«A los niños se les ilumina la cara con el exoesqueleto»

Óscar Fraile
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La ingeniera e investigadora vallisoletana Elena García Armada ha logrado poner en el mercado, tras casi una década de desarrollo, el primer exoesqueleto pediátrico para niños con movilidad reducida o nula

La investigadora vallisoletana Elena García Armada. - Foto: Jonathan Tajes

Elena García lleva casi una década desarrollando el primer exoesqueleto pediátrico del mundo para niños con movilidad reducida. El pasado mayo su empresa, Marsi Bionics, logró el marcado CE de la Agencia Europea del Medicamento para comercializar un dispositivo llamado a revolucionar el proceso de rehabilitación de estos pacientes. Ahora, esta ingeniera industrial, considerada una de treinta mujeres más destacadas en el campo de la robótica mundial, trabaja en perfeccionar su último modelo e impulsar otro para el ámbito industrial.

Este proyecto se originó cuando la familia de una niña que sufría tetraplejia severa por un accidente de tráfico se puso en contacto con usted en busca de ayuda. ¿Cómo lo recuerda?

En ese momento (2012) ya había exoesqueletos en el mercado para adultos, y esta familia se había puesto en contacto con estas empresas para saber si tenían alguna solución pediátrica. La respuesta es que no había ninguna ni tenían planes de desarrollarla. Esta familia, a través de un conocido común, sabía que nosotros veníamos trabajando desde hace más de 20 años en robots que caminaran, y se acercó para pedir alguna solución que ayudara a su hija a conseguir un poco de movilidad. En ese momento tratamos de entender por qué no había exoesqueletos para niños y sí para adultos y por qué las empresas no tenían intención de desarrollarlos. Vimos que no era un problema de tamaño, sino de sintomatología, que es muy compleja en el caso de los niños. Unos son hipotónicos, otros espásticos muy rígidos, otros tienen deformidades o movimientos distónicos... es decir, una serie de complicaciones que hacen que un simple motor moviendo una articulación no sea suficiente. Entonces lo que hicimos fue desarrollar una articulación artificial que estuviera indicada para estas complicaciones. Es decir, articulaciones que se adaptaban al paciente. Y una vez que resolvimos eso, construimos el exoesqueleto.

Exoesqueleto desarrollado por Marsi Bionics.Exoesqueleto desarrollado por Marsi Bionics. - Foto: Marsi Bionics¿Cómo funciona?

Hay dos formas. La primera, cuando hay movilidad residual, por poca que sea. En este caso, el exoesquleto la detecta. En la segunda, cuando no llega ninguna señal, que puede ser el caso de una lesión medular completa, lo que hace el exoesqueleto es tener un patrón de marcha que se adapta a la configuración ergonómica del niño. Pero si no hay ninguna capacidad de comunicación desde el cerebro a los músculos, el dispositivo no lee las señales cerebrales.

¿Y eso será posible algún día?

Se está investigando, lo que pasa es que todavía no está bien resuelto. Para llevar un producto sanitario a un uso diario la tecnología tiene que estar muy probada.

El exoesqueleto pediátrico que ha desarrollado su empresa tiene desde el mes de mayo el visto bueno de la Agencia Europea del Medicamento para ser comercializado. ¿Cómo ha ido desde entonces?

Ahora mismo estamos vendiéndolo a hospitales y clínicas de rehabilitación. La aceptación es maravillosa porque es un dispositivo espectacular. A los niños que lo prueban se les ilumina la cara y los médicos ven que la ergonomía es perfecta, que es algo fundamental. Ya hemos vendido los primeros dispositivos, a pesar de que la mayoría de los presupuestos para el año que viene están cerrados. Esperamos vender más el año que viene.

¿Llegará a Valladolid?

Estamos en conversaciones con Aspace y con Aspaym. Pero de momento son solo eso, conversaciones, todavía no hay encargos.

¿Dónde han logrado venderlo?

Por ejemplo, en la Fundación Nipace de Guadalajara, en las Hermanas Hospitalarias de Bilbao, quienes probablemente lo llevarán a centros que tienen en otras comunidades, como Madrid y Valencia. También nos estamos moviendo con la sanidad pública, lo que pasa es que eso va un poco más lento. En Valladolid tenemos un proyecto con Aspace para que los niños lo prueben, y ahí está involucrado el Hospital Clínico Universitario.

¿Es un dispositivo caro?

Como dispositivo médico, es barato, comparado con cualquier otro equipamiento en clínica. El problema está en las clínicas pequeñas, que tienen menos recursos. Para ellas sí que puede suponer una inversión un poco más elevada, pero lo que necesitan ver es el interés de los pacientes, porque, si aumenta su número, verán que esta inversión merece la pena. 

¿Cómo ha evolucionado el diseño desde el primer prototipo hasta el modelo actual?

El aspecto que más hemos trabajado es la ergonomía. El modelo actual es, funcionalmente, muy parecido al prototipo. Lógicamente, hemos mejorado mucho el hardware, que está más optimizado y sigue la normativa propia de un producto sanitario, que tiene unos requerimientos muy importantes. Pero donde más esfuerzo hemos hecho es en conseguir que sea seguro, cómodo y no genere roces ni daños.

¿El exoesqueleto se puede adaptar al crecimiento del niño?

