Maite Rodríguez Iglesias

PLAZA MAYOR

Maite Rodríguez Iglesias

Periodista


Soledad

22/10/2022

La soledad no deseada es el gran mal contemporáneo y las personas mayores sus principales víctimas. Se evidenció durante la pandemia, que puso el foco en las residencias de ancianos y que dejó como asignatura pendiente mejorar el modelo asistencial. La crisis sanitaria ha remitido, pero ahora la social y de valores vuelve a evidenciar el problema.
Entre los miles de titulares que se generan en la era de la hipercomunicación, esta semana se ha colado el de que una treintena de mayores están ingresados en un hospital de La Palma, a pesar de tener el alta médica, por la negativa de sus familias a recogerlos. La cifra apunta que no es una cuestión anecdótica, ya que algunos llevan más de un año en esta situación, y los expertos advierten que nunca antes había sido tan grave. Repasando la hemeroteca, en 2018 se apuntaba como fenómeno puntual que los ancianos fueran abandonados por sus familiares, pero cuatro años después lo extraordinario se ha normalizado.
Es difícil ponerse en el lugar de los familiares que toman esta decisión, y más exigirles responsabilidades penales por abandono, pero es evidente que no pueden permitirse estas situaciones de desamparo, que reflejan la peor cara de una sociedad cada vez más individualista. Un fenómeno que resulta más sorprendente en un país donde la cobertura familiar ha amortiguado el impacto de las sucesivas crisis económicas y donde la pensión de los abuelos ha sustentado a más de una generación.
La solución al problema no puede demorarse. Y los proyectos de presupuestos que están elaborando las diferentes administraciones públicas para el próximo año son una buena oportunidad. Hay que solventar las carencias del sistema de protección social, que no oferta las suficientes plazas en centros asistenciales. Pero también pueden y deben impulsar el desarrollo de un modelo de atención en el domicilio o en alojamientos compartidos, donde se garantice su bienestar.
La prioridad es absoluta. Esta demanda  sólo es la punta del iceberg del problema porque la población cada vez está más envejecida y la esperanza de vida más amplia. Y, además, no dejan de crecer los hogares unipersonales de más de 60 años, con muchas personas en riesgo de caer en situación de desamparo y desatención por la falta de apoyo familiar. Un camino final que nadie debería estar obligado a recorrer.