Valladolid soñó con América

Jesús Anta
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La ciudad peleó a principios del siglo XX para hacer realidad el proyecto de ferrocarril hasta Vigo, como vía de entrada de mercancías al otro lado del Atlántico, pero finalmente no llegó a concretarse

Valladolid soñó con América

Todo Valladolid, absolutamente todo, estuvo presente en la asamblea que se reunió en el Ayuntamiento. Allí estaban los representantes de los comerciantes, industriales, propietarios, labradores, profesionales liberales y obreros. Tampoco faltó el estamento militar, ni el clero, ni la Universidad. Corría el día 10 de junio de 1914, y cuantos hablaron mostraban el mismo ánimo y decisión: hay que conseguir que se realice el proyecto de ferrocarril de Valladolid a Vigo, pues se trata de una empresa que marcará un próspero futuro para Valladolid, para Castilla y aún para España.

¿De dónde venía tal ímpetu y esperanza? En marzo de 1913 el ingeniero Isidro Rodríguez Zarracina había presentado un proyecto de construcción de una línea que uniría directamente Valladolid con Vigo, el puerto que mira al Atlántico y por ende a las costas de América. Se trataba de canalizar hacia Vigo el movimiento de mercancías desde Irún y Barcelona, y por tanto de Europa, acortando, de esa manera el viaje hasta América.

Isidro Rodríguez Zarracina  era un conocido ingeniero industrial nacido en 1887 en Gijón pero asentado en Valladolid donde desarrolló casi toda su actividad profesional desde 1903. Fue el creador de la empresa de carburadores IRZ, e impulsor de la Electra Popular Vallisoletana, así como el ingeniero-arquitecto del famoso edificio de La Electra del paseo de Isabel la Católica.

El proyecto de Zarracina levantó una ola de entusiasmo en la sociedad vallisoletana que estaba dispuesta a recurrir a todas las instancias del gobierno de España y superar cuantas barreras se opusieran a ello. No les faltaba razón para la esperanza, pues cuando un año antes, exactamente el 26 de mayo de 1913 se habían reunido, también en el Ayuntamiento, las fuerzas vivas de la ciudad para estudiar el proyecto, todo el mundo quiso dejar patente su apoyo, pues quienes no pudieron acudir enviaron telegramas y cartas de adhesión: diputados, senadores, el conde de Gamazo, el Director General de Obras Públicas.

Las fuerzas vallisoletanas no desconocían que eran fuertes los obstáculos que había que superar, pues era decisiva la opción del Gobierno de España para que la propuesta vallisoletana fuera declarada de interés nacional y, por tanto, se llevara a cabo.

Es el caso que la Asamblea vallisoletana, en estrecho contacto con la viguesa, no se desanimó y tras enviar escritos a la Casa Real, al presidente del Consejo de Ministros y a los ministros de Hacienda y Fomento, organizó un viaje a Madrid para que una comisión que se reuniera con representantes de las más altas instancias nacionales. Así que el día 17 de junio de 1914 se reunió una multitud en la Estación del Norte para despedir a los comisionados. Aquella muchedumbre quería enviar un mensaje muy serio a Madrid: el pueblo vallisoletano apoyaba sin fisuras su sueño americano: una estruendosa salva de aplausos acompañó la salida del tren hacia Madrid, dejando en la retina de los comisionados un claro mensaje, tal como rezaba en una pancarta: 'Comisionados, imposible vuestro regreso sin una solución concreta'.

Confiaban los vallisoletanos en que contaban con el apoyo de numerosos parlamentarios, amén, por supuesto de los de Valladolid. Y con el respaldo del influyente Santiago Alba que tomó aquel trazado ferroviario como un banderín de enganche del naciente castellanismo, pues de llevarse a efecto, Valladolid se convertiría en un nudo de intensas corrientes comerciales entre América y Europa.

Pero el proyecto tenía un serio opositor que indicaba que no estaban bien hechas las cuentas de Zarracina y que su idea suponía mayor coste y más kilómetros. Se trataba de la Compañía de los Ferrocarriles de Medina del Campo a Zamora y Orense a Vigo, que apostaba por un ferrocarril directo de Barcelona a Vigo pero por Zamora.

El fin

Pasaban los meses y el Valladolid-Vigo no arrancaba,  pero por avatares de la historia se reavivaron las esperanzas: en 1914 había empezado la I Guerra Mundial y los puertos comerciales del mar del Norte estaban bloqueados, así que el flujo de mercancías se estaba desplazando a los puertos del sur de Europa,  así que aquello suponía una expectativa para el puerto de Vigo, que apuntaba directamente a tierras americanas y, por tanto, susceptible de convertirse en un importante depósito comercial, sobre todo porque llegaban noticias de que destacas empresas de Nueva York estaban intentando crear una línea de vapores rápidos entre el puerto de aquella ciudad y Vigo.  Se reactiva la Junta de Defensa del Ferrocarril a Vigo y en junio de 1917 se reúne con todas las fuerzas vivas de Valladolid, incluido el arzobispo y el Capitán General para mostrar al gobierno su disgusto por la campaña que venían realizando ciertos elementos y empresas contra el proyecto del ferrocarril, y de nuevo solicita al Gobierno que declare el proyecto como de interés nacional. Pero las cosas no rodaban y era evidente que el proyecto perdía fuelle y no iba a llegar a buen puerto… En 1921 ya estaba en marcha la construcción de la línea de Barcelona a Vigo pero por Zamora: el sueño de Valladolid se esfumó por completo.