Maite Rodríguez Iglesias

PLAZA MAYOR

Maite Rodríguez Iglesias

Periodista


Otro hueso con el que entretenerse

21/05/2022

Hace ya tres meses que la guerra volvió a una Europa, que pensaba que había dejado atrás fracasos políticos tan dramáticos. Tras superar una pandemia y una crisis económica global, el miedo volvió a asomarse a nuestros salones en el formato más irracional: la autodestrucción. Los bombardeos nos asustaron, las pruebas del genocidio nos indignaron y el éxodo masivo de refugiados despertó nuestra solidaridad. Pero poco a poco, día a día, la guerra dejó de centrar nuestras conversaciones, fue perdiendo protagonismo en los informativos y vamos camino de olvidarnos que a unos pocos de miles de kilómetros el drama sigue vivo.
En la sociedad de la inmediatez ni siquiera una guerra, con miles de muertos, y la amenaza de un tirano de usar el botón nuclear, mantiene nuestra atención mucho más allá de unos días. En este tiempo ya hemos deglutido, sin mayores síntomas de indigestión, un cambio de postura histórico sobre el Sáhara, cuyos habitantes nos merecen menos solidaridad ahora que los ucranianos. También hemos descubierto el Pegasus y la trama de espionaje que llegó hasta el móvil del presidente, aunque seguimos haciéndonos los suecos con Google y las aplicaciones gratuitas de nuestros smartphones, que nos conocen mejor que nuestra madre. Y ahora, el último entretenimiento versa sobre la regla de las mujeres, que ha dejado de ser esa menstruación que huele a nubes para convertirse en un caballo de batalla político. Y de ser un tema casi tabú ha pasado a convertirse en un festival de votaciones para valorar cuánto puede doler y si merece la consideración de inhabilitante para optar a una baja médica. 
Una piedra en la refriega de la igualdad, que no debería obligar a las mujeres que sufren dismenorrea, como se denomina esta dolencia, a silenciar el sufrimiento. Ya lo hicieron abuelas y madres, pero ese no es un argumento determinante para penalizar mejoras en la calidad de vida, aunque tampoco para fomentar la picaresca. Eso es lo que se debe legislar y no deberíamos aceptar tan fácilmente debates estériles como huesos con los que entretenernos. Si decidimos abstraernos de la realidad me parece más sugerente engancharse a alguna serie de Netflix porque, al menos, cuando apaguemos la pantalla tendremos claro que se terminó la ficción.