El museo del inspector Antonio

Alfonso G. Mozo
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González Clavero ha convertido en un auténtico museo su despacho y algunos de los pasillos de la Comisaría de Parquesol. Durante 30 años, ha acumulado medio millar de piezas que componen una colección única en Valladolid, historia viva de la Policía

El Museo del Inspector Jefe Antonio González Clavero - Foto: Jose Carlos Castillo

Todo empezó hace unos 30 años, casi cuando Antonio González Clavero (Casasola de Arión, 1959) empezó su carrera en la Policía. «No sé muy bien ni cómo empieza todo esto, pero sí que es cierto que siempre me ha gustado. Al principio era una pequeña afición y ahora el paso del tiempo lo ha convertido en esto...», bromea durante el recorrido por las tres «salas» de un museo privado que le gustaría que «lo pudiese ver todo el mundo».

Este inspector jefe de 60 años es el jefe de la Comisaría Local de Parquesol. Allí, entre el vestíbulo de la sala del DNI y los pasillos que dan acceso a su despacho guarda una colección con medio millar de piezas vinculadas con la historia de la Policía, pero también con otros cuerpos de seguridad del mundo. «La gente que va de misión o a un curso formativo al extranjero o incluso para un viaje de ocio, pues siempre me trae algún recuerdo», explica González Clavero, quien acumula un centenar de gorras y cascos, tanto históricos como de otras policías, así como otros tantos escudos y emblemas. Incluso tiene el uniforme de un comandante de la Policía de México que estuvo en un curso en la Academia de Ávila cuando él era formador: «Me lo dio de recuerdo cuando acabó y se iba a su país. Se llama Jaime Padilla y es de las cosas que guardo con más cariño», confiesa el inspector Antonio. 

BARCELONA-ÁVILA-VALLADOLID

González Clavero formó parte de la primera promoción del Cuerpo Nacional de Policía. «Aprobó en el 85 la oposición y estuve durante de dos cursos en la Academia, entre 1986 y 1988. Salí de inspector en el 89 y primer destino fue Barcelona, donde pasé once años en lo que se llamaban Grupos de Investigación, llegando a ser jefe de lo que hoy es la Ucrif (Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades documentales)», recuerda. Tras ello, pasó diez años en la Academia de Ávila, ocho como profesor de Investigación y Policía Judicial y dos como jefe de departamento. Y los últimos once años, en Valladolid, nueve como jefe de Informática en la Comisaría de Las Delicias y dos como jefe del centro policial de Parquesol.

Allí, entre su despacho, una sala contigua y el pasillo de acceso de la primera planta se fraguan esas tres «salas» -como dice él, a modo de broma- de un museo oculto para el gran público y para muchos de sus compañeros. «En el almacén, en mi trastero, en mi casa, en Jefatura (en Felipe II)... tengo más cosas» de una pasión que incluso le ha llevado a publicar tres libros sobre la historia de la Policía, esa que el inspector jefe Antonio la repasa con primor a través de ese medio millar (largo) de piezas.

El Museo del Inspector Jefe Antonio González ClaveroEl Museo del Inspector Jefe Antonio González Clavero - Foto: Jose Carlos CastilloÉl no las ha contado nunca, pero cree que es importante que no se pierda esa parte de la historia de un cuerpo policial que, de algún modo, es la historia también de un país: «Si no hubiera alguien que se encargase de recoger todo esto, se perdería y forman parte de nuestra historia», reflexiona. El inspector tiene en depósito varias piezas de la Fundación de la Policía Española y recuerda que hay «el museo de la Policía (oficial) existe y está en la Academia de Ávila», pero el grueso de su colección se sustenta en una pasión que le ha llevado, incluso, en comprar piezas de su bolsillo, como una placa de identificación policial de la Segunda República.

También de esa etapa, de lo que se denominaba entonces Cuerpo de Seguridad, es el traje(de la foto de la derecha) más antiguo de su museo. «De color azul y fue el que precedió al gris», puntualiza. Y es que la historia policial que repasa con su colección de trajes es la de esa evolución cromática desde los ‘grises’ a los ‘maderos’, nombre que le dio la gente a los policías durante la etapa en que se vestía de marrón, desde 1978 hasta el regreso del azul, ya en los ochenta, cuando llegó el Cuerpo Nacional de Policía (CNP), con el que se unificó a la Policía Nacional y al Cuerpo Superior de Policía, el conocido como ‘secreta’ y dedicado a investigación. «El azul se elige porque es el color habitual en la mayoría de policías europeas y porque se quiso huir de cualquier reminiscencia del pasado, la de los ‘grises’ y la de los ‘maderos’, que no tenían una buena imagen entre la sociedad», recuerda González.

Junto al uniforme de la Segunda República de hace casi un siglo, la colección recoge el primer modelo de vestimenta de los GEO (Grupo Especial de Operaciones) de color marrón, y el actual. Uno antiguo y uno actual de los Tedax, el que usan los policías de helicópteros, el de los motoristas, el primer uniforme de trabajo (con corbata) del CNP y que se pudo ver por las calles hasta 2010, dos de la época de los ‘grises’ (de franquismo), de la Unidad de Subsuelo, tres de distintas etapas de los antidisturbios (la Comisaría de Parquesol es la sede de la actual Unidad de Intervención Policial, la VII UIP), el traje de gran gala, el de representación entre 1978 y 1986, el gris de formación entre 1959 y 1978...

El Museo del Inspector Jefe Antonio González Clavero
El Museo del Inspector Jefe Antonio González Clavero - Foto: Jose Carlos Castillo
El museo del inspector Antonio recoge también curiosidades como los sellos que se estampaban en los pasaportes hasta finales de los años 70, autorizando los viajes por todo el mundo, excepto a los países del ámbito comunista. La evolución del diseño del DNI y de los carnés profesionales de Policía, entre los que está el de Melitón Manzanas, el primer agente asesinado por ETA, y el precedente de las fotos de las primeras fichas policiales, con los daguerrotipos, así como unos pequeños bastones que, antes de darse las placas, los llevaban los agentes que iban de paisano para poder identificarse. También un machete policial, sin filo y que fue el precedente de las defensas (las porras).

DESENCRIPTADORA

Una pieza especialmente curiosa del museo es la máquina desencriptadora que se usó  hasta finales de los 70 para las comunicaciones entre comisarías. «Se enviaba una tarjeta con una nueva encriptación cada cierto tiempo y se iba cambiando para así proteger los envíos de información mediante los cifrados», apostilla González Clavero. También tiene máquinas fotográficas antiguas, un magnetófono para los pinchazos telefónicos, libros de formación de las primeras etapas policiales, tres álbumes de fotos y fichas que se iban generando para compartir las identidades de los delincuentes más habituales, organizados por especialidades. Un tesoro. Un museo.