Los hombres buenos de los pueblos

R.G.R
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Los dieciséis juzgados de paz de Valladolid resuelven más de 12.00 asuntos civiles y penales cada año y ayudan a aligerar el colapso de la justicia ordinaria

El juez de paz de Aldeamayor en un acto de conciliación. - Foto: Jonathan Tajes

Se podría decir que son los hombres y mujeres buenos de los pueblos. Aquellos que intentan que la convivencia en las localidades se mantenga siempre viento en popa y que los conflictos que surgen ocasionados por el roce no lleguen nunca a la justicia ordinaria. Se trata de los jueces de paz. Vecinos que desarrollan su labor casi de forma voluntaria para mediar entre el resto de habitantes de su pueblo, solventar las pequeñas discrepancias entre familias y buscar una solución que pueda contentar a todas las partes. 

En la provincia existen 16 juzgados de paz, aunque en cada uno de los municipios hay un juez. No cuentan, ni mucho menos con los medios de un juzgado de Primera Instancia e Instrucción, pero se encargan de asuntos civiles y penales y son los grandes culpables de que los juzgados no están complementa colapsados. En Valladolid y según los datos proporcionados a este periódico por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) a este periódico, los juzgados de paz solventan entre 12.000 y 13.000 casos civiles y penales de diversa índole cada año. En concreto, el año pasado se resolvieron 8.378 asuntos de carácter civil (la mayor parte son exhortos civiles). Entre ellos, destacan los 140 asuntos de mediación que se llevaron a cabo para solucionar problemas entre vecinos. 

Por norma, se trata de problemas relacionados con los límites entre las fincas, ruidos nocturnos por música o fiestas, problemas vecinales ocasionados por las comunidades de vecinos, los impagos a las empresas de telefonía y la falta de civismo a la hora de recoger las defecaciones de los perros en las calles. Suelen ser asuntos de carácter leve, pero que en la mayor parte de las ocasiones no terminan en los juzgados al encontrar una solución previamente. 

Gerardo Cristóbal, juez de paz de Aldeamayor de san Martín.Gerardo Cristóbal, juez de paz de Aldeamayor de san Martín. - Foto: Jonathan TajesEn referencia a los asuntos penales, los juzgados de paz resolvieron el año pasado 6.496 asuntos, una cantidad que ha ido bajando poco a poco durante los últimos años. En 2015, esta cifra se situó en 8.469  asuntos. En este sentido, los jueces de paz sí han acusado la entrada en vigor de los cambios en el Código Penal desde julio de 2015, cuando se eliminó la posibilidad de que estos juzgados celebraran los juicios de faltas. Los juzgados de paz pasaron a no ser competentes para celebrar juicios de faltas al pasar a los juzgados de instrucción, pero sí se fijó que mantuvieran las competencias en jurisdicción civil para juicios verbales, si son por razón de cuantía de hasta 90 euros, así como actos de conciliación.

Los responsables del sindicato CSIF han puesto de manifiesto recientemente las carencias que, en materia de instalaciones y de equipamientos informáticos que  tienen la mayoría de los juzgados de paz de la provincia y destacaron que tienen una importancia vital para el ciudadano. Por ello, solicitaron que se garantice el mantenimiento de este servicio público, «que debe ser cercano y de calidad, además de eficaz, para los ciudadanos del ámbito rural». 

Los juzgados no están en buenas condiciones y la mayor parte de los jueces no tienen más remedio que utilizar las dependencias de la Casa Consistorial para los casos de mediación entre las partes. Muchos de ellos se sientan en las sillas del Salón de Plenos del Ayuntamiento, donde no tienen más remedio que juntar a los demandantes y demandados para solventar sus problemas. 

Carmen Abia, jueza de paz de Arroyo de la EncomiendaCarmen Abia, jueza de paz de Arroyo de la Encomienda - Foto: Jonathan TajesSon la primera línea de defensa ante el colapso judicial que sufre Valladolid y otras provincias de España. Son los denominados como hombres buenos de los pueblos, los encargados de que reine la paz, aunque no siempre lo consiguen.

 

Gerardo Cristóbal

Juez de paz de Aldeamayor de San martín 

Mucha mano izquierda. Eso es lo que, según el juez de paz Gerardo Cristóbal, se debe tener para desarrollar su labor en Aldeamayor de San Martín. Se ha enfrenado a casos complejos en los juicios de faltas y ahora lleva la mediación con el mayor grado de suavidad posible. Es consciente de que sus decisiones llevan consigo una importante carga para la convivencia vecinal, especialmente en las urbanizaciones Golf y Soto, donde los vecinos apenas se conocen. «Luego, cuando salimos del Ayuntamiento sigo siendo un vecino más y dependiendo del lado que te pongas en un conflicto puede pasar una cosa u otra. Luego debes continuar viviendo con las dos partes, que no dejan de ser vecinos tuyos».   

Reconoce que las labores del Registro le llevan más tiempo que las mediaciones y conciliaciones de los vecinos. «Podemos tener 20 0 25 casos al año», afirma. En Aldeamayor se trata, sobre todo, de cortes de setos en viviendas, paredes, muros colindantes, lindes, problemas vecinales..., y últimamente los perros que pasean y defecan en las calles. «Con eso tengo muchos problemas, son muy comunes». «Al final alguno de las dos partes tiene que ceder». No siempre es fácil, ya que en algunos casos no se puede vislumbrar una solución en un primer momento. «Algunas veces vienen a verme porque un tractor arando las tierras ha movido un pivote que marcaba la linde entre dos tierras. A ver quién sabe exactamente por dónde pasa la línea. Tengo que recurrir al catastro para estudiarlo y, luego, explicárselo a las partes». 

  Recuerda claramente un caso entre los muchos con los que ha tenido que lidiar en sus nueve años al frente del juzgado de paz. «Una vez, en un juicio de faltas, puse una multa de entre 100 y 6.000 euros para un cazador que había amenazado a otro con la escopeta cuando estaban de cacería». Afirma que el condenado alegó que el arma estaba descargada. «Dijo que la traía al hombro sin cartuchos y luego la cerró. Pero eso, ¿quién lo sabía?». 

Los fines de semana también está pendientes del teléfono, ya que cuando fallece un vecino y la Casa Consistorial está cerrada tiene que estar pendiente para dar la documentación necesaria. Asegura que el Registro Civil le lleva más tiempo que los casos de los vecinos debido a la cantidad de defunciones, nacimientos y bodas. Se encarga de las firmas de las actas de defunción, nacimientos, bodas, bautizos... «Todo lo que tenga que ver con las personas es cosa mía y eso me lleva mucho tiempo». Y todo ello por unos 100 euros para cada trimestre. «No se hace por dinero, sino por ayudar al pueblo». 

 

 

Carmen Abia

Jueza de paz de arroyo de la encomienda

Tiene experiencia de sobra para lidiar entre los conflictos que se presentan en Arroyo. Lleva trece años entre jueza de paz sustituta y titular en el pueblo y está acostumbrada a solventar los problemas que surgen entre los vecinos. Son contrariedades «de poca importancia» que suelen emerger como consecuencia de disputas por setos, vallas, paredes, muros o distintos puntos de vista en las comunidades de vecinos. Le gusta su trabajo, se nota y, a pesar de llevar ya años, no descarta en absoluto? volver a presentarse cuando acabe su mandato dentro de tres años. Arroyo engloba también a los municipios de Simancas, Boecillo y Viana en una agrupación de secretarios de jueces de paz.   

Desarrolla su labor con tenacidad y firmeza. Se podría decir que el trabajo le llegó por casualidad. El Ayuntamiento de Arroyo buscaba un juez de paz sustituto, pero no encontraba a nadie entre los vecinos porque nadie quería presentarse. Dio la casualidad de que Carmen, por apellido, era la primera persona en el censo municipal. La llamaron del juzgado para ofrecerle el puesto y aceptó. 

Reconoce que no siempre es fácil llegar a un acuerdo en los actos de conciliación y mediación, ya que las partes suelen llegar con la predisposición de defender únicamente lo suyo. Se debe tener mucha mano izquierda para intentar mediar en este tipo de casos. «No es fácil la verdad, en ocasiones es imposible». Y más en un pueblo como Arroyo, donde «los vecinos no se conocen» y las relaciones entre sus habitantes «no son muy cercanas», lo que hace que muchos de los problemas terminen al final en un juzgado de instrucción. 

Tiene experiencia también en los juicios de faltas, aunque actualmente los juzgados de paz ya no los celebran. «Yo sí los he hecho, pero luego se decidió eliminarlos de aquí para llevarlos a la justicia ordinaria», lamenta. Afirma que los juzgados de paz representan una primera línea que posibilidad que los juzgados estén todavía «más colapsados de los que ya están. Aquí se solventan algunos problemas que al final no llegan a los tribunales». 

Recuerda uno de los casos más llamativos a los que ha tenido que enfrentarse en Arroyo. Una vecina de una comunidad de vecinos de chalés pareados que hizo que todos los propietarios pasaran, uno a uno, por el juzgado de paz por un problema con los patios de las viviendas. «Fue muy curioso porque los tuve que recibir a todos, sin faltar ni uno. Terminó denunciándolos a todos». 

Los impagos a las comunidades de vecinos y compañías telefónicas, los cortes inapropiados de setos y los insultos en la calle, son sus conflictos más comunes.