Valladolid y Cantabria, de la mano al paladar

M.B
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La Taberna del Herrero, abierta hace 26 años en el centro de la capital, lleva seis ofreciendo una mezcla de sabores muy nuestros y muy del norte

Shana, en la cocina de La Taberna del Herrero. - Foto: Jonathan Tajes

Si a uno le apetece un buen cocido, unas sopas castellanas o unos huevos rotos, pero también tiene ganas de unas rabas, unas anchoas o unos bocartes, tiene su restaurante muy cerca de la Plaza Mayor, en la calle Calixto Fernández de la Torre, bajo el nombre de La Taberna del Herrero.

Sabores castellanos y cantábricos se dan la mano en este local con casi 26 años de historia, que nació como la típica tasca de la zona, y creció y amplió su oferta hace algo más de un lustro, con la incorporación de dos socios de la cercana Cantabria.

La Taberna del Herrero abrió sus puertas en las navidades de 1996. De la mano de José Antonio Garrote y de su hijo, Óscar. «A mi padre le llamaban el herrero y buscábamos algo más rústico que La Fragua, más tipo taberna, sin muchos accesorios», recuerda Óscar. De La Fragua se unió también José Luis Salgado, por entonces camarero y hoy encargado del establecimiento. Y aquí arrancaron con una oferta sencilla, basada en la cocina castellana.

Huevos rotos en La Taberna del Herrero.Huevos rotos en La Taberna del Herrero. - Foto: Jonathan TajesDe hecho, fueron los primeros en presentar los huevos rotos en una sartén y cortados por los propios camareros: «Para la inauguración vino Lucio (del emblemático Casa Lucio de Madrid), porque era amigo de mi padre. Algunos nos llamaron locos por servirlos directamente en su sartén».

Durante muchos años mantuvieron esa oferta castellana, con platos como cecina, chorizo al vino tinto, morcilla de Burgos, sopas de ajo, ternera sanabresa... hasta que hace seis, dos cántabros, Ramón y Nani, se pusieron en contacto con Óscar para abrir un restaurante en Valladolid. Llegaron rápidamente a un acuerdo y La Taberna del Herrero unió de nuevo dos tierras que hace años fueron la misma, como recuerdan sus dueños, Castilla La Vieja: «Nos asociamos y desde entonces tenemos productos típicos castellanos y típicos cántabros». Esa unión también hizo que en Santander haya tres La Taberna del Herrero: «Hemos llevado Castilla allí también».

Así que las rabas, las anchoas, las albóndigas de merluza, los guisos marineros y los bocartes, entre otros platos, se han hecho un hueco en la amplia pizarra que permite ver la carta de un solo vistazo. El local, que mantiene sus dos plantas y una terraza, también se customizó con recuerdos y detalles vinculados al mar.

Abierto todos los días del año, salvo una semana por vacaciones en agosto, y con una capacidad para unos 70 comensales entre el comedor de la planta inferior, en la que se puede reservar para grupos; y el comedor de la planta principal, más otros 25 en la terraza, cuenta con un menú diario de lunes a viernes al mediodía, por 15,50 euros, con tres primeros y tres segundos a elegir (con el cocido los jueves, por 18 euros). 

La carta, sencilla y basada en el producto, tiene el producto estrella en los huevos rotos, ya sean solos (por 5,50 euros) o con jamón o con torreznos o con chistorra (por 8 euros): «El secreto es un buen aceite, la temperatura y buenos huevos... además del pimentón de la Vera». En la cocina, Juan Carlos y Shana se encargan de esa mezcla de sabores castellanos y cantábricos.

Su ubicación, a unos metros de la Plaza Mayor, le permite una rotación de clientes, no solo de Valladolid, también de fuera e incluso el extranjero. Y su comedor, con mesas amplias, invita a compartir: huevos, cecina, morcilla con rabas, bocartes y anchoas.