Fue el pionero en Valladolid. Y ya va por 35 años, 25 en su actual ubicación. Comenzó por el amor hacia México de José Manuel Cordero y Sonia García. Por sus primeros viajes allí y sus ganas de abrir un negocio aquí. Y hoy, 35 años después, se podría decir que es uno de los embajadores de la cocina tradicional mexicana a nivel nacional –así se lo reconocen numerosos expertos y guías gastronómicas–. Es el restaurante Las Rosas de Guadalupe, en la calle de Hernando de Acuña, 46, en el barrio de Parquesol.
José Manuel y Sonia llegaron a su actual dirección tras una década en los aledaños del Mercado del Campillo. Allí abrieron el primer restaurante mexicano, más tipo taquería, después de varios viajes al país centroamericano. Aterrizaron en la zona más alta de Parquesol, en un barrio aún en pañales y que han visto crecer desde que abriesen sus puertas. Eligieron su nombre por un mito sobre la aparición de la Virgen de Guadalupe a un indígena en el siglo XVI. Y un formato más tipo restaurante, con una capacidad para unos 70 comensales.
«Desde el primer momento hemos apostado por la comida mexicana, añadiendo cada año platos de diferentes estados», señala José Manuel Cordero. De hecho, hasta la irrupción de la pandemia de la covid, cambiaban la carta todos los meses de noviembre, aprovechando algún viaje (el propio José Manuel tenía previsto uno antes de ese marzo de 2020 para conocer una zona costera del país azteca, donde el pescado es su principal materia prima). «La comida mexicana no son tacos y nachos, es mucho más. Hay que recordar que la gastronomía del país es patrimonio cultural inmaterial de la humanidad», aclara Cordero, que mantiene muchos contactos del país centroamericano tras tantos años y años de viajes a él, y que apuestan por esa renovación de la carta con nuevas tendencias continuamente –«salvo en esta pandemia, en la que nos ha tocado estar cerrados un año»–.
Desde Las Rosas de Guadalupe, además, se recuerda que la gastronomía mexicana tiene reminiscencias peruanas, niponas, francesas y españolas, además de indígenas, y que «es riquísima en variedad». Abierto todos los días de la semana para comidas y cenas, menos los lunes, por descanso, el local cuenta también con un espacio al detalle que lleva al comensal a prácticamente viajar por México.
«Todos los platos que añadimos a la carta los hemos ido preparando y están probados en los últimos meses», afirman apuntando que cuentan con tres niveles de picante: verde (no pica), azul (pica un poco) y rojo (picantita). «La comida en México pica en general y aquí la hemos adaptado a nuestro paladar. Siempre decimos que el nivel más alto se puede tomar». De hecho, cada elaboración lleva su picante y si el cliente quiere más se le trae aparte.
A pesar de no tener un menú del día, el tique medio ronda los 20-22 euros, «en función de lo que se tome de bebida». Porque estando en México no puede faltar la coctelería, como el Margarita (tequila, zumo de limón y triple seco), el Daikiri (zumo de limón con ron) o el Mojito (zumo de limón, ron, agua con gas, hierbabuena y azúcar), entre otros.
Chimichanga (dos tortillas de trigo fritas, rellenas de revuelto de nopales -las palas/hojas de cactus tiernas-, salsa de tomate y queso) y enchiladas (dos tortillas de maíz fritas, rellenas de pollo cubiertas con salsa de mole son dos de sus clásicos de toda la vida; a los que van añadiendo budín Azteca (pastel de tipo lasagna con tortillas fritas de maíz, cerdo, pollo y salsa de tomate), chile en nogada (relleno de guiso de carne con frutas y frutos secos bañado con salsa de queso), taco pibil (guiso de carne con achiote, cítricos, especias, cebolla y chile habanero) o crujientes de Veracruz (tortilla de maíz fritas con guiso de ternera, queso de cabra, puré de flor de calabaza y salsa de tomate).
«Sabores de México, productos frescos mediterráneos y la mejor selección de cervezas, cócteles y tequilas forman nuestra identidad», aseguran.