La noche se confina

A. G. Mozo
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Los vallisoletanos asumen con rectitud los rigores de un toque de queda que cumple su primera semana sin apenas denuncias (57) y consiguiendo el «absoluto cese» del ocio nocturno. «En la calle solo quedan repartidores de comida y trabajadores»

Imagen nocturna del paseo de Isabel la Católica. - Foto: Jonathan Tajes

Las campanas de la ciudad no repican, pero es como si lo hiciesen en el imaginario colectivo vallisoletano: son las diez y hay que llegar a casa cuanto antes para cumplir con el toque de queda. Los coches rugen nerviosos camino de su obligado confinamiento noctámbulo, en una especie de cuenta atrás que se activa cada noche con la esperanza de que la medida sirva para poder contener a este impío virus que lleva ocho meses arrasando con casi todo. Apenas quedan ya viandantes y los escasos motores que transitan por el asfalto comparten banda sonora con las persianas bajando, con el tintineo de las sillas de las terrazas apilándose y con la inconfundible música de botellas descansando en un contenedor cualquiera.

La hostelería más tradicional apura al máximo para cerrar sus verjas mientras los fast food y los cada vez más restaurantes asidos a la comida a domicilio se aferran a esta vía de negocio que se sustenta en esos repartidores que, en bici o en moto, se adueñan de la ciudad en las últimas horas de estos extraños días. Junto a ellos, pocos taxis y los últimos autobuses de la jornada en los que prácticamente resuena el eco de la respiración del solitario conductor.

Poco a poco, el silencio, como el frío, se adueña de la ciudad. Pero el toque de queda no desactiva la noche vallisoletana de golpe, sino que el confinamiento se produce de manera muy progresiva, por un continuo goteo de trabajadores que van regresando a sus casas tras completar su jornada laboral.

Un hostelero recogiendo su terraza por el toque de queda.Un hostelero recogiendo su terraza por el toque de queda. - Foto: Jonathan TajesEn realidad, la ciudad necesita casi dos horas para vaciarse. «Hay mucho horario laboral diferente y por eso hasta las once y media o doce se siguen viendo coches, pero en general solo hay trabajadores que regresan a casa y repartidores de comida. Luego se vacía y ya no hay nadie hasta las cinco, más o menos, que empieza a salir gente que va a trabajar», según resume el responsable del turno de noche de la Policía en un miércoles de toque de queda en el que, además, hay fútbol de Champions en la tele.

LOS JÓVENES, EN CASA

Parece, por lo tanto, que se ha conseguido el principal objetivo que tenía esta medida cuando la impulsó la Junta de Castilla y León: acabar con todo el ocio nocturno, tanto en los bares como en los domicilios, a donde se había trasladado para regatear las restricciones. «Ahí se nota ya que no hay chavales por las calles, que no hay tantas llamadas de quejas por fiestas en pisos, en eso el cese ha sido absoluto», apunta un agente.

Las Fuerzas de Seguridad han aumentado su dotación nocturna para dar cobertura al mandato de este toque de queda que cumple estos días su primera semana de vigencia con pocas infracciones, después de que las de la noche del sábado (66, entre ellas varias a un grupo de negacionistas reunido en plena Plaza Mayor) tuviesen que ser anuladas porque la medida de la Junta no consiguió el refrendo de la Justicia y hubo que esperar a la declaración del estado de alarma por parte de Pedro Sánchez.

Según los datos recabados por El Día de Valladolid, van 57 multas por «encontrarse en la vía pública sin causa justificada», que ese es el texto que se hace constar en cada de una de las denuncias. «Se les pregunta que por qué están en la calle y la verdad es que la mayoría llevan preparado el salvoconducto y lo enseñan», detallan fuentes de la Policía Local de Valladolid, que ha impuesto 28 multas, por las seis de la Policía Nacional y otras 23 de la Guardia Civil en la totalidad de la provincia. Cada uno tendrá que pagar una sanción de cien euros, en principio.

Calle Miguel Íscar con un repartidor de comida y solo un coche en el semáforo.Calle Miguel Íscar con un repartidor de comida y solo un coche en el semáforo. - Foto: Jonathan TajesLos vallisoletanos asumen con rectitud los rigores del toque de queda. El gesto se repite como un mantra entre los conductores que regresan a casa. Una patrulla de la Guardia Civil se aposta durante un cuarto de hora en el acceso a Laguna de Duero por la avenida de Madrid. Son las diez y media de la noche y el goteo es constante, pero la imagen siempre es la misma, la de un conductor que se pone su mascarilla instintivamente y saca de la guantera el salvoconducto profesional para justificar por qué está en la calle a esas horas. «Es la hora de volver a casa de casi todos los trabajadores, no suele haber más personas», apunta esta patrulla. Fuentes de la Comandancia de la Guardia Civil de Valladolid señalan que pese a sus 23 denuncias, «está cumpliéndose bien» y que «hay más multas por no estar en grupos o no llevar mascarilla». Es más, el fin de semana previo a la entrada en vigor del toque de queda hubo una intervención en una bodega de La Cistérniga en la que había una fiesta.

Ya en la ciudad, el trasiego de los coches se va reduciendo a medida que pasan los minutos, según se acerca al corazón de la ciudad, del que se apoderan esos repartidores y algún que otro viandante. Paseo de Isabel la Católica, Miguel Íscar, Gamazo, paseo de Zorrilla... todo va vaciándose, mientras las luces de los pisos y las de los semáforos se convierten ya casi en la única compañía de las patrullas que se encargan no solo de garantizar el cumplimiento del toque de queda, sino que los delincuentes también se queden en casa y no aprovechen la soledad de la noche para atacar algún negocio.

EL ÚLTIMO CONTROL

Son las once y media y un equipo de la Unidad de Prevención y Respuesta (UPR) se pertrecha para montar el último control de la noche en el acceso sur de la ciudad, en Covaresa. «Ahora ya deja de haber coches y carece de sentido, es mejor estar patrullando en movimiento», argumentan. No se equivocan, apenas pasa nadie. La ciudad se está durmiendo. La noche vallisoletana se confina.