Leer, crear y hacer amigos

Óscar Fraile
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El ilustrador Alberto Sobrino recorre diez rincones muy especiales de la capital

Leer, crear y hacer amigos - Foto: Jonathan Tajes

Nació en Serrada hace 45 años e hizo sus primeros pinitos en el mundo de la ilustración a los doce años, colaborando con una revista. A los 16 hizo su primer cartel profesional, al que le seguirían otros muchos, además de murales y trabajos para libros. También ha trabajado en campañas tan diversas como una que animaba a los jóvenes a hacerse árbitro u otra contra la violencia de género. Además, tiene formación en interpretación, fotografía, literatura y otros campos. Sobrino ha firmado el cartel de la Feria y Fiestas de este año.

 

Librería Oletvm. «Una de las librerías por excelencia de Valladolid», dice Alberto. Allí ha podido hacer muchos amigos entre el gremio de libreros, aunque Carmela ocupa un lugar especial en su recuerdo. «Hace tiempo que nos dejó, pero ella era quien habitualmente me enseñaba novedades de libros infantiles y la persona que más me animó a sacar mi álbum Mamá me grita», recuerda. También es el sitio donde más presentaciones de libros ha hecho, del mismo modo que colaboró con ellos para hacer el diseño de las ilustraciones del papel de regalo y de varios marcapáginas.


Librería En un bosque de hojas. «Si hablo de Oletvm, no va a ser menos la librería En un bosque de hojas, y no solo por Ana y Samuel, quienes siempre están ahí, sino por la parte exterior... estoy casi seguro de que son los escaparates más cuidados de Valladolid», señala. A él le resulta casi imposible pasar por allí y no detenerse a deleitarse con la decoración. «Cuidan cada detalle», sostiene.


Escuela de Arte. A Alberto le une un vínculo emocional con la Escuela de Arte. «Estudié allí dos años y tengo muy buenos recuerdos porque conocí a muchos de mis mejores amigos, a los cuales sigo conservando», señala. Allí también se plantó la semilla para el nacimiento del Colectivo Satélite, un grupo artístico autor de exposiciones, murales y libros. «Cada vez que entro allí es como si no hubieses pasado el tiempo», dice Alberto. Y ni siquiera siente nostalgia cuando lo hace, porque esta Escuela sigue formando parte de su vida en el presente, aunque ya hayan pasado 20 años desde que acabara su formación allí.

 

La bien pagá. «Es un espacio de teatro donde he podido conocer a un montón de gente, donde he disfrutado de clases de interpretación y he actuado varias veces haciendo ‘clown’. Gestionado por Anahí y Eva, es el refugio donde Alberto ha hecho sus pinitos en la interpretación. «Allí hice el papel de Shylock, el judío del Mercader de Venecia», explica. El local está ubicado en la calle Cádiz, en Las Delicias.


Iglesia de la Pasión. «Me gusta porque allí está San Judas Tadeo, que es el patrón de las causas imposibles», dice. Es habitual que vaya de vez en cuando a visitar al Santo, y también ha ido a Roma a ver su tumba. «Es una especie de ídolo para mí», señala. De hecho, suele regalar estampitas con esta imagen a sus amigos. «Una amiga encontró trabajo una semana después de que se lo diera», recuerda.


Cafetería El Minuto.  Uno de los puntos de encuentro cuando queda con sus amigos. «Me gusta muchos la estética que tiene el bar, se ha quedado anclada en el tiempo, aunque no pasa de moda», explica. Un local con un aire bohemio que le permite estar como en casa, aunque vaya sin compañía. Más o menos lo mismo que le sucedía en el Beluga, en Cantarranas.


La Sepia. Se trata de un punto de encuentro para muchos ilustradores de fuera de Valladolid. Para el recuerdo quedará el día en el que se encontró en este restaurante a Faemino y Cansado, aunque no se atreviera a acercarse a decirles nada. «Cuando vienen amigos de fuera quieren hacer dos cosas en Valladolid: ver los pavos reales y comer sepia», dice. Fue uno de los planes que organizó hace poco cuando recibió la visita de dos amigas ilustradoras: Ester García y Rebeca J. Pintos.


Empeños a lo bestia. «Esta tienda me pierde». Así de contundente se muestra para referirse a un local que le tiene «enamorado». «Paso a menudo por la puerta cuando voy camino del centro, es como un mercadillo en el que encontrar libros, discos antiguos y cómics totalmente descatalogados», explica.


La tienda sin nombre. Se trata de un local muy similar al anterior que sirve a Alberto como inspiración. «Allí encuentro una fuente inagotable de ideas y objetos para los carteles», dice. Cuando las ideas no fluyen, suele acercarse a esta tienda para comprar muñecos o figuras de porcelana que le sirvan como punto de partida para una de sus creaciones. También suele comprar novelas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía para su padre y sobres sorpresa a un euro para los cumpleaños de sus amigos.


Parque Ribera de Castilla. Un reciente descubrimiento de Alberto. «Soy de Serrada y muy de caminar entre viñedos o ir a un lugar de encinas», dice. Ahora en la capital ha descubierto este refugio verde para dar los largos paseos que antes daba por el asfalto del paseo de Zorrilla.