Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Mileuristas

12/12/2019

El año termina lánguido en lo económico y, en lo político, tan redundante que seguimos tapando el bosque con los árboles sin que nos dé vergüenza alguna. Puestos a olvidarnos de lo sustancial, salen estos días severos informes de cómo tampoco éste está siendo un buen año para las rentas salariales mileuristas, esa inmensa mayoría que a tirios y a troyanos parece importarles un bledo.

Pensionistas aturullados por el futuro de sus catorce pagas; funcionarios obnubilados por la urgencia de trabajar 35 horas a la semana y no más; mandatarios inclinados a la política de salón y la estrategia de baratillo mientras olvidan a las personas de las que son tributarias; empresas que no priorizan el empleo en tiempos de disrupción; economía digital que remunera el producto del trabajo haciendo abstracción del trabajo en sí… Son sólo algunos de los muchos ingredientes que integran ese cóctel tóxico que acaba produciendo en una economía empobrecida.

¿Quien se acuerda cotidianamente de los mileuristas? ¿Quien prioriza este problema sobre otros? ¿A quien se le pasa por la cabeza facilitar que la economía crezca y con ella la riqueza y con ella la capacidad de remunerar mejor a quienes no sólo están mejor preparados, sino que llevan consigo la responsabilidad de sacar adelante el resto de nuestro futuro?

Atrapados en el laberinto de la política átona y seducidos en lo informativo por la peripecia de la astracanada y sus protagonistas, ahí andamos olvidándonos de la preocupación sustancial de millones de personas, sobre todo jóvenes: la de tener trabajo y vivir en la incuria. Sería éste el debate vital de un país dinámico y con proyección. No parece, por el contrario, que esto sea posible en este momento de España, la del debate caduco y decadente.