La Policía Local crea una unidad para luchar contra el grafiti

A. G. Mozo
-

Siete agentes ponen cerco a los 60 grafiteros que operan en Valladolid con multas de 750 euros por 'firma' y con imputaciones de delitos en los casos más graves. El Ayuntamiento ya ha gastado 60.000 euros este año en limpiar grafitis

La Policía Local crea una unidad para luchar contra el grafiti - Foto: J. Tajes

Cinco de la tarde de un lunes cualquiera de marzo. Un ciudadano alerta a la Policía Local de la presencia de un par de grafiteros en un parque del barrio de Parquesol. Una patrulla les sorprende in fraganti, les multa e interviene una mochila con ocho botes de spray y una bolsa con una treintena de difusores. El caso pasa automáticamente a manos de la unidad antivandalismo de la Policía Local que investigará quiénes son los dos denunciados y analizará su incipiente 'obra' para ver si tienen más por la ciudad y así remitirles una denuncia por pintada, dentro de una política de «tolerancia cero» hacia unas prácticas que solo en lo que va de año ya han obligado a un desembolso de «60.000 euros en limpieza de paredes».

La factura del vandalismo rondó los 200.000 euros el año pasado y es en ese contexto en el que surge esta unidad creada en Valladolid a finales de 2021 y que tiene puesto el foco sobre los grafiteros. «La idea de poner en marcha esta unidad surge en los primeros meses de la pandemia al detectarse un repunte de los actos vandálicos», recuerda el oficial Ángel, responsable de esta nueva  unidad. «Hicimos un amplio reportaje fotográfico de la ciudad, unas 10.000 fotos para documentar dónde había grafitis y dónde no, de modo que así se podría denunciar a cada autor por todas las pintadas que ejecute durante los dos años anteriores, puesto que es el plazo máximo antes de que caduquen los expedientes», según especifica este policía y perito calígrafo.

Desde entonces, los miembros de esta unidad no han dejado de hacer fotos de cada nuevo grafiti para intenta facilitar la acumulación de multas o, incluso, la derivación del caso al ámbito penal, una opción que se ha explorado en 252 casos de pintadas desde 2020, gracias a los informes periciales del oficial Ángel, único con esta acreditación en la Policía Local. Pero cuando las cosas se han puesto más serias ha sido en los últimos meses, con una orden clara de intentar poner coto a los grafiteros: «Desde este año, el mensaje que nos dan desde el Ayuntamiento es tolerancia cero con los grafitis. Si uno ha hecho ocho pintadas consecutivas según va por la calle y se le pilla, lo que se hace es meterle ocho actas de 750 euros», detalla el responsable de la unidad, que apunta también que «a la mínima, cuando se ve que hay un posible delito de daños, se les mete por vía judicial».

280322JT_0176.JPG280322JT_0176.JPG - Foto: Jonathan TajesEste oficial destaca también la «excelente coordinación» entre la Policía Local y el área de Limpieza para que, en cuanto se localiza una nueva pintada, dar el aviso y que sea borrada en el menor tiempo: «El objetivo es limpiar el grafiti cuanto antes y que, de este modo, (los grafiteros) tengan la sensación de que su 'obra' no dura nada, que se han gastado 30 euros en botes de pintura para nada, porque esta gente actúa para que se les vea, por afán de notoriedad».

«Incluso sé que hay algún padre de familia con más de 40 años y que sigue actuando, y gente normal y corriente que tiene su trabajo», si bien el oficial Ángel argumenta que «lo normal es que sean jóvenes y que estén entre los 20 y los 25 años»

Este oficial está integrado en un grupo de expertos policiales de una veintena de cuerpos del país en el que intercambian información y se avisan ante posibles viajes de 'sus' grafiteros. Pero, pese a esta tarea de investigación, Ángel reconoce que «el 60% de las intervenciones se producen gracias a la colaboración ciudadana porque la gente está muy harta, llama dando todo lujo de detalles y hasta les sigue hasta la llegada de la patrulla».

Así fue uno de los últimos casos, el de Parquesol, donde se pilló a «dos chavales de 18 años haciendo su primeros pinitos en un parque, en una zona saturada (de pintadas) que ellos usan para entrenar e ir mecanizando los movimientos y probando su firma, antes de dar el salto y pintar en uno más visible».

«Yo tengo controlados cerca de 60 grafiteros en Valladolid, aunque muy activos serían unos 30. Y hay cinco crews, que son las pandillas que actúan conjuntamente y de un modo absolutamente coordinado y planificado», señala este experto, que detalla que «el perfil tipo sería el de hombres –solo hay una decena de mujeres grafiteras en la ciudad– y provenientes de estratos de clase media-alta, porque tanto los botes como los difusores valen dinero y hay que pagarlo».

«Incluso sé que hay algún padre de familia con más de 40 años y que sigue actuando, y gente normal y corriente que tiene su trabajo», si bien el oficial Ángel argumenta que «lo normal es que sean jóvenes y que estén entre los 20 y los 25 años». «Hay dos tipos de grafiteros, el que lo deja cuando le pillamos y le llega la primera multa de 750 euros; y el que no lo puede dejar porque no se logra controlar», apostilla.

EL RETO DE 'ESTRENAR' EL TÚNEL DE ANDRÓMEDA

Dentro del mundillo, el gran reto siempre ha sido «pintar un tren», es como el «bautizo de un grafitero», pero hay ocasiones en que surgen objetivos nuevos y «ahora en Valladolid está el reto de ser el primero en pintar el túnel de Andrómeda». «Todos los grafiteros buscan que se hable de ellos. Pintar una azotea en la Plaza Mayor, grabarlo y colgarlo luego en Instagram –caso real–. Hacer un 'bombardeo' por la ciudad con tags, que son pintadas rápidas con sus firmas, esas en negro que hacen en contenedores, portales... Pero uno de los grandes objetivos actuales en Valladolid es, por supuesto, el túnel de Andrómeda, que es nuevo y que sabemos que está ahí el reto entre ellos de ser los primeros en pintarlo».

Las zonas de actuación para el gran grafiti son los parques de los barrios y el extrarradio en general, «porque se pueden tomar mucho más tiempo, se abren una cerveza, fuman y pintan con escaleras y con calma», mientras que en el centro y el interior de los barrios es mucho más común ese 'bombardeo' o lo que en el argot llaman 'vomitados', que son «unas pintadas rápidas y cuyo propósito fundamental es marcar territorio», por lo que suelen verse en la zona de residencia del grafitero, de trabajo o de salir.

VALLADOLID, ZONA DE TURISMO DE SPRAY

Pero el gran grafiti es cosa del extrarradio, de naves junto al Río Hortega, de otra entre el Camino Viejo de Simancas y el Callejón de la Alcoholera, de los muros y los paneles de la DGT de la Ronda Exterior y la autovía A-62... Focos convertidos en un punto de atracción también para grafiteros de otros puntos del país, ya que, tal como destaca este experto policial, «Valladolid es una zona de turismo de spray»: «La gente viene de fuera a pintar a la VA-20, a la VA-30, en el entorno de Río Shopping. Vienen un fin de semana a dejar su sello en la ciudad, igual que se van a otras capitales importantes de Europa a hacer su grafiti y lo cuelgan en sus redes».

Y es precisamente al otro lado de esos paneles acústicos que recubren la Ronda Exterior, a su paso por los barrios de la zona sur de la capital, donde muchos grafiteros locales efectúan sus pruebas antes de dar el salto a un gran grafiti: «Aquí no se les ve y pueden practicar antes de saltar y hacerlo en un punto más visible.