Rafael Floranes, brillante polígrafo

Jesús Anta
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El cántabro, que vivió en Valladolid la mitad de su vida, fue el más brillante especialista y erudito de su tiempo en el campo de las leyes, la historia, las antigüedades, la literatura y la economía

Rafael Floranes, brillante polígrafo

Sin haber tenido estudios superiores en Derecho (algún historiador sostiene que ni siquiera inició la carrera), fue el más brillante especialista y erudito de su tiempo en el campo de las leyes y aún en otros terrenos como el de la historia, las antigüedades, la literatura y la economía. Se le cataloga como polígrafo, es decir, experto en las más varias materias. Aunque no todos los intelectuales españoles le tenían en tan alta estima: Menéndez Pelayo pensaba que era desordenado en su método y que mezclaba cosas inconexas en sus escritos.

Se trata de Rafael Floranes y Encinas, un cántabro que vivió en Valladolid la mitad de su vida. Pertenecía a una familia hidalga que tenía su casa solariega en el valle de Liébana.

Nació el 8 de mayo de 1743 en Tanarrio (Cantabria), y falleció en Valladolid el 6 de diciembre de 1801. Su esposa, que había muerto dos años antes, y él, fueron enterrados en la iglesia de la Antigua. No se conoce de la existencia de algún retrato de Floranes.

Rafael Floranes, brillante polígrafoRafael Floranes, brillante polígrafoDe su vinculación con Valladolid, sabemos que en torno a 1764 estuvo unos años en la ciudad, viviendo con un tío suyo y trabajando en la Real Chancillería. 

Luego se casó y vivió en Bilbao, donde aspiró al puesto de Procurador del Ayuntamiento, cuyo empleo no le fue dado por no ser natural de la ciudad. Marcha luego a Vitoria contratado por el duque de Berwich y Liria, señor de Ayala y Grande de España, para que escribiera la historia de su linaje. 

No hay fecha cierta de su llegada de nuevo a Valladolid, pero consta que en abril de 1777 ya estaba en la ciudad para quedarse definitivamente. Vino en calidad de apoderado de los negocios en la Chancillería del duque de Berwich, con un sueldo notable, y se afincó en una casa inmediata a la iglesia de las Angustias. Una casa que, con el tiempo, se convirtió en un centro de reunión de profesores universitarios y abogados de la Chancillería, tal como relató Narciso Alonso Cortés.

Entre sus empleos públicos en Valladolid, desempeñó el cargo de Procurador del Común del Ayuntamiento, durante 1785 y 1786. A continuación fue designado Fiscal por la Real Academia de San Carlos de Jurisprudencia, situada en la Real Chancillería, y también procurador del Tribunal del Honrado Concejo de la Mesta. Fue académico de la Real Academia de Jurisprudencia y de la Real Academia Anatómica y Quirúrgica.

En el ámbito privado, Floranes estableció una academia de abogados en su casa en la que impartía Jurisprudencia e Historia del Derecho,? y eso, como ha indicado el historiador Filemón Arribas, sin tener los estudios necesarios para ello. Tras su fallecimiento, los herederos vendieron los libros, legajos y manuscritos que durante toda una vida atesoró y escribió Floranes. Por suerte, parte de estos papeles fueron comprados por la Real Academia de la Historia, y ahora esta institución, la Biblioteca Nacional, el Archivo Histórico Nacional y otras importantes bibliotecas, entre ellas la de la Universidad de Valladolid, han ido adquiriendo buena parte de los manuscritos que escribió.

En la imagen que ilustra el artículo se ve el Valladolid de la época de Floranes. Está dibujado por Diego Pérez Martínez. En primer término, donde ahora está la playa, se ve una gran plantación de árboles y el espolón nuevo; a la izquierda las aceñas y el Puente Mayor; a la derecha del todo la desembocadura del ramal del Esgueva que atravesaba Valladolid; a la izquierda las tapias y la torre del antiguo Palacio del Conde, actual biblioteca de Castilla y León; y al fondo a la derecha, sobresaliendo del arbolado, la vieja torre de la Catedral.

Hombre generoso

La mayoría de los historiadores y escritores científicos de su época, le mostraron su más sincero agradecimiento pues con frecuencia, desinteresadamente, les pasaba notas que él recababa para que pudieran seguir con sus investigaciones. Era un tipo laborioso que investigaba y escribía por el mero placer. Y, curiosamente, no dejó ninguna obra impresa en vida. De entre sus numerosos manuscritos, repartidos por archivos y bibliotecas, dejó, por ejemplo, apuntes y disertaciones sobre la Historia de Valladolid, un informe sobre cómo mejorar los abastos de Valladolid, como mejorar la iluminación de las calles, o una memoria remitida al Ayuntamiento sobre las causas de las inundaciones del Esgueva y el modo de «libertar de ellas al pueblo». Iniciativas de una persona que quería el progreso para su ciudad. No en vano, era socio meritorio de la Real Sociedad Económica del País, una institución creada por Carlos III para fomentar la modernización de España y sus municipios. Abordó, también, importantes estudios sobre Castilla y varias de sus poblaciones, como Toro, Palencia y Salamanca. Él mismo escribió a un amigo sobre su deseo de escribir la Historia de Valladolid: «una tentación que ya días y noches me ronda y atormenta».