De cantina para seis vecinos a 92.000 comidas en un año

M.B
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Olga, Jorge y Pedro Duque nos abren las puertas del restaurante El Barrio, con 70 años de historia en el Camino Viejo de Simancas

Angelita, en la cocina de El Barrio. - Foto: Jonathan Tajes

El primer día que abrió El Barrio, uno de los restaurantes con más solera de Valladolid, Rufina y Jesús vendieron dos copas de orujo. Era el 17 de julio de 1952 y ambos se decidieron a ponerse al frente de una cantina (de adobe) que construyeron los seis vecinos que vivían entre La Rubia y Simancas. El pasado 2019, el año anterior a la pandemia, El Barrio atendió a 92.000 servicios. Entre ese 17 de julio de 1952 y el actual día han pasado casi 70 años y tres generaciones. 

Rufina y Jesús fue la primera. Jesús era el capataz de la finca de los Filipinos. Y se decidieron por este negocio sin saber lo que les depararía el futuro. Y más tras esas dos primeras copas de orujo para un par de carros que volvían de segar.

Después de 22 años al frente, cogió el testigo su hijo Pedro, que estuvo 27. Y el pasado 2001, tras su jubilación, pasaron a dirigir el negocio tres de los hijos de Pedro, Olga, Jorge y Pedro Duque. «El año que lo dejó mi abuelo estábamos aquí mi padre y mi madre, Tomasa; y los cuatro hermanos, los que estamos ahora más Óscar».

No solo trabajaban en El Barrio, también vivían en el edificio que se encuentra justo encima, donde, como curiosidad, nacieron dos de los primos de los actuales dueños del restaurante, Fernando, más conocido como Chiqui, y que trabaja en el local, y Marimar.

Desde sus inicios, El Barrio ha tenido siempre algo de comer. Al principio, ensalada de chicharros y tortilla de patatas; para ir evolucionando hasta contar hoy con uno de los menús del día –solo al mediodía– con mayor tirón (por 13 euros entre semana, con ocho primeros y ocho segundos a elegir; y 17 euros los festivos, con una decena o docena de elecciones) y más de medio centenar de platos en su carta. 

Antes de la pandemia llegaron a ser 23 trabajadores y ahora, ya recuperándose, son 20 (incluidas las ocho personas de cocina, donde mandan Olga y Angelita, que se jubilará este octubre tras más de veinte años en la familia de El Barrio).

«Calidad, precio, servicio y muy buen rollo. Hay gente que se para a tomar un vino no por el vino sino para reírse un rato», señala Pedro Duque cuando se le pregunta qué es El Barrio. Con una terraza para 270 comensales, entre semana para comer, y ahora gracias a las obras en El Peral, tiene casi asegurados unos 140 servicios al día. Mientras que los fines de semana es el día de las familias, con reservas de mesas de hasta 45 personas: «Eso sí, no damos ni bodas ni comuniones». De hecho, esa terraza y el boca a boca ha hecho de El Barrio, que abre de 7 de la mañana a cierre (lunes tarde cerrado), un lugar donde hay que reservar con tiempo e incluso donde doblan servicio: «La terraza la pusimos al poco de jubilarse nuestro padre. Primero era de lona. Luego un amigo nos dijo de sotecharla. En invierno tenemos calefacción y en breve ya contaremos con aire acondicionado».

Con una cocina tradicional, en este local triunfa el cocido en invierno; los callos todo el año; y platos de temporada, como los caracoles: «Esta temporada recién acabada hemos vendido mil kilogramos. El truco es que esté limpio, para lo que tenemos dos máquinas para ello y su salsa»; y los cangrejos (que arrancarán en breve). «Por la mañana hacemos torrezno, careta y oreja rebozada, y en una hora y media está todo agotado».

En El Barrio uno puede ver clientes con un Maserati en el parking; una persona que pide un simple bocadillo o al alcalde de Valladolid. Y lo que se encuentran dentro es a un equipo de personas, muchos de ellos familia (hermanos y primos), y que han hecho de su trabajo una pasión.