy importantes, como la industria agroalimentaria.

¿Existen fórmulas para acabar con esta dependencia?

Hay estudios bastante relevantes sobre cómo se generan los polos de desarrollo que tienen futuro. Tienen que convertirse en mecanismos autónomos que desarrollen innovación a todos los niveles. Y para eso hace falta investigación. No sé cuánto investiga Renault en sus factorías de Valladolid. No tengo claro que sea mucho. Castilla yLeón tiene un problema adicional, que es el pequeño tamaño de las empresas. Aparte de las grandes del automóvil y algunas otras, no hay un entorno de empresas investigadoras dentro de su propio ámbito. Todo son empresas pequeñas sin capacidad para realizar investigaciones autónomas. Si eso no se produce, lo que vamos a hacer es desarrollar otras investigaciones y ser siempre dependientes de lo que nos traigan.

Muchas empresas se han visto obligadas en las últimas semanas a implantar el teletrabajo. ¿Cree que ha llegado para quedarse o es flor de un día?

No creo que vayan a cambiar muchas cosas cuando esto pase. La gente volverá a sus puestos y el teletrabajo volverá a tener el sitio pequeño que ocupaba antes. Se ha demostrado que el teletrabajo, si no se organiza bien, se convierte en una explotación tremenda. En España no tiene horarios. Hay cuestiones organizativas muy importante que habrá que resolver, porque la conciliación de la vida familiar es muy importante. Reino Unido tardó mucho en paralizar la actividad económica, pero empresas importantes ya habían enviado a sus empleados a trabajar a casa en cuanto se vio que podía haber problemas. Lo hicieron por su cuenta porque tienen una organización mucho mejor que la nuestra.

¿Ha pillado esta situación a las empresas con el pie cambiado respecto a sus capacidades tecnológicas?

Por supuesto. Incluso en la Universidad de Valladolid, donde la capacidad de las redes ha dado muchos problemas. Nosotros utilizábamos las redes desde el principio para mejorar la velocidad de trabajo, pero nos cuesta pensar que hay que trabajar de forma distinta. Hay que tener unos procedimientos y organización del trabajo diferente. Es decir, hay que cambiar la forma de pensar.

¿Se puede dar una respuesta local a una recesión de carácter mundial como la actual?

Antes del covid-19 ya había una discusión, que ya se planteó en 2008, entre globalización y localismo o trabajo de proximidad. Da la impresión de que vamos a una combinación de niveles de globalización muy importantes y actividades de proximidad que tienen un futuro impresionante. Hay actividades que responden a lo local mucho mejor que a lo global, y eso va a seguir pasando.

¿Considera que Europa está dando una respuesta adecuada a la magnitud de esta crisis?

Mejor que en 2008, sí, pero no es una respuesta adecuada. Europa sigue sin entender que, o es Europa para todo, o no digo que vaya a desaparecer, pero seguiremos fomentando nacionalismos que no tienen mucho sentido.