Santiago González

CARTA DEL DIRECTOR

Santiago González

Director de El Día de Valladolid


La prostitución, más que un problema social y policial

27/02/2022

La prostitución no es un fenómeno de nuestra época, ni de nuestra provincia, ni siquiera de nuestro país o de Europa. Desde tiempos inmemoriales existen hombres dispuestos a pagar por tener sexo y mujeres que aceptan mantener relaciones a cambio de dinero. Lo que llama la atención es que haya sobrevivido al paso de los siglos y aún hoy, en pleno 2022, estemos hablando de ello como si fuera una transacción comercial en vez de un claro sometimiento a una persona humana, la mayoría de las veces a una mujer, aunque también hay transexuales y hombres. El debate sobre qué hacer con la prostitución se abre cada cierto tiempo, pero aún no se ha cerrado con una propuesta unánime para abolir el denominado 'oficio más antiguo del mundo'.
La lucha contra esta actividad, que se encuentra en la más absoluta alegalidad, se centra en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, sin embargo únicamente pueden perseguir las conductas y situaciones donde se pueda estar cometiendo un delito. Y esto solo se produce cuando las mujeres son obligadas a ejercer la prostitución, lo que en muchas ocasiones es difícil de demostrar, o son objeto de trata de blancas, casi siempre en manos de bandas internacionales que comercian con personas como si se tratara de mercancía. La Policía y la Guardia Civil hacen su trabajo, a pesar de que cada vez se hace más complicado con un cambio impulsado por la pandemia que ha llevado a las viviendas la actividad que antes se realizaba en locales de alterne. Esta nueva variante dificulta la intervención y desarticulación de redes o proxenetas, ya que, como recuerdan los responsables policiales, la inviolabilidad del domicilio lleva a la necesidad de contar con autorización judicial para entrar en un piso y esto solo se produce tras una investigación y la seguridad de que allí se está obligando a mujeres a ejercer la prostitución.
Dejando a un lado el minoritario número de mujeres que por voluntad propia decide alquilar su cuerpo para el placer de un hombre a cambio de dinero, la sociedad está obligada a luchar contra un tráfico y comercio que se asemeja al de las personas de raza negra que eran llevadas desde las costas de África a América entre finales del siglo XV a principios del XIX para luego venderlas allí como esclavos. En el caso que nos ocupa se venden como putas. Y, aunque las fuerzas de seguridad tienen un papel esencial, tienen que intervenir el resto de las administraciones públicas para acabar con un 'oficio' que es un completo sinsentido en un mundo civilizado. El PSOE se comprometió, el pasado mes de octubre en su congreso federal, a aprobar una ley integral para abolir la prostitución durante esta legislatura, aunque las discrepancias con Podemos, su socio de Gobierno, ha impedido avanzar hasta ahora. Y es necesario hacerlo ya para cerrar el eterno debate entre abolir o despenalizar.
Finalmente, la prostitución requiere de otras medidas también importantes. Por un lado, la atención a esas mujeres desvalidas, forzadas, obligadas y maltratadas debe ser prioritario en los departamentos de los servicios sociales de los ayuntamientos. El miedo y la degradación a la que han sido sometidas requieren de la intervención de profesionales para su recuperación, además de paciencia y cariño, no solo su expulsión del país al que casi siempre llegan de forma irregular o el abandono a su suerte. Y por otro lado, la sanción a los 'puteros', no podemos admitir como sociedad que la satisfacción de unas personas se obtenga pagando y degradando a otras. Hay que acabar con los consumidores de prostitución y rechazar a cualquiera que utilice a mujeres u hombres para un rato de placer sexual. Lo siento, pero en pleno siglo XXI no es admisible.
Afortunadamente, en Valladolid ya no se ejerce la prostitución en la calle, sin embargo no caigamos en ese dicho de que 'ojos que no ven corazón que no siente' y no olvidemos el problema.