"Queremos crear un cuerpo consular de todos los países en CyL"

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El cónsul honorario de Polonia en Castilla y León y Cantabria destaca que la reconstrucción de Ucrania es una oportunidad y ya están implicadas más de cien empresas castellanas y leonesas

"Queremos crear un cuerpo consular de todos los países en CyL" - Foto: Ricardo Ordez ICAL

Álvaro Enrique de Villamayor y Soraluce (Bilbao, 1974), cónsul honorario de Polonia en Castilla y León y Cantabria y presidente del Instituto Nacional Auschwitz Birkenau en España, anuncia en una entrevista concedida a la Agencia Ical, la creación de un cuerpo consular en la Comunidad a iniciativa de su país para coordinar a la decena de estados que cuentan con un consulado en la autonomía, entre ellos Francia, Portugal, Alemania, Italia y Perú. El también fundador de la Asociación Pro Tradición y Cultura Europea (APTCE) pone de manifiesto el papel relevante que puede desempeñar Castilla y León en las relaciones internacionales entre España, Europa e Iberoamérica y subraya que la reconstrucción de Ucrania es una oportunidad para el fortalecimiento del viejo continente, un proceso en el que ya están implicadas más de cien empresas castellanas y leonesas. 

¿Qué propicia la apertura del Consulado de Polonia en Castilla y León y Cantabria con sede en Burgos? 

Polonia es un país que entra en la Unión Europea en 2004 y, desde entonces, este país ha realizado una carrera a contrarreloj hasta el día de hoy, colocándose como quinta potencia económica europea y, por tanto, en uno de los países fuertes dentro de Europa. Eso ha propiciado el desarrollo paralelo y la dinamización de sus relaciones internacionales. Como es habitual, las embajadas se ubican en las capitales de cada país, pero no todo se cuece en ellas. Polonia ha sido consciente de ello y abrió su primer consulado en la Comunidad Valenciana, extendiendo luego estas oficinas diplomáticas en otras comunidades autónomas: Murcia, Canarias, Navarra, La Rioja, País Vasco, Galicia, Baleares, Castilla y León y Cantabria (2021), además de un Consultado General en Barcelona. Los consulados son centros activos y coordinan todas sus actividades, evidentemente, con la Embajada, lo que permite crear líneas de colaboración transversales. 

¿Podemos decir, entonces, que Castilla y León tiene en la actualidad un papel relevante en las relaciones internacionales? 

La apertura del Consulado en Castilla y León permite avanzar en las relaciones de la Comunidad hacia un eje europeo importante: Francia, Alemania y Polonia. No olvidemos esa posición económica de Polonia como nueva potencia económica en el contexto europeo y, además, pretende seguir avanzando más en la medida de lo posible. Por esa razón, para Polonia son muy importantes, como digo, las relaciones internacionales y no sólo a escala de Europa, sino también desde Europa hacia otros lugares del mundo. Hay que recordar que una amplia población de Polonia emigró en el siglo XX a otros países, especialmente Estados Unidos, y también hacia Iberoamérica, lo que propicia el establecimiento de relaciones que debemos reforzar. En este sentido, Castilla y León puede ejercer como puente, dada su historia y su innegable vocación internacional. 

O sea, que, en su opinión, la Comunidad está llamada a recobrar un protagonismo esencial en el contexto internacional…

Personalmente creo mucho en esas relaciones y en su futuro. Un buen ejemplo de ello es el impulso que hemos otorgado desde el Consulado de Polonia en Castilla y León a la creación en España de la Cátedra de Derechos Humanos y Cultura Democrática del Instituto Nacional Auschwitz Birkenau. En concreto, a través de la Universidad de Burgos (UBU), lo que la convierte en la primera institución universitaria en lanzar una cátedra de estas características en todo el mundo. Las universidades deben estar presentes en iniciativas punteras que favorezcan el intercambio de conocimiento y las relaciones al más alto nivel internacional. Se trata, además, de una iniciativa que genera una importante estructura social desde la educación y que tiene claros sus fines formativos e investigadores. Tanto es así que también acabamos de estrechar lazos con la Universidad de Valladolid (UVa) para avanzar en materia investigadora. Las universidades son, como digo, una herramienta fundamental en la construcción de todo este tipo de relaciones.

¿Y el resto de las universidades presentes en la Comunidad?

Sí, por supuesto. La Cátedra tiene una dimensión completamente internacional. El propio Instituto forma parte de la Red de la Diplomacia de la Memoria, un proyecto que se lanza desde el memorial a Auschwitz a escala mundial. Esta extensión puede aportar a ese fondo común sus experiencias vitales para que entre todos pongamos en marcha proyectos comunes. Nuestro propósito es crear un nexo de unión con el resto de las instituciones universitarias de la Comunidad, pero también con otras universidades europeas e iberoamericanas. Auschwitz-Birkenau va más allá de sus límites geográficos del antiguo campo nazi alemán (1940-1945) y debe estar presente en la educación, en el discurso político, en la formación en todo el mundo. Es una herramienta al servicio de la memoria histórica, pero también lo es para forjar actitudes sensibles y comprometidas con la reparación y la construcción de un mundo de valores humanos y universales. 

Cómo cónsul, ¿cuáles son sus funciones? Supongo que fundamentalmente será la asistencia a la ciudadanía polaca en la Comunidad.

Efectivamente, la labor consiste en facilitar y orientar a la ciudadanía polaca residente en Castilla y León y a aquellos que estén de paso, y no sólo me refiero a los turistas, dado que hay un alto volumen de transportistas de tránsito por las carreteras de Castilla y León. Eso sin olvidar la labor informativa necesaria a familiares de polacos residentes que demanden trámites y pasos a seguir para el acercamiento familiar y renovaciones de documentos de identidad, entre otras gestiones.

Por cierto, ¿qué número de ciudadanos polacos residen en España y, en concreto, en Castila y León? 

En la actualidad en España hay unos 100.000, aunque en 2014 superaban ampliamente la cifra de 150.000. De los 100.000 que aproximadamente quedan ahora en España, unos 3.500 están en Castilla y León. El motivo de este descenso es, precisamente, las ventajas que en estos últimos años ofrece Polonia, su crecimiento económico y el aumento de las oportunidades sociales. La relación de España y Polonia es interesante, porque los primeros polacos que vinieron a España lo hacen como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Cierto que también emigran a otros países, muchos de ellos iberoamericanos y Estados Unidos. Otra fase migratoria se produce en la época comunista, en la que muchos polacos deciden escapar del sistema impuesto y consiguiente entrega de Polonia a la entonces aliada Unión Soviética por parte del régimen nazi. Así, a partir de la apertura democrática del país en el año 1989, llega otro tipo de polaco a España: el que sale de un país desmantelado por 50 años de comunismo. Durante la década de los noventa es cuando se produce el mayor éxodo hacia la Europa occidental y, lógicamente, hacia España. En estos últimos diez años, Polonia ha experimentado un desarrollo económico sin precedentes que ha dado un giro al país, un territorio ahora más atractivo para los propios polacos y por eso una parte sustancial ha regresado. 

Desde un lado más personal, ¿cómo un bilbaíno con importantes vínculos familiares en Castilla y León llega a ser nombrado cónsul honorario de Polonia?

Mi trabajo profesional a lo largo de los últimos quince años en sectores económicos, educativos y culturales son los que motivan que la anterior embajadora de Polonia en España me propusiera para el desempeño de este cargo. Yo llegué a Polonia por primera vez en 2005 y diecisiete años después me encuentro representando a este estupendo país en una tierra muy querida para mí, Castilla y León. Y la apertura del Consulado de Cantabria y Castilla y León, con sede en Burgos, es una muestra de esa vocación de impulsar y ampliar las relaciones en todos los campos posibles. Ciertamente, también tengo que sentirme orgulloso de mi procedencia familiar, porque mis orígenes están estrictamente vinculados a Castilla y León. La apertura del Consulado en Burgos también responde, como es obvio, a su situación geográfica, un punto estratégico y logístico de primer orden, equidistante por igual a Madrid o Asturias y también próxima otras autonomías como La Rioja, País Vasco…

Esa posición geográfica y estratégica de Burgos y de Castilla y León ¿cómo se materializa? ¿qué ventajas tiene?

Precisamente, estamos trabajando ahora mismo en la creación del cuerpo consular de Castilla y León, es decir, por la agrupación de todos los consulados de distintos países existentes en Castilla y León o que representen a esta Comunidad. Todo ello con la finalidad de llevar a cabo acciones conjuntas, lo que significa que Castilla y León ejercerá un papel preponderante. En concreto, estamos hablando de agrupar en ese cuerpo consular a los consulados de diferentes países relacionados con Castilla y León y que son una decena: Portugal, Francia, Perú, Turquía, Italia, Alemania, Costa de Marfil, Polonia… 

Entiendo que ese cuerpo consular beneficiará, por tanto, al conjunto de la sociedad castellano y leonesa.

Será un cuerpo consular activo y motor en la promoción de importantes iniciativas en las que Castilla y León va a ser social e institucionalmente un territorio clave. Imagínese una reunión en esta Comunidad en la que se pone sobre la mesa relevante información de los países representados a través de sus consulados y viceversa. Una información de calidad que se va a canalizar desde Castilla y León. Además, vamos a ir sumando nuevos consulados que puedan abrirse en la Comunidad, una tarea en la que nos vamos a implicar para que esta región sume la apertura de más consulados y, por tanto, de mayor presencia internacional en su entorno geográfico. 

Hablar de Auschwitz es recordar un holocausto y una vergüenza para la historia de la humanidad. ¿Qué representa el Instituto y cuál es su trabajo como presidente del Instituto en España?

En 2020 tuvo lugar el 75 aniversario de la liberación de los campos de concentración y exterminio de Auschwitz. Con bastante anterioridad, ya había participdo en auténticas expediciones educativas con jóvenes en torno a la historia del campo de concentración. Como le digo, mi relación con Polonia desde mi llegada a ese país ha sido intensa y de entera implicación. Primero desde un ámbito empresarial y luego, a partir de la crisis de 2008, en el desarrollo de iniciativas culturales y educativas, lo que me ha llevado a estar muy cerca de instituto. Pero yendo a su pregunta (silencio) tengo que decirle que Auschwitz representa memoria histórica, donde tuvieron lugar las peores atrocidades de la historia de la Segunda Guerra Mundial, un holocausto que ejemplifica los antivalores humanos, plagado efectivamente de hechos espantosos. Por eso es también hoy en día una excepcional herramienta al servicio de la educación en los valores más universales y en los valores que supone la civilización europea. 

Viendo la situación actual no parece que hayamos aprendido mucho 

Ciertamente vivimos tiempos convulsos. El mundo cabalga como un caballo desbocado y es preocupante. Por eso la obligación que tenemos todos como sociedad. El problema, muchas veces, radica en que siempre se busca la comodidad, dejando la responsabilidad a los demás. 

¿Y qué solución ve a este escenario?

Percibo que el mundo público va por un lado y la sociedad, por otro. El primero muy preocupado de protagonismos ridículos y estériles y desvinculado en demasiadas ocasiones de las necesidades reales de la sociedad civil. Es algo tremendo y, de hecho, los errores y las enseñanzas del pasado, incluso de lo sucedido hace 75 años, tendrían que servirnos en todos los órdenes de la vida. El escenario bélico provocado por Rusia con su pretensión de invadir Ucrania es un exponente absolutamente trágico.

Quizá haya un exceso de egos y de identidad entre no pocos mandatarios. 

Somos muchas veces espectadores de fotogramas de obras teatrales que nos ponen delante sin sentirnos parte de ellas. Volvemos sobre la raíz de las cosas: la educación. En España, por ejemplo, vemos esa pelea constante en cuestiones identitarias, cuando la realidad es que la construcción de la identidad empieza por la persona y la familia y luego continúa por el territorio más cercano, el más influyente. Después viene la identidad regional, la nacional, la europea en nuestro caso y, finalmente, la mundial. Supone un error centrarnos solamente en una identidad exclusiva, cuando formamos de algún modo parte de la historia con la que debemos empatizar. 

Perdone que le insista, pero sobre el conflicto bélico provocado por Putin, ¿qué papel deberían ejercer la Unión Europea, China y Estados Unidos?

Estamos en un punto de inflexión, en el ojo del huracán. Aquí se están barajando las posiciones futuras a nivel geopolítica de todas las potencias. La brecha que ha abierto Putin con la guerra en Ucrania es síntoma de ese implacable deseo por marcar un nuevo mapa geopolítico. Pero, sin duda, el camino que ha elegido no es ideal ni el legítimo. Por ello mi llamamiento a la vocación de la cultura de la palabra, la herramienta indispensable. Coincido con quienes observan dos pilares esenciales sobre los que las potencias pretenden ejercer su hegemonía: la fuerza armamentística y la fuerza económica. Y no deja de sorprenderme, porque ¿dónde queda la fuerza de la cultura? Lamentablemente mucho se habla de ella, se nos llena la boca con esa palabra y también con la importancia de la historia. Todo ello me lleva a pensar que no empatizamos ni con la historia ni con la cultura, porque no la sentimos como propia. Ojalá cambie esa extendida percepción, antepongamos la fuerza de la cultura y Europa sea la portadora del estandarte de esa cultura en el mundo. 

Como sucede en todas las guerras, luego hay que pagarlas. ¿Quiénes van a pagar el impacto de la desatada por Rusia en Ucrania?

Ahora mismo deberíamos estar pensando ya en ello, una labor que nos compete a todos. De nuevo, estamos en un momento de total incertidumbre. Basta recordar que, cuando leemos un libro de historia y nos encontramos que la Segunda Guerra Mundial acabó el 8 de mayo de 1945, tendemos a pensar que ese día ya finalizó el conflicto y que al siguiente día vienen los tiempos felices, como si a partir de ahí todo fuera maravilloso y la gente empezara a funcionar como si nada. Pero sabemos que esto no es así, porque las consecuencias de la guerra se prolongan por espacio de 30 ó 40 años. De ahí que debamos prepararnos, anticipando las etapas venideras. Tenemos que invitar al tejido empresarial a la participación en la reconstrucción. Desde el Consulado de Polonia en Castilla y León, por ejemplo, hemos invitado al tejido empresarial a apoyar no sólo la reconstrucción, sino a acelerar ese proceso. Es nuestra obligación hallar fórmulas para esa participación empresarial sea, además, con el legítimo y justo beneficio. Sin duda, Ucrania va a convertirse en un centro de atracción económico sin precedentes, porque la reconstrucción de Ucrania es también, de algún modo, la oportunidad para reconstruir Europa. 

¿Y cómo ha articulado el Consulado este tipo de invitaciones y llamadas a la participación empresarial de los sectores industriales de la Comunidad?

El Consulado auspició una exposición sobre los efectos devastadores de la guerra y, a raíz de esta muestra, formamos parte activa del clúster AEICE. De esta agrupación forman parte 108 empresas de Castilla y León, representativas de diferentes sectores, y en la que se canalizan proyectos que también puedan revertir en la reconstrucción del patrimonio histórico en Europa y, por supuesto, en Castilla y León. Además, participan empresas de Cataluña, País Vasco, Polonia, Rumanía y Eslovaquia, de momento.