Unión de tecnología con música orgánica

M.B
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A Megy Nikol la ha acompañado la música desde niña; se subió a los escenarios con 11 años; ya cuenta con un disco, 'Follow me to Alaska', y piensa en el siguiente, un EP

Megy Nikol. - Foto: Pablo Castro (Vadeocio)

La música siempre ha formado parte de su vida. Sus padres bailaban (su padre, Nikolai, canta y toca la guitarra; y su madre, Rumy, además, pinta cuadros). Y sus raíces influyen: «En Bulgaria la cultura y la música son importantes, y ya desde la guardería te enseñan bailes folklóricos». Miglena Nikolaeva Koleva, más conocida como Megy Nikol, lleva la música en las venas aunque no fue hasta los 11 años cuando se dio cuenta de que se quería dedicar a ello: «Me gustaba escribir canciones y letras. Con esa edad, la discoteca Sheraton lanzó un concurso en busca de talentos y mi madre, a través de una asociación de inmigrantes, me dijo de apuntarme. Entramos entre los seis finalistas y tuvimos la oportunidad de cantar en el Teatro Cervantes. Lo hice con un cover de Jennifer López, 'On the floor'. Cuando vi a todo el mundo cantando conmigo, me di cuenta de que era lo que quería».

Así nació Megy (apodo con el que se conocen en Bulgaria a las Miglenas) Nikol (abreviatura de Nikolaeva): «Quería algo corto y con la esencia de mi país». Comenzó de manera autodidacta, bajándose programas en el ordenador: «Quería que todo lo que sonaba en mi cabeza sonase en la vida real».

Estudió tres años piano y con ese instrumento suele componer. Luego 'monta' la orquesta en el ordenador. Conoció el mundo de la industria musical a los 15-16 años: «Contactó conmigo un chico de un sello pequeño. Me di cuenta cómo era todo, no querían ni mis canciones ni imagen. Ésa no era yo, así que me dije que lo haría por mi cuenta». 

Con muchas canciones («pocas acabadas»), probó estudiar Arte Dramático, Derecho e Historia del Arte, hasta que Dani Vallejo le abrió los ojos de la Musicología: «Le gustaba la música búlgara y cantamos unos temas, él al bajo, en Málaga. Me habló de la carrera y me decidí. Ahí conocí a gente de la escena local, como Rocío Torío, de 'De perdidos al trío', y empecé a dar forma a lo que luego sería el disco». 

Vio los estudios Eldana y se lanzó a ello: «Hablé con ellos pero mi rollo era diferente a lo que hacían. Ellos trabajan con música orgánica y yo solo de ordenador. Pero les cuadró. Aproveché las becas de la Uni para costearme las grabaciones». Y en mayo de 2020 vio la luz 'Follow me to Alaska', once temas en inglés (con uno en búlgaro).

«La pandemia me impidió presentarlo en condiciones», recuerda. Tenía cinco bolos cerrados pero no pudo hacerlos, aunque ya ha podido, al menos, darlo a conocer el pasado 2021 en el Espacio Joven Sur y en el OndaRock (en la sala Cientocero y en el Lava): «Es un disco conceptual, un recorrido por mi vida, por las experiencias, vivencias y aprendizaje». 

Y ahí, Megy Nikol explica que fusiona estilos y géneros, como el pop, el rock, el jazz y el folklore búlgaro: «No me gusta encasillarme». Ahora, añade, que está virando al pop, rock, punk, electrónico y rap.

En septiembre estará en la Cúpula del Milenio. Allí espera mostrar no solo su disco, si no un show, con banda (guitarra, mezclador y percusionista) y bailarines: «Quiero fusionar tecnología con música orgánica». De hecho, quiere contar con una banda fija para su siguiente proyecto, un EP para el que ya tiene material.

Mientras sigue formándose. Tras pasar por una orquesta de verbena, en la que cantaba y bailaba, fue seleccionada para hacer un postgrado de Industria y Negocio de la Música en la Warner Music, en el que se encuentra ahora inmersa en las prácticas en el Departamento Creativo. «Ahora me interesa más la estética que antes. Me gusta el color morado, me representa; el folklore búlgaro y ahora estoy pensando en la imagen del dragón para el próximo proyecto, en el que habrá mezcla de idiomas».