Vicente Jiménez pide solidaridad con quienes sufren la guerra

D. V.
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El arzobispo emérito de Zaragoza pronuncia el Sermón de las Siete Palabras: "El conjunto de pasos que exhibe Valladolid no tiene igual ni en primores de arte ni en sentimiento genuino de honda religiosidad"

Sermón de las Siete Palabras - Foto: Ical

El arzobispo emérito de Zaragoza y coordinador del Equipo Sinodal de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Vicente Jiménez Zamora (Ágreda, Soria, 28 de enero de 1944), apeló hoy que la Semana Santa de este año debe servir para solidarizarse con "tantos hermanos que sufren en sus carnes los horrores de la guerra", tanto las "silenciadas en otras partes del mundo" como la "sacrílega de invasión de Ucrania", que tachó de "verdadera locura, una catástrofe humanitaria que acarrea lágrimas, sangre, muertes, ruina y muchos problemas humanos".

"La guerra siempre es una derrota para la Humanidad", dijo. "Oremos al Dios de la paz, que nos quiere hermanos y no enemigos, para que en la humanidad cese el odio y venza el amor, para que triunfe el sentido común, se respete el derecho internacional", sentenció durante la lectura del Sermón de las Siete Palabras hoy en la Plaza Mayor de Valladolid, engalanada con telones negros y con el cortejo de los pasos que representan cada una de ellas.

Quien fuera también obispo de Osma-Soria y de Santander, recordó que la Semana Santa de 2022 se desarrolla aún con el "contrapunto del mal de la pandemia, que va remitiendo, pero que sigue todavía presente y que ha causado muchas muertes y unas graves consecuencias sociales, económicas, laborales y psicológicas que no se deben olvidar".

Sermón de las Siete PalabrasSermón de las Siete Palabras - Foto: Ical

Ante la presencia del cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, y el obispo auxiliar de Diócesis, Luis Argüello, Jiménez clavó su mirada ante las imágenes que "tienen alma y vida", y que presidían el ágora vallisoletana para continuar con una alabanza a la pasión de la ciudad. Este conjunto de pasos que exhibe Valladolid no tiene igual ni en primores de arte ni en sentimiento genuino de honda religiosidad. "Hablan al corazón del ser humano; tocan la sensibilidad individual y colectiva; suscitan la fe, la esperanza y el amor".

Destacó que la imaginería religiosa, obra de los grandes artistas de la escuela castellana como Gregorio Fernández, Alonso Berruguete y Juan de Juni, entre otros, tiene "pedagogía y apologética, es una catequesis viviente", pues la "fe, cuando es viva y vigorosa, es capaz de crear cultura, arte y belleza".

Jiménez mencionó cada una de las Siete Palabras pronunciadas por Jesucristo en la cruz y realizó un comentario y su aplicación en la vida en cada caso. Así, sobre la primera: 'Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen', recordó que este evangelio del perdón es "radical, sublime, pero molesto y casi imposible de cumplir sin la gracia de Dios, que da fuerzas para amar y perdonar". "¿Ignoraba Jesús que llevamos dentro una innata Ley del Talión, que nos manda el odio y la venganza Precisamente, porque lo sabía, nos propone un camino de liberación y de felicidad, no mediante una estúpida pasividad, sino por la fuerza activa del perdón, como expresión del amor. Para perdonar, el camino es el amor", incidió el arzobispo soriano.

A su juicio, "se podrían evitar sufrimiento, divisiones y guerras si el perdón, el amor y la misericordia fueran el estilo de vida, incluso en la familia". "Cuántas familias desunidas que no saben perdonarse, cuántos hermanos que tienen el rencor dentro. Es necesario aplicar el perdón, fruto del amor, en todas las relaciones humanas: entre los esposos, entre los padres e hijos, dentro de nuestras comunidades, en la Iglesia y también en la sociedad y en la política", deseó.

Segunda palabra

Sobre la segunda palabra, 'En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso', Jiménez consideró que Cristo, a través de esta respuesta, "da la firme esperanza de que la bondad de Dios puede tocarnos incluso en el último instante de la vida, y la oración sincera, incluso después de una vida equivocada, encuentra los brazos abiertos del Padre bueno que espera el regreso del hijo".

Añadió que la respuesta es que la salvación es un "don gratuito de Dios que se nos ofrece y que se nos invita a acoger siempre de nuevo". "El hombre no vuelve profundamente a sí mismo por lo que hace, sino por lo que recibe. Tiene que esperar el don del amor, y el amor sólo puede recibirlo como don. El hombre para salvarse depende de un don. Si se niega a recibirlo, se destruye a sí mismo. El amor, la misericordia, el perdón son el don que todos necesitamos", señaló Jiménez, quien invitó a recibir ese don de la Iglesia, a quien el Señor lo confío por medio de sus sacramentos, en especial el de la reconciliación.

Tercera palabra

Sobre la tercera, 'Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre', recordó que es correlativa hacia la mujer y hacia el hijo, y "vinculante para ambos". Se fundamenta el título que el Papa san Pablo VI, al final de la tercera etapa del Concilio Vaticano II, concedió a María como "Madre de la Iglesia".

En ese momento, rememoró Jiménez, la acogió "en su propia realidad, en su propio ser, en su casa", y "así forma parte de su vida y las dos vidas se compenetran". "Aceptarla en la propia vida es el testamento del Señor. Por tanto, en el momento supremo del cumplimiento de la misión mesiánica, Jesús deja a cada uno de sus discípulos, como herencia preciosa, a su misma madre, la Virgen María".

Cuarta

'Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?' es la cuarta palabra de Jesús en la cruz, justo en el momento en el que "siente el drama humano de la muerte". La oración de Jesús moribundo en la cruz "nos enseña a rezar con amor por tantos hermanos nuestros que sienten el peso de la vida diaria, que viven momentos difíciles, que atraviesan situaciones de dolor, que no cuentan con una palabra de consuelo". 

Puso como ejemplo pensar en la "soledad de los ancianos descartados porque no producen; en el drama del abuso sexual de los menores en la Iglesia, pero también en la sociedad; en las personas sin techo; en las mujeres maltratadas, en la angustia de tantas familias de refugiados a causa de la guerra en Ucrania y de otras guerras en distintas partes del mundo; y en toda la interminable letanía de las angustias humanas, que tiene múltiples rostros". Y remato que para quien no tiene fe, el misterio de la vida puede conducir "al absurdo y desembocar en la desesperación", pero para quien la tiene y espera en el Señor, "ese misterio del mal, aunque no tiene una explicación total, sí que tiene un sentido y un valor".

Quinta palabra

Sobre la quinta palabra, 'Tengo sed', y su aplicación en la vida, el arzobispo emérito expone que además de sed física, Jesús "tiene otra clase de sed, de amor", que también es la de la Humanidad, porque el "hombre es un pozo de llanto y de sed, tiene sed de verdad". "Siempre permanece en lo más profundo de su corazón la nostalgia de la verdad absoluta y la sed de alcanzar la plenitud de su conocimiento. Lo prueba su búsqueda del sentido de la vida. El desarrollo de la ciencia y de la técnica no exime al hombre de plantearse los interrogantes fundamentales, sino que más bien le estimula a afrontar las luchas más dolorosas y decisivas, como son las del corazón y de la conciencia moral", deslizó Jiménez.

Sexta palabra

Durante su Sermón, al llegar a la sexta palabra, 'Está cumplido', el prelado argumentó que "no se trata tanto de que Jesús haya realizado sus proyectos, sino de la conciencia de que ha cumplido la voluntad del Padre en obediencia filial y amorosa hasta entregar su vida en la cruz". Por ello, deseó que "al llegar el momento supremo de nuestra vida, al llegar la hora de la cuenta", todos puedan decir 'Todo está cumplido'. "Ojalá que al hacer balance de nuestra vida no seamos como el siervo negligente y holgazán, que mereció la reprobación del Señor, sino como el siervo trabajador, para que recibamos la aprobación", apeló.

Además, aprovechó este momento para hablar de una "Iglesia distinta", abierta a la "novedad que Dios le quiere indicar, invocar al espíritu con más fuerza y frecuencia y escucharlo con humildad, caminando juntos, con docilidad y valentía".

Séptima palabra

Por último, la séptima palabra, 'A tus manos encomiendo mi espíritu', para cuya explicación se ayudó de la cita de Carlos de Foucauld, antiguo vizconde y militar, y "luego mendigo y pobre entre los pobres de Argelia", que en su madurez fue un místico contemplativo en el desierto y que será canonizado en Roma el próximo 15 de mayo: "Padre, me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo. Lo acepto todo con tal de que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz, porque te amo y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque tú eres mi Padre".