La copla de Pepinillo y el motín de 1904

Jesús Anta
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Los guardias dispararon contra algunos de los manifestantes y una bala abatió a Pepinillo. La muerte produjo una enorme conmoción. El fuego cesó y las calles quedaron desiertas

La copla de Pepinillo y el motín de 1904 - Foto: J.TAJES

La calle llamada Sierpe, de Valladolid, se hizo popular por un luctuoso acontecimiento en el que un muchacho apodado Pepinillo perdió la vida a causa de un disparo. Ocurrió el 8 de marzo de 1904: por la subida del precio del pan había huelgas y numerosas manifestaciones  en Valladolid. Los guardias en ocasiones  llegaron a disparar contra algunos manifestantes, y en una de esas, una bala abatió a Pepinillo, que según un castizo relato, se había bajado los pantalones y dedicado un pedo a los agentes de la autoridad.

Delfín Val, actual cronista de Valladolid, escribió que a principios del siglo XX se cantaba la siguiente coplilla: En la calle de la Sierpe / mataron a Pepinillo, / por hacer burla a los guardias / y enseñarles el culillo.

De aquellas revueltas también escribió Manuel de la Escalera (1895-1994), que fue escritor, cineasta y escultor. Vivió de niño en Valladolid, del que relató sus recuerdos en un capítulo de su libro ‘Mamá Grande y su Tiempo’: 

La copla de Pepinillo y el motín de 1904La copla de Pepinillo y el motín de 1904– Hay huelga.  Creo que es cosa de Pepinillo.

Pepinillo anda por los soportales. Va de columna en columna. Ahora se asoma y hace burla a los civiles con la mano en la nariz. Ha pasado de los soportales al urinario. Sabe que los civiles tienen que dar aún otro toque de atención antes de hacer fuego. Además el urinario es de chapas de hierro. Pero no sabe que las balas lo atravesarán. Ahora sale otra vez del urinario y ¡se ha bajado los pantalones! y enseña a los guardias el… ¡Ave María purísima!  En aquel momento sonó la descarga… lo han matado.

Es el caso que la muerte de Pepinillo realmente ocurrió, pero contadas estas versiones más literarias que reales, la verdad es que la cosa fue muy trágica, sin gracia y sin bajada de pantalones. Veamos. La jornada del 8 de marzo de 1904 resultó tremebunda y dejó honda huella en la ciudad: el movimiento de soldados, guardias y manifestantes fue una locura. Todo el entorno de la plaza de Fuente Dorada y de la Plaza Mayor era un desenfrenado ir y venir de gente: alborotos, gritos, disparos, pedradas…

Y aquí aparece Santiago Maniega, alias Pepinillo. Un muchacho de 15 años oriundo de Palencia. Al parecer, desde el cruce de las calles Sierpe y Regalado, Pepinillo, como otros jóvenes, lanzaba  piedras con una honda al mismo tiempo que injuriaba a los guardias, que daban toques de atención y disparaban sus fusiles, hasta que  una bala le alcanzó de pleno en la cabeza.

La muerte del joven produjo una enorme conmoción. El fuego cesó y las calles quedaron  desiertas. Varios manifestantes recogieron su cadáver de la calle Sierpe, y se dirigieron a los talleres del ferrocarril para  mostrárselo a los obreros.

Hasta entonces, nadie había intentado oponerse a que el exaltado grupo fuera exhibiendo el cadáver de Pepinillo por las calles, hasta que las autoridades se hicieron con su cuerpo y lo llevaron hasta el depósito del Hospital Provincial. 

Como se puede ver, la cosa tuvo muy poca gracia, a pesar de que la coplilla le haya puesto el saleroso mataron a Pepinillo por enseñar el culillo.  Vaya, por hacer un calvo, diríamos hoy día.

 


SERPIENTE O MONSTRUO

Juan Agapito y Revilla dice que en una fachada de la calle Sierpe, sobre el balcón del  primer piso,  había una gruesa serpiente, o un monstruo alado, tallado sobre piedra (en realidad era de yeso, y sus trozos de cuando se desmontó a finales del XIX,  están depositados en el Museo de Valladolid). Tal vez se trataba de una posada (había muchas por la zona) cuyo dueño adornó el balcón para hacerla más visible desde la calle. Pero el nombre de la calle (que ya existía en el siglo XV) seguramente  venga por el sinuoso trazado de la misma. Una calle ahora acortada, pero que en origen iba desde la plaza del Salvador hasta la calle Cánovas del Castillo (antes Orates, por un hospital de dementes que aquí había).