Sí, son telescópicos y se pueden ir estirando y ajustando. Se adapta en todas las dimensiones. Incluso hay diferentes tallas de los agarres, las musleras, los zapatos, etcétera, para que se pueda tener continuidad en el uso desde los tres hasta los diez años, más o menos.

¿Este dispositivo se centra exclusivamente en ayudar a moverse al que lo utiliza o puede ayudar en procesos de rehabilitación?

Principalmente es un producto para la rehabilitación. Es un dispositivo médico cuya función es el entrenamiento de la marcha.

¿Qué beneficios puede tener para el niño?

Todos. Una persona que no puede caminar tiene una degeneración física y psicológica tremenda. Cuando alguien tiene durante mucho tiempo una escayola, al quitársela tiene un 'pellejito' y el músculo ha perdido toda la fuerza, por lo que es necesaria la rehabilitación. Pues bien, no caminar es como tener todo el cuerpo escayolado, y eso provoca un deterioro general de las articulaciones y pérdida de fuerza muscular. Pero, además, tiene otros impactos en los sistemas respiratorio y circulatorio. Somos seres bípedos y tenemos que caminar para estar sanos, porque la densidad ósea de nuestros huesos depende de la carga dinámica; si no caminamos, empieza la osteoporosis. Además, nuestro sistema respiratorio necesita que nuestra columna esté recta para que se mantenga nuestro espacio torácico. Si los músculos que sujetan la espalda se debilitan, llega la escoliosis, empieza a caer la espalda y perdemos capacidad pulmonar. Los niños con enfermedades neuromusculares suelen tener muchos problemas por no poder superar una neumonía, por ejemplo.

¿Cómo se ha financiado este proyecto?

Ha sido muy difícil. Para llevar esta tecnología a la sociedad a través del mercado es necesario un proceso de transferencia de tecnología que obliga a rehacer el prototipo para adaptarlo a la normativa internacional de producto sanitario. Después hay que pasar una serie de pruebas de seguridad sobre la mecánica, la electromecánica, baterías, etcétera, para demostrar que el dispositivo no puede hacer daño al paciente. Posteriormente hay que hacer ensayos para hacer lo mismo desde el punto de vista clínico. Es un proceso muy largo y costoso. No solo por lo que hay que hacer, sino porque se necesita un equipo multidisciplinar y altamente cualificado. En 2013, cuando fundé la empresa, casi ni se hablaba en nuestro país de transferencia de tecnología. Por entonces lanzarse con una spin-off casi era un suicidio, pero lo hice porque yo tenía una solución a un problema que me estaban demandando médicos y familias. Puse todo lo que estuvo en mi mano. Pero ha sido muy difícil. La mayor parte, en torno al 90 por ciento, ha sido financiación pública proveniente de la Unión Europea. Otra parte es de capital privado, pero menor, porque el capital privado no se arriesga hasta que no ve ventas. Y la financiación pública de nuestro país, pese a tocar todo, no supera el cinco por ciento.

Teniendo en cuenta la escasa financiación española, ¿ha tenido propuestas de otros países que hayan querido llevarse esta tecnología allí?

En su momento estuve hablando con Ekso Bionics, una empresa norteamericana que hace exoesqueletos para adultos, pero fue muy al principio, cuando estaba buscando apoyos para sacar adelante el proyecto. Por entonces una opción era facilitar la tecnología a una empresa que ya lo estaba haciendo, lo que pasa es que ellos estaban muy interesados, pero no querían dar un paso hasta que no vieran el dispositivo funcionando con su autorización sanitaria. Y cuando nosotros conseguimos eso, ya estaba casi en el mercado.

¿Qué volumen de inversión ha sido necesario?

En torno a cinco millones hasta obtener el marcado CE de la Unión Europea. Ahora seguimos buscando financiación para internacionalizar el dispositivo, ya que es el único exoesqueleto pediátrico que hay en el mundo. Además, hay que seguir generando evidencia médica. Ahora mismo tenemos demostrado que el dispositivo es seguro y no tiene efectos secundarios, pero el beneficio para los pacientes se tiene que demostrar a largo plazo, aunque ya tenemos indicios a corto.

¿Hay margen de mejora en el modelo actual?

Estamos en la punta del iceberg de la tecnología de exoesqueletos. Hay trabajos a corto y largo plazo. En el corto se trata de conseguir cada vez más indicaciones para trabajar con cada patología y llegar al mayor número posible de usuarios.

¿Se ha planteado adaptar estos exoesqueletos para otros usos que no sean sanitarios?

Cuando empecé con esto fue en el área industrial, pero rápidamente cambié por la necesidad de la familia que acudió a mí. Pero ahora tengo un proyecto en marcha para retomar el área industrial. Es la misma tecnología, pero con una problemática diferente, no basta con quitar el exoesqueleto a uno y ponérselo a otro. Para colocárselo a una persona sana hay que trabajar en aspectos ergonómicos importantes y anticipación de fuerza, sin que llegue a estorbar a la persona. La tecnología de exoesqueletos clínicos no tiene esa problemática. Los exoesqueletos industriales que hay en el mercado son pasivos, no tienen capacidad de adaptación. Es decir, funcionan bien para una tarea y un usuario concreto, pero cuando te sales de eso, no. Por eso no están teniendo una buena acogida. Y en eso estamos trabajando, porque nosotros somos fuertes en la capacidad de adaptación.