La lucha sigue en el exilio

Agencias-SPC
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Un millar de mujeres que han conseguido huir del régimen talibán forjan una red para apoyar a sus compatriotas que aún permanecen bajo el yugo de los fundamentalistas

La lucha sigue en el exilio - Foto: MOHAMMAD JAVADZADEH HANDOUT

Ayudar, ayudar y ayudar. A esto se dedican las afganas en el exilio que recientemente fundaron la Red de Mujeres Parlamentarias y Líderes Afganas (AWPLN por sus siglas en inglés). Para ellas, huir de los talibanes no es sinónimo de capitular, sino de resistir.

«Aunque dejamos nuestro hogar no podíamos abandonar nuestra responsabilidad», explica Nazifa Bek, presidenta de AWPLN que no ha parado de trabajar junto a sus compañeras desde que llegaron a Atenas en septiembre de 2021. Homa Ahmadi, fundadora de la red y diputada con más de 30 años de experiencia ayudando a gente en Afganistán, quiere ser la «voz del pueblo» y asegura que no ha parado de trabajar porque «lo lleva en la sangre».

La prueba de su constancia es que la AWPLN fue creada el pasado 22 de diciembre por 20 mujeres, y en menos de un año han pasado a tener 1.000 miembros de diferentes etnias trabajando desde distintos países y han logrado reunirse con políticos locales, eurodiputados y representantes de la ONU.

Su rutina consiste en pensar, escribir y ayudar a otros afganos a adaptarse y encontrar trabajo en estas nuevas sociedades; las diferencias de idioma unidas a las gestiones burocráticas hacen muy complicado que puedan encontrar casa o ganar dinero.

La actitud de la sociedad de acogida es de vital importancia en esto. Bek se siente bienvenida porque los griegos son «muy amables y abiertos». Sin embargo, en unos días pondrá rumbo a Canadá, donde ya se han mudado otras parlamentarias afganas y desde donde planean establecer una oficina de la AWPLN.

Otro de sus objetivos es conseguir apoyo internacional para todos los afganos y especialmente para las mujeres que han perdido sus derechos y ni siquiera pueden estudiar. Por ese motivo, ellas han creado cursos en línea.

No todo el mundo puede salir, y por eso «la solución no es ayudar a la gente a abandonar el país, sino ayudarles a mejorarlo», apunta Parwin Hamakr, abogada de mujeres contra la violencia, fiscal contra los traficantes de droga y miembro de la asociación.

«El 15 de agosto de 2021 es el día más oscuro en la historia de Afganistán; jamás pensamos que los talibanes podrían volver al poder y jamás lo olvidaremos», lamenta. Los fundamentalistas vaciaron las cárceles, y los criminales que Hamakr ayudaron a encarcelar la amenazaron a ella y a su familia, por lo que huyó junto a su marido, y dos de sus hijos; otros tres siguen allí.

También se sienten abandonadas por Occidente. No entienden cómo países que ayudaron al desarrollo de Afganistán durante 20 años decidieron marcharse de repente a sabiendas del ideario talibán.

El 26 de agosto de 2021, cuando una explosión en el aeropuerto de Kabul dejó más de 170 muertos, estas tres afganas fueron evacuadas gracias al trabajo de la Red Melissa, una organización griega que ayuda a mujeres inmigrantes. «Pensamos que habría más ayuda de los Gobiernos, pero la realidad es que había muy poca gente trabajando sobre el terreno», cuenta Nadina Jristopulu, directora de esta organización, y explica la dificultad de las evacuaciones por la caducidad de algunos pasaportes y el nacimiento de varios bebés durante esos días.

Jristopulu recuerda cómo este grupo comenzó a pensar en organizarse desde el primer día que llegaron a Grecia: «Fue un momento increíble; acababan de llegar de un viaje traumático y ya estaban pensando más en ayudar a Afganistán que en sus propias necesidades básicas».

Un futuro oscuro

Tanto Bek como Ahmadi y Hamakr ven oscuro el futuro de su país; afirman que la gente no tiene esperanza y que, si en un año han destruido todo, es inimaginable lo que pueden hacer en el futuro.

Homa Ahmadi comenta que los ciudadanos apenas pueden hacer oposición, pues ya no funcionan ni el Parlamento ni las misiones de la ONU y los talibanes «matan a muchas personas a diario». «La pobreza y los problemas humanitarios son enormes, la situación es muy mala; la gente necesita alimentos pero no tienen nada que comer», afirma.

Pero no todos han perdido la esperanza. El hijo de Bek, de 10 años, quiere llegar a ser presidente de su país para ayudar a sus compatriotas a mejorar sus vidas. El tiempo dirá si lo consigue.