La tiranía de los impuestos

Eva Jiménez
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Ignacio Ruiz-Jarabo denuncia en su último libro el «mal diseño» de los tributos y la conveniencia de que bajen para evitar los fraudes

La tiranía de los impuestos - Foto: ICAL

Impuestos o libertad. Ese es el título de lo último de Ignacio Ruiz-Jarabo Colomer. Llama la atención la disyuntiva, como si fueran dos conceptos opuestos. El autor, al que no se le puede reprochar desconocimiento del asunto que aborda (ha sido director general de la Agencia Tributaria y presidente de la SEPI), admite que la incompatibilidad no es absoluta, pero son dos variables con correlación negativa, pues varían en sentido contrario, es decir, a más impuestos, menos libertad, y a menos impuestos, más libertad: «Es evidente, toda vez que una tasa es  una obligación exigida coactivamente y ¡con qué grado de coacción!».

Una coacción que ha «herniado» el sistema. Resulta llamativa esa metáfora médica. Una hernia se presenta cuando una parte de un órgano interno o tejido sobresale a través de un área muscular débil. Ya veces hablamos de hernia estrangulada, que si no se trata puede llevar a la muerte. Según el experto, «ya hay necrosis» porque el grado de exigencia fiscal que sufrimos los españoles que sí pagamos impuestos es bestial (lo cifra en un 50 por ciento), y el pago se nos exige con un conjunto de normas absolutamente desequilibradas a favor del fisco. En la relación jurídico-tributaria vigente, «el Estado es todo y el individuo nada».

Su afirmación se compadece mal con la de aquellos que afirman que la presión fiscal en España es menor que la europea. Algo que él admite, pero eso no quiere decir que haya que aumentarla. «¿Dónde está escrito que haya que copiar los errores del vecino?». En todo caso, ese parámetro no tiene en cuenta la renta media anual de cada país. Ruiz-Jarabo nos invita a pensar que, por ejemplo, la nacional (25.000 euros) es claramente inferior a la alemana (42.000). Y pregunta: ¿cómo puede pretenderse que paguen el mismo porcentaje de impuestos rentas tan dispares?

Subraya, además, que el grado de incumplimiento fiscal en España duplica el que existe en la Unión, lo cual nos lleva a una suerte de paradoja: los españoles que cumplen con el fisco padecen una presión mayor (50 por ciento) que la de los europeos cumplidores (45).

«El fraude existirá mientras existan impuestos. Es inevitable, no hay ninguna norma que no sea incumplida. De lo que se trata es de lograr que se reduzca. Y para ello, es importante bajar los impuestos, pues no cabe duda de que, a mayores gravámenes, más incentivo para el fraude. Yo suelo decir que el tipo impositivo de un impuesto es el dividendo del defraudador», sostiene rotundo. 

Hemos hablado de fraude, pero quizá sea más correcto hablar de fraudes. Y, de inmediato, al ya abordado, no pagar impuestos, viene a sumarse un segundo: beneficiarse de ayudas de manera irregular. En su opinión, ambas cosas son compatibles y, en cierto modo, complementarias, el acceso a las subvenciones se modela o restringe en base a los ingresos declarados, por lo que el que no declara su renta real está en mejores condiciones de acceso a las ayudas públicas que el que sí la declara.

Entonces, ¿cómo debe ser y financiarse el Estado del Bienestar? «Con los impuestos justos, ¡ni un euro más!, y con unos gestores públicos responsables». En ese sentido, Ruiz-Jarabo insiste en la necesidad de abordar la eficiencia en el gasto público, «esa tarea pendiente que el actual Gobierno ni se plantea acometer».  

Quizás habría que endurecer la inspección fiscal... «¿Más todavía?», pregunta espantado.