Santiago González

CARTA DEL DIRECTOR

Santiago González

Director de El Día de Valladolid


Alerta máxima ante la pandemia

24/01/2021

La tradicional cuesta de enero se nos está haciendo mucho más empinada que de costumbre. La resaca navideña este año se está alargando y el coronavirus amenaza con seguir sembrando de enfermedad y muerte una buena parte del año. De momento, el avance galopante de los contagios está provocando la peor situación sanitaria y de salud pública desde que en marzo se decretó el confinamiento domiciliario ante el peligro de la covid-19. Lo peor de este momento de transmisión comunitaria incontrolada es que aún no vemos cuándo se doblegará la curva y los datos continúan creciendo y batiendo récords a diario, tanto en nuevos casos positivos como en una incidencia que nunca antes habíamos conocido.
Y ante esta situación, los ciudadanos asistimos atónitos a una pelea entre gobiernos sobre cuáles son las medidas más adecuadas para frenar este caballo desbocado. El Ministerio de Sanidad, con un Salvador Illa más preocupado por las elecciones catalanas que por la salud pública, deja en manos de las comunidades autónomas la gestión de una pandemia que afecta casi por igual a todos los territorios. Y los ejecutivos autonómicos tratan de hacer equilibrismo para salvar a sus habitantes y a una economía ya muy maltrecha. Sin embargo, no consiguen ni lo uno ni lo otro.
«Nos guiaremos no solo con el ejemplo de nuestro poder, sino con el poder de nuestro ejemplo», afirmaba el flamante presidente norteamericano, Joe Biden, en su discurso inaugural tras su toma de posesión el pasado miércoles. Bendita frase para que la asumieran los dirigentes políticos de nuestros ayuntamientos, de la Junta de Castilla y León y del Gobierno de España. Cada uno echa la culpa a los demás, reivindica lo que no puede conseguir y, sin embargo, en demasiadas ocasiones no adopta todas las medidas que tiene a su alcance. Nuestros políticos deben dar ejemplo de prudencia, de eficacia y de agilidad a la hora de tomar decisiones que salvaguarden la salud de los ciudadanos y evite el colapso de un sistema sanitario con magníficos profesionales pero totalmente desbordados. Por otro lado, cabe exigir la misma diligencia para ayudar al sostenimiento de numerosos sectores económicos que llevan muchos meses sufriendo restricciones y paralización de su actividad y que mantienen en vilo a miles de empleados y autónomos con la incertidumbre de si podrán sobrevivir a este tsunami.
No excluyo por supuesto la responsabilidad individual que debería imponerse en estos momentos cualquier persona. Quienes han conocido de cerca la enfermedad toman las debidas precauciones, pero aún hay muchas otras que se jactan de mantener el contacto social a pesar de reconocer que deberían aprobar un confinamiento, que por otro lado ya existe en Portugal y varios países europeos más. Es decir que hasta que no obliguen no se cumplen las recomendaciones. Inconsciencia personal que no exime del ejemplo y liderazgo que deberían asumir los responsables políticos de todos los colores y de todas las administraciones.
Desde mi humilde carta semanal, yo quiero insistir y lanzar un llamamiento a todos los ciudadanos para que se tomen en serio esta pandemia. Las cifras son estremecedoras y detrás de cada una de ellas hay una persona, con sus familiares, sus proyectos de vida, sus sueños. El autoconfinamiento es la medida más eficaz y más rápida para detener el imparable ascenso de la curva y para volver lo más pronto posible a la ‘nueva normalidad’. No hay que bajar la guardia con ninguna persona que no sea conviviente y por supuesto la protección de la mascarilla es imprescindible. Y sin más dilación, señores políticos trabajen juntos, el virus es el mismo en todos los lados, sus efectos son demoledores y el que tema que medidas impopulares puedan suponer un desgaste electoral o el que no sepa lo que hacer que se vaya a su casa sin esperar más tiempo y sin hacer más daño.