Santiago González

CARTA DEL DIRECTOR

Santiago González

Director de El Día de Valladolid


El final del verano #Cartadeldirector @sangonru

11/09/2022

Más que el sol y la playa, el final del verano en Valladolid lo marcan las ferias y fiestas y el inicio del curso escolar. Y ambas cosas han llegado ya, con lo que podemos dar paso a la estación otoñal, un tiempo en que se nos abren grandes incertidumbres y en la que todo el mundo anuncia fuertes nubarrones que pueden estropearnos los próximos meses. Con los festejos en honor a la Virgen de San Lorenzo acabando tras más de una semana con ambiente espectacular, masiva participación y actividades para todos los públicos, los más pequeños inician la vuelta a las aulas ya sin medidas especiales contra la pandemia, lo que significa un alivio para padres y alumnos, así como un síntoma de normalidad. Algo que ya se viene observando en la calle durante los últimos meses y que debería llevarnos a eliminar la obligatoriedad de las mascarillas en los últimos reductos donde aún lo impone la ley. ¿Qué sentido tiene que miles de personas se agolpen en un concierto, una discoteca o cualquier otro evento y luego se tengan que poner una mascarilla en el taxi o al montarse en un tren?

Confiemos en que nuestras autoridades se den cuenta de la nueva realidad social y, por supuesto, el que quiera seguir cubriéndose boca y nariz está en su derecho. Pero más allá de esta observación, quería compartir mi preocupación por el anunciado otoño caliente, o más bien frío ante la ausencia del gas y el precio de la luz y los carburantes. Quiero creer que será mayor el ruido que las nueces y las grandes desgracias que nos adelantan se quedarán en pequeños baches que podamos superar sin afectar al bienestar social propio o familiar. Todo puede ir a mejor, por supuesto, pero también a peor, así que más vale prevenir que curar y espero que las medidas y sacrificios que ya realizamos las empresas, los trabajadores y toda la sociedad en general sirvan para resistir el envite de la guerra de Ucrania, del incremento disparado de los precios y de la crisis energética.

La caída de las hojas, que este año se adelantó a mediados de agosto, o los colores ocre de los bosques, los que no se han quemado todavía, son señales de la llegada del otoño. Fíjense en ello porque se darán cuenta de que pronto ya el verano quedó atrás y se abre paso la Navidad, que cada año se adelanta un poco más y ya comienza a finales de noviembre con el encendido de las luces (ya se conoce que será el 24 de noviembre, como les informa mi compañera Maite Rodríguez en las páginas de este periódico). Todo pasa demasiado rápido y espero que este otoño no se nos atasque entre tipos de interés que suben, movilizaciones laborales porque los convenios no recogen el aumento del coste de la vida o subidas de precios del gas y la luz.

Y el otoño solo es el preludio de lo que puede llegar. Como dije antes no quiero ser agorero, a pesar de que dicen que lo mejor es ponerse en lo peor, sin embargo casi lo que más me preocupa es que la economía no se pare, que se inicien las obras de la factoría de Switch Mobility, que el empleo crezca y los salarios también. Porque el peligro para el otoño y el invierno llega también en forma de campaña electoral. Aunque los comicios de mayo en Castilla y León solo serán municipales, los partidos políticos harán frente común y se enredarán en batallas nacionales que impedirán cualquier tipo de acuerdo e incluso avances para sacar a los ciudadanos de la incertidumbre.

Por ello, con todas las dudas que me genera, hago un llamamiento a Óscar Puente y a su equipo de gobierno, a Pilar del Olmo y a toda la oposición para que dejen las guerrillas de desgaste, las batallas donde no hay nada que ganar y los enfrentamientos a través de las redes sociales y se dediquen a trabajar para salvaguardar el bienestar de los vallisoletanos, en la medida de lo posible desde el ámbito municipal. Hay que reconocer que la congelación de impuestos para el próximo año, anunciada por el Ayuntamiento, es un primer paso en la buena dirección. Pero hay que seguir.