Editorial

La división del feminismo ahonda aún más la crisis en el Gobierno

-

El primer Gobierno de coalición de la historia adolece estos días de sus peores perspectivas de futuro. La fragmentación es de tal magnitud que aún no se entiende cómo la ministra de Igualdad, Irene Montero, se mantiene en el cargo después de que sus compañeros del Consejo de Ministros iniciaran la reforma de la ley del 'solo sí es sí'. La soledad con que afrontó el martes la ministra en la bancada azul del Congreso la votación revela la ruptura y el señalamiento de un desacuerdo que se arrastra desde el mismo momento que se conocieron las primeras rebajas de penas a agresores sexuales. Pese a no haber experiencia en este tipo de crisis de gobiernos de coalición, resulta inconcebible que la propia Irene Montero permanezca en el cargo tras los duros ataques al partido del presidente y, a su vez, el PSOE reconozca el hartazgo de las continuas traiciones.

Quizá no era el momento para abrir una crisis en Moncloa por ser ayer el Día Internacional de la Mujer, pero la tramitación de la norma en las cámaras legislativas será un camino tumultuoso a tan solo unos meses de los comicios municipales y autonómicos. Fue significativo también cómo ni tan siquiera la vicepresidenta Yolanda Díaz arropó a las representantes de Podemos en lo que ha sido la columna vertebral, esta ley, de su acción política en estos años al frente de Igualdad. Sin querer dar marcha atrás, Montero ha dilapidado su poco crédito con la obcecación de mantener unos postulados que, prácticamente, nadie compartía, a excepción de los grupos independentistas. Pero la crítica no solo ha sido de su socio mayoritario. La ministra sufrió ayer la contestación de una parte del feminismo en los actos públicos del 8M. Sin el apoyo explícito, Montero se encuentra en una situación de gran debilidad por esta brecha abierta por el feminismo que la deja con un pie fuera del Gobierno.

No se entendería que una vez consumada la reforma, la ministra continuara por el mero hecho de cumplir con el pacto de coalición. Sánchez, como ya la hiciera con Pablo Iglesias, dejará a la formación morada tomar sus propias decisiones, a sabiendas, que más tarde o temprano, Podemos se desmarcará aún más de las tesis del PSOE cuando lleguen las elecciones generales a fin de año. Será, entonces, cuando definitivamente se vean más las costuras a un gobierno alienado, que un día aprobaba una ley y al siguiente era rebatida por parte de algunos de sus ministros. Esta actitud bipolar demuestra que nuestros políticos no están preparados para gobernar conjuntamente con otros partidos.