La última sesión sado de Álvaro en Huerta del Rey

A. G. Mozo
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El 24 de septiembre de 2002, un pescador de Laguna se topaba en el Duero con el cadáver de un hombre (desnudo y con una bolsa en la cabeza) amarrado a un bloque de hormigón. Cinco meses más tarde, la Guardia Civil detenía a una prostituta y su novio

El cadáver apareció en la zona del Duero más próxima al matadero de Laguna. - Foto: El Día de Valladolid

Álvaro veía en María mucho más que una compañera sexual, mucho más que una prostituta a la que contrataba para satisfacer sus fantasías. En los albores del otoño de 2002, él estaba empezando a confundir el amor con los negocios; los de ella, fundamentalmente, una profesional del sexo a la que llegó a regalar un coche después de una tanda de carnales encuentros en la casa de citas del barrio de Huerta del Rey en la que ella atendía a sus clientes. Él, oriundo de un pequeño pueblo burgalés de menos de 200 habitantes, llegó a pensar que no era uno más y viajaba cada vez con más frecuencia desde Fuentenebro (cerca de Aranda) hasta Valladolid. Ella misma declaró después a la Guardia Civil que quizá Álvaro se estaba encaprichando...

La joven víctima de esta historia tenía 33 años, era soltero y tenía un buen trabajo en Burgos capital. Los fines de semana intentaba hacer una escapada y citarse con María para una de las sesiones de sado que Álvaro Anselmo Varela venía 'contratando' con María.

A él le iba ese rollo y ella, como profesional, lo acataba. Pero en aquel encuentro del primer fin de semana del otoño de 2002 terminó en tragedia; aquel día se les fue de las manos. La prostituta declaró que a Álvaro le gustaba hacerlo con una bolsa de plástico en la cabeza y atada al cuello, en una práctica denominada asfixia erótica que hace que, al disminuir la cantidad de oxígeno que llega al cerebro, esas personas entran en un estado de semialucinación consciente, lo que, dicen, multiplica su placer. 

Hipoxifilia

En los manuales de psiquiatría lo llaman hipoxifilia y lo definen como una «parafilia sadomasoquista que puede llegar a provocar la muerte». Álvaro moría con una bolsa en la cabeza, en la que fue su última sesión sado en aquel piso de Huerta del Rey. 

María se llevaba el susto de su vida al descubrir que no respiraba y entre ella y su novio, un joven al que apodaban 'El enano' (por su escasa altura), decidieron que lo mejor era deshacerse del cadáver y no tener que dar explicaciones. Le colocaron un cordón y una cadena en la cintura, a la que amarraron un bloque de hormigón. Y tal cual lo arrojaron al río.

El secreto de María y 'El Enano' solo duró tres días, los que tardó el río en arrojar a la superficie el cuerpo sin vida de Álvaro Anselmo. La tarde del  24 de septiembre de 2002, un pescador se topaba con un cadáver en una de las acequias del Duero a las afueras de Laguna. Desnudo, con una bolsa de plástico en la cabeza, atado a un bloque de hormigón... El Audi 100 de Álvaro había aparecido quemado cerca de Torquemada (Palencia), mientras que la pareja se había deshecho del Peugeot 405 que le había regalado a María.

Habían intentado borrar todo su rastro, pero la Guardia Civil iba a firmar una investigación brillante que acabaría con ambos arrestados cuatro meses y medio después.

La pista de la cadena

Los agentes pronto descubrieron que Álvaro se desplazaba a Valladolid con cierta frecuencia y llegaron hasta esa prostituta del barrio de Huerta del Rey. Pero la pista clave sería la cadena con la que la víctima estaba amarrada a aquel bloque de hormigón, después que la Guardia Civil diera con la tienda en la que se compró y, de ahí, con la pareja que la había adquirido unos días antes del hallazgo del cadáver: esa joven que ejercía la prostitución y su chico, uno muy bajito.

Las escuchas telefónicas llevaron a los investigadores a conseguir ya una orden de registro del piso de Huerta del Rey donde se produjo la muerte. Los agentes encontraron tierra que coincidía con la de las riberas del Duero y, además, restos biológicos con el ADN del Álvaro Anselmo.

Las detenciones se produjeron en la segunda semana de febrero de 2003. María reconoció que era cliente suyo, pero negó su relación con la muerta, igual que 'El enano'. El juez envió a ambos a prisión y allí, vista la avalancha de pruebas en su contra, optaron por confesar. La chica declaró que había sido un accidente sexual en el transcurso de una práctica sado y que habían decidido deshacerse del cadáver por miedo a que no les creyeran. Pero Álvaro la ayudó hasta desde la mesa de autopsia, esa en la que no se apreció más signos de violencia que los provocados por la asfixia con esa bolsa. El juez calificaba el homicidio de accidental y decidía sobreseer un caso que hoy, 20 años después, sigue teniendo un lugar destacado en la crónica negra vallisoletana